Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Raymond Chandler
In the movies
En un mundo tan antojadizo y veleidoso como el literario, el género negro clásico solo alcanzó cotas de reconocimiento muy a posteriori;
los grandes nombres de los años 40 (Chandler, Hammett, Cain) obtuvieron éxito en vida en forma de ventas e ingresos, pero nunca fueron
reconocidos por lo que ansiaban: ser considerados escritores “serios” por la crítica y sus compañeros. Raymond Chandler fue, sin duda,
un maestro del género policiaco, y también de los grandes novelistas americanos. Por desgracia para él, y para su maltrecha vanidad, las
medallas que se le otorgan actualmente no se colgaron de su pecho durante su vida.
Leyendo hoy a Chander se asombra de su
habilidad descriptiva y su ingenio a la hora
de colar apostillas irónicas, un cliché en la
novela negra del que le podemos culpar como
pionero. Raymond tomó el estilo del maestro
primigenio, Hammett, y lo depuró al máximo,
lo estilizó dándole una precisión quirúrgica
a la hora de dar contexto al escenario y los
actores: sus descripciones de Los Ángeles
son tan nítidas que no hay que esforzarse en
absoluto para situarse en la acción. Su estilo,
ese realismo sucio, es básicamente pictórico
(diría que es impresionista), agiliza los detalles
y le da un toque de velocidad, de vértigo al
conjunto. Era un maestro de la metáfora vivaz,
sorprendente, así como de otra figura retórica
muy efectiva, la prosopopeya invertida, es
decir, definir personas con cualidades propias
de los objetos (los hombres son guiñapos; las
mujeres, muñecas). No todos son aplausos:
el ansia por dosificar información le llevaba a
argumentos a ratos enrevesados y acciones
inconclusas, como veremos.
Algunos detalles de su biografía son
fundamentales para entender su obra, y
especialmente a su pretendido avatar: Philip
Marlowe. El detective más famoso de la
época gloriosa del Noir (con permiso de Sam
Spade) es el molde en el que se han basado
millones de personajes ficticios que investigan
crímenes en gabardina, beben scotch desde
el desayuno, siempre tienen una frase procaz
antes de llevarse una somanta de palos y se
obsesionan con mujeres perversas. Marlowe
es un romántico obstinado en la idea de
justicia (más que en la Ley), un observador
tirando a derrotista de una sociedad que le da
de lado, porque él se basa en algo tan olvidado
como los valores. ¿Se basó Chandler en sí
mismo para perfilar su personaje? Bueno… no
exactamente.
Raymond Chandler nació en 1888 en
Chicago, hijo de un maltratador alcohólico
que le abandonó a muy corta edad. Su
madre le envió a Inglaterra donde se educó
en escuelas privadas, hecho que le marcó
para siempre: era bastante snob y sufrió una
represión sexual de la que no se recuperó (o
no quiso recuperarse). Luchó en la I Guerra
Mundial en el ejército canadiense (donde
se las vio en situaciones extremas: fue el
único superviviente de su unidad tras un
ataque de morteros alemanes). De vuelta
a California, trabajó en varias compañías
en puestos directivos, pero su alcoholismo,
promiscuidad y amenazas de suicidio le
hicieron perder toda posibilidad de medrar.
Se dedicó entonces (ya cumplidos los
cuarenta) a la literatura. Tampoco es que le
quedasen muchas más opciones. Su mujer,
Cissy (dieciocho años mayor que él) era muy
aficionada a la literatura Pulp, y Ray se dijo:
”Esto lo hago yo con la gorra”. Y lo hizo. En
parte porque quería darle a Cissy la vida que
merecía, después de chupar del bote de los
ahorros de ella durante años. La adoraba,
pero a la vez perdía la cabeza con chicas
más jóvenes, y luego la culpa le devoraba.
A mediados de los años 30 comienza a
publicar relatos en la mítica revista Black
Mask, y en febrero de 1939 se publicó su
primera novela, “The Big Sleep” (“El sueño
eterno”), que tuvo un éxito inmediato. A ésta
siguieron “Adiós, Muñeca” (1940), “La Ventana
Siniestra” (1942), “La Dama Del Lago” (1943),
“La Hermana Pequeña” (1949), “El Largo
Adiós” (1953) Y “Playback” (1958). El gran
éxito de sus obras no disfrazaba la sensación
de fracaso de Chandler, que siempre aspiró
a ser un escritor “serio”. Era un narrador
excepcional, pero seguramente no encontró
nunca su medio ideal. De naturaleza sensible,
las continuas frustraciones le convirtieron en
un tipejo mezquino y huraño, y su timidez se
tornó en profunda introspección. El hecho de
mezclarse con las gentes del cine no hizo sino
exacerbar esa percepción.
Chandler en el cine.
Raymond Chandler pasó buena parte de su
etapa hollywoodiense inmerso en polémicas
con productores y directores. Por supuesto se
consideraba culturalmente muy por encima de
la chusma de Hollywood, pero pagaban bien y
Ray necesitaba la pasta.
Si añadimos su proverbial susceptibilidad a esa
timidez casi patológica de la que hablábamos,
no parece que estuviese preparado para
bañarse en esas aguas infestadas de tiburones.
Tanto a la hora de guionizar como prestar sus
obras para que otros las rodasen siempre
Rock Bottom Magazine 41