diciembre2012
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Por John Chubb<br />
Diciembre/December 19, 2012 - Enero/January 16, 2013<br />
Una manera más inteligente para calificar a las<br />
escuelas secundarias de Estados Unidos<br />
Todos estamos de acuerdo que las escuelas<br />
secundarias de Estados Unidos necesitan<br />
hacer un mejor trabajo en preparar a los<br />
estudiantes para estar listos para “la universidad<br />
y una carrera”. Pero el gran problema es ¿cómo<br />
hacemos que lo hagan?<br />
Un estado acaba de encontrar una atrevida<br />
solución – y puede servir como un modelo para<br />
la reforma educativa en todo el país.<br />
California recientemente pasó una ley que<br />
reduce el peso de los resultados de las pruebas<br />
estandarizadas para clasificar a las escuelas<br />
secundarias. Ahora, los factores cruciales<br />
como tasas de graduación, asistencia y avance<br />
estudiantil jugarán un mayor rol en calificar la<br />
habilidad de las escuelas públicas de preparar a<br />
los estudiantes para lograr el éxito después de<br />
graduarse de la escuela secundaria.<br />
Esta ley es un gran paso en la dirección correcta<br />
– y prepara el camino para que otros estados<br />
pasen reformas similares enfocadas a preparar<br />
estudiantes para la universidad y mas allá.<br />
¿Por qué el cambio? Desde 1999, a cada escuela<br />
pública de California se le ha otorgado un<br />
índice de Desempeño Académico o calificación<br />
API, basado en su mayor parte en cómo les va<br />
a sus estudiantes en unos cuantos exámenes estandarizados.<br />
Otros estados también dependen<br />
igualmente de la puntuación de un test para evaluar<br />
el éxito de sus escuelas.<br />
Estas calificaciones determinan todo acerca<br />
del futuro de una escuela – ya sea que reciba<br />
financiamiento, ya sea que los padres puedan<br />
trasladar a sus hijos a una mejor escuela, incluso<br />
si los valores de la vivienda suban o bajen. Por<br />
lo tanto, la presión para obtener calificaciones<br />
altas es enorme.<br />
Por supuesto que la intención ha sido de responsabilizar<br />
a las escuelas por su desempeño y<br />
darles incentivos para que mejoren. El problema<br />
es que el sistema pone mucho énfasis en los exámenes<br />
que no necesariamente predicen qué bien<br />
un estudiante se desempeñará después de la escuela<br />
secundaria. Al final, los estudiantes estaban<br />
siendo preparados para tener éxito en los<br />
exámenes mientras ellos estaban en la escuela,<br />
no para tener éxito después de la graduación.<br />
En efecto, una mirada de cerca a los números<br />
revela que, cuando se basa principalmente<br />
en estos exámenes, la calificación API de una<br />
escuela puede ser un predictor poco fiable de lo<br />
bien que sus estudiantes se desempeñarán en la<br />
universidad. Un estudio en 2012 realizado por el<br />
Sector de Educación encontró que una escuela<br />
con una calificación API relativamente alta de<br />
778 entre 1000 tuvo un 91 por ciento de tasa de<br />
graduación pero mandó solamente 66 por ciento<br />
de sus estudiantes a la universidad. Entre tanto,<br />
una escuela con una calificación de apenas 698<br />
Opinión - O pinion<br />
tuvo una tasa de graduación de 95 por ciento y<br />
mandó 86 por ciento de sus estudiantes a la universidad.<br />
La verdadera limitación del API se revela<br />
cuando sus calificaciones son aplicadas a las<br />
escuelas con una alta proporción de estudiantes<br />
de bajos ingresos. Según nuestro estudio, tres de<br />
cinco escuelas de alta pobreza con API más bajos<br />
estaban entre las cinco principales en mandar<br />
graduados a la universidad. Y la escuela con<br />
la calificación API más baja tuvo la más alta tasa<br />
de matricula postsecundaria: 79 por ciento de<br />
sus graduados en 2009 pasaron a instituciones<br />
postsecundarias, 5 por ciento de puntos arriba<br />
del promedio en el estado.<br />
Las calificaciones de exámenes estandarizados<br />
ciertamente proveen una medida válida<br />
para el éxito del estudiante. Pero está claro que<br />
no son completamente precisas en medir si los<br />
estudiantes están realmente listos para la vida<br />
después de la secundaria.<br />
Y este problema tiene consecuencias serias<br />
en el mundo real. Solamente 25 por ciento de<br />
los estudiantes de la escuela secundaria tomando<br />
exámenes generales de admisión de la universidad<br />
en California están considerados listos para<br />
la universidad – y una carrera. Y dos de cinco<br />
estudiantes de la universidad deben tomar clases<br />
de recuperación para aptitudes básicas antes<br />
que puedan calificar para trabajos que reciben<br />
crédito académico. Las escuelas secundarias de<br />
nuestra nación han estado fallando en proveer<br />
los instrumentos requeridos para los estudiantes<br />
antes de mandarlos fuera de la puerta.<br />
La nueva ley hace mucho para arreglar cómo<br />
California clasifica a sus escuelas. Asegura que,<br />
a partir del 2016, las calificaciones de los exámenes<br />
pueden contar por no más de 60 por ciento<br />
de la calificación API, y dice que el superintendente<br />
del estado debe combinar las tasas de<br />
graduación con las medidas de preparación para<br />
la universidad y carrera.<br />
La realidad de la economía de hoy es que los<br />
estudiantes deben comenzar preparándose para<br />
la vida más allá de la escuela secundaria, desde<br />
el momento que entran al aula de clase de su<br />
primer año de la universidad. Nuestro trabajo es<br />
asegurar que nuestras escuelas secundarias estén<br />
ayudándoles a hacer justamente eso.<br />
