lo que hicieron y alcanzaron tal éxito en ladécada de los 50 que han ensombrecido elpapel pionero de los músicos texanos EddieDurham y T-Bone Walker. Normalmenteinterpretamos la historia a través de datoscontrastados y documentados, pero losgrandes triunfos suelen matizar la realidad,sobre todo en lo tocante a la música popular.Hay miles de páginas escritas con la premisa deque el blues era un mundo de hombres pobres,viciosos, mujeriegos y violentos a pesar de quela historia nos indica que las cosas no eran así.Conceptos como “womanizer” y “hellraiser”son aplicados a Charley Patton, Son Houseo Tommy Johnson mientras se les convierteen paradigmas del bluesman de antes de laSegunda Guerra Mundial, del mismo modo queChess Records es considerado un templo en elque se electrificó el blues del Delta en la ciudadde Chicago. No me cabe duda de que la cantidadde protagonistas masculinos rebosantes detestosterona en esta historia debe ser tenidaen cuenta. No importa si el “Mannish Boy” deWaters fue una respuesta irónica al “I’m a Man”de Bo Diddley o no, Waters es lo opuesto a unicono feminista y es normal que así sea. Peroes curioso lo diluidas que han quedado lasmujeres en el nacimiento del blues y sobre todoMemphis Minnie, una mujer que empezó susdías en New Orleans, la más que probable cunadel blues y del jazz, recorrió hasta el últimolocal nocturno del circuito y acabó en Chicagorepartiendo cera a todo aquel que se atreviera amirarla por encima del hombro. Voy a decir más,fue ella una de las mentes detrás del sonido deChicago. Si hubo alguien que, incluso antesMemphis Minnie y “Kansas” Joe McCoy .que Waters, anduvo volando pelucas con unamplificador por las calles de tan emblemáticaciudad fue, sin lugar dudas, Lizzi “Kid” Douglas,a.k.a Kid Douglas, a.k.a Memphis Minnie.En la víspera de año nuevo de 1942 el poeta,activista, novelista, dramaturgo y columnistaLangston Hughes se encontraba en el 230Club de Chicago. Frente a él, subida a unfrigorífico que hacía las veces de escenario,Memphis Minnie apretando una guitarraeléctrica como si no hubiera un mañanaacompañada de “un pequeño baterista decolor estiércol que mascaba chicle al ritmo”.Esto aparecía en el Chicago Defender del 9 deenero de 1943. “Medianoche. La guitarra estámuy alta, magnificada por la ciencia (comoeufemismo de electricidad), desprovista de todasu suavidad. Memphis Minnie canta a través deun micrófono, su voz es dura y fuerte para unamujer pequeña, se hace cada vez más potentegracias al sonido científico”. describe Hughes.“Su canto, la guitarra eléctrica y la bateríasuenan muy altos y ruidosos, amplificados porGeneral Electric, tanto que a veces las palabrasy la melodía se pierden bajo el estruendo,dejando que sea solo el ritmo lo que llena el230 Club, con un latido profundo y oscuro”. Elescritor apunta que el ritmo es tan antiguo comoel ancestro más remoto de Minnie y su poder escapaz incluso de superar el efecto que tiene enla audiencia la potente amplificación modernacuyo resultado etiqueta como “sonido científico”.No deja de ser curioso el impacto que causanen él lo primitivo del ritmo y lo moderno de laejecución, como si no diera crédito a lo queestaba viendo. “Ellalleva unas gafas queno logran ocultar susbrillantes ojos depájaro. Se viste conpulcritud y se sientaerguida en su sillaque está encaramadaen la parte superiorde un refrigeradoren el que guarda lacerveza. Parece unamaestra de color enuna escuela sureñaa punto de decir:Niños, la lecciónde hoy está en lapágina 14, párrafo2… En cambio, tomael micrófono y grita:“¡Hey, ahora!” Tocaalgunos acordesal azar, se inclinaligeramente sobresu guitarra, inclina lacabeza y comienzaa golpear con ritmoconstante en lascuerdas. Minniesonríe. Sus dientesde oro brillan poruna fracción desegundo. Le tiemblanlos pendientes. Sumano izquierda, con uñas de color rojo oscuro,sube y baja por el mástil. Su mano derecha,con un anillo con forma de dados, escoge lamelodía, palpita al ritmo, toca el blues a golpes”.El testimonio es una joya, cuesta creer queesté describiendo a una mujer, sobre unescenario/nevera, en la nochevieja de 1941.Prosigue la narración afirmando que “del humoy el ruido de aquel bar de Chicago brotanlos pantanos de Louisiana. El polvo y el solde Mississippi, los campos de algodón, loscaminos solitarios, los silbidos de los trenesen la noche, los mosquitos al amanecer y elRural Free Delivery (el servicio de correos de laépoca), que nunca trae la carta correcta. Todasestas cosas lloran a través de las cuerdas dela guitarra eléctrica de Memphis Minnie”. Serefiere al sonido como “una versión musical deun soldador eléctrico sumado a un laminadorde metal industrial”. Interesante punto de vista.Una orgía sonora digna de los más grandes.La crónica es tan reveladora como iconoclastaen un sentido estricto ya que el subconscientecolectivo no tiene a las mujeres bajitas conpinta de maestras sureñas como reinas delblues, capaces de poseerte y hacerte sucumbira los más bajos instintos. Reinas de lo quedefinían los suecos Imperial State Electriccomo “Reptile Brain Music”, frecuencias deonda que se comunican directamente conla parte más primitiva de nuestra psique, elcerebro reptiliano. Remata el texto apuntandoque los dueños del local, blancos, asisten conindiferencia a lo que está ocurriendo, absortospor la cantidad de dinero extra que estánhaciendo gracias a Minnie, eso parece ser todolo que les importa. Concluye preguntándosesi ella es la clave de todo eso o “la ciencia”,refiriéndose a la amplificación eléctrica, laresponsable de semejante espectáculo.Lo cierto es que él mismo responde a esapregunta en las descripciones que hace.Si hay algo para lo que la autenticidad esinnegociable, eso es el blues. No cualquierasabía qué hacer cuando enchufaba su guitarrapor primera vez en aquellos años, de hecho,no cualquiera lo tiene claro a día de hoy.La crónica de Langston Hughes es undocumento de incalculable valor. El blues ruralrenació en los años 60 como una lamentooscuro y diabólico, un lenguaje oculto al alcancede muy pocos. Se reinterpretó como la vozdel sufrimiento de un grupo humano, dándoleliteralidad a su retorcido humor. Aquello quepodía entenderse como la semilla del sexo,drogas y rock and roll pasó desapercibido.Fueron jóvenes blancos e intelectuales los queescribieron los primeros textos al respecto ycrearon una mitología literaria poco ajustada ala realidad; no se tuvo en cuenta que se tratabadel legado de artistas profesionales, dedicadosal mundo del entretenimiento en los mismostérminos que los Beatles o los Stones, cosaque los músicos británicos, con Jagger yRichards como máximos exponentes, sísupieron interpretar y le sacaron mucho partido.Lo que no debemos obviar es que el bluesde guitarra tuvo una reina, Memphis Minnie.30Rock Bottom Magazine
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