Si queremos que los estudiantes de Estados<br />
Unidos lleguen a la universidad listos para el trabajo<br />
postsecundario, entonces debemos mejorar<br />
los sistemas para evaluar a las escuelas de secundaria.<br />
California acaba de presentar un gran<br />
modelo para la reforma.<br />
Lo que necesitamos ahora es que el resto del<br />
país lo siga.<br />
John Chubb es CEO del Sector de Educación,<br />
un pensador independiente, y<br />
es un profesor invitado en el Hoover<br />
Institution de Stanford University.<br />
EL AGUILA<br />
15 Años sirviendo a nuestra comunidad / 15 Years serving our community <br />
By John Chubb<br />
A smarter way to grade<br />
america’s high schools<br />
Everyone agrees that America’s high<br />
schools need to do a better job of<br />
preparing students to be “college-<br />
and career-ready.” But the big problem is,<br />
how do we get them to do that?<br />
One state has just come up with a bold solution<br />
- and it could serve as a model for education<br />
reform throughout the entire country.<br />
California recently passed a law that<br />
reduces the weight of standardized test<br />
scores for ranking high schools. Now,<br />
crucial factors like graduation rates, attendance<br />
and student advancement will<br />
play a larger role in grading the ability<br />
of public schools in preparing students to<br />
succeed after high school.<br />
This law is a big step in the right direction<br />
-- and it paves the way for other states<br />
to pass similar reforms aimed at preparing<br />
students for college and beyond.<br />
Why the change? Since 1999, every California<br />
public school has been granted an<br />
Academic Performance Index, or API, score<br />
based almost entirely on how its students<br />
fare on a handful of standardized tests. Other<br />
states are also similarly reliant upon test scores<br />
to evaluate their schools’ successes.<br />
These scores help determine<br />
everything about a school’s future --<br />
whether it receives funding, whether parents<br />
can move their children to a better<br />
school, even whether home values rise or<br />
fall. So the pressure to get a high score is<br />
enormous.<br />
The intention, of course, has been to<br />
hold schools accountable for their performance<br />
and to give them incentives to improve.<br />
The problem is that the system puts<br />
too much emphasis on tests that don’t necessarily<br />
predict how well a student will<br />
actually do after high school. In the end,<br />
students were being prepared to succeed<br />
on tests while they were in school, not to<br />
succeed beyond graduation.<br />
Sure enough, a closer look at the numbers<br />
reveals that, when based primarily on<br />
these tests, a school’s API score can be an<br />
unreliable predictor of how well its students<br />
will perform in college. A 2012 study conducted<br />
by Education Sector found that one<br />
school with the relatively high API score<br />
of 778 out of 1,000 had a 91 percent graduation<br />
rate but sent just 66 percent of its<br />
students to college. Meanwhile, a school<br />
with a score of just 698 had a graduation<br />
rate of 95 percent and sent 86 percent of its<br />
students to college.<br />
The API’s true shortcoming is revealed<br />
when the scores are applied to schools with<br />
a high proportion of low-income students.<br />
According to our study, three of the five<br />
high-poverty schools with the lowest API<br />
scores were among the top five overall in<br />
sending their graduates to college. And the<br />
school with the lowest API score had the<br />
highest postsecondary enrollment rate: 79<br />
percent of its graduates in 2009 went on to<br />
a postsecondary institution, 5 percentage<br />
points above the state average.<br />
Standardized test scores certainly provide<br />
one valid measure of student success.<br />
But it is clear that they are not entirely accurate<br />
in measuring whether students are<br />
really ready for life after high school.<br />
And this problem has serious real-world<br />
consequences. Only 25 percent of high<br />
school students taking common college<br />
entrance exams in California are deemed<br />
college- and career-ready. And two out of<br />
every five college students must take remedial<br />
classes for basic skills before they<br />
can qualify for credit-bearing work. Our<br />
nation’s high schools have been failing to<br />
provide the requisite tools for students before<br />
sending them out the door.<br />
The new law does much to fix how<br />
California ranks its schools. It ensures<br />
that, as of 2016, test scores can count for<br />
no more than 60 percent of a school’s<br />
API score, and it says that the state superintendent<br />
must add graduation rates<br />
and measures of college- and career-preparedness<br />
to the mix.<br />
The reality of today’s economy is that<br />
students must start preparing for life beyond<br />
high school from the moment they<br />
enter a freshman classroom. It’s our job to<br />
make sure that our high schools are helping<br />
them do just that.<br />
If we want America’s students to arrive<br />
at college ready for postsecondary work,<br />
then we must improve our country’s systems<br />
for evaluating high schools.<br />
California just put forward a great model<br />
for reform. What we need now is for<br />
the rest of the country to follow.<br />
John Chubb is CEO of Education<br />
Sector, an independent think tank,<br />
and is a visiting fellow at the Hoover<br />
Institution at Stanford University.