Isis sin velo III - masoneria activa biblioteca
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éplica hasta que apremiado Orígenes por las reiteradas instancias de su amigo Ambrosio, se encargó de la<br />
defensa como el más a propósito para ella, por haber pertenecido a la escuela neoplatónica. Sin embargo, la<br />
elocuencia de Orígenes fracasó en el empeño, y entonces no vieron los cristianos otro recurso que destruir las<br />
obras de Celso (137), aunque ya entonces eran muchísimos los que las habían leído y estudiado (138).<br />
DISPERSIÓN DE LOS NEOPLATÓNICOS<br />
Los cristianos anhelaban vehementemente la dispersión de la escuela neoplatónica, que por fin lograron los<br />
obispos de Alejandría Teófilo y su sobrino Cirilo, el ase<strong>sin</strong>o de la erudita e inocente joven Hipatia (139). Muerta<br />
la hija del matemático Theon, no pudieron los neoplatónicos mantener su escuela en Alejandría, pues perdieron<br />
la influencia que la mártir gozaba con Orestes, el gobernador de la ciudad, quien por ello les había protegido<br />
contra sus encarnizados enemigos (140).<br />
No hay en el mundo religión de tan sangrientos anales como el cristianismo. Aun las mismas luchas<br />
intestinas del “pueblo escogido” palidecen ante el cruel fanatismo de los supuestos discípulos de Jesús. La<br />
rápida propagación del islamismo debióse al fin y al cabo a las enconadas luchas entre ortodoxos y<br />
nestorianos, pues en el monasterio de Bozrah sembró el monje nestoriano Bahira la simiente que más tarde<br />
había de germinar y convertirse en árbol que regado por ríos de sangre cobija a doscientos millones de<br />
creyentes (141).<br />
Como repulsivos ejemplos de la justicia humana, vemos glorificado con aureola de santidad al astuto, cruel e<br />
intrigante obispo de Alejandría, y en cambio proscritos y perseguidos a los gnósticos. Por una parte impetra el<br />
clero cristiano la maldición divina contra la teurgia y por otra practica durante siglos la nigromancia y hechicería<br />
(142). Vemos a Hipatia, la gloriosa filósofa, despedazada por las turbas cristianas, y frente a ella se alza<br />
triunfante el fanatismo o la impudicia de Catalina de Médicis, Lucrecia Borgia, Juana de Nápoles e Isabel de<br />
España, presentadas a la vista del mundo como fieles hijas de la Iglesia (143). Verdaderamente impío es el<br />
idolátrico culto de María como diosa inmaculada cuando le acompañan semejantes ejemplos. Más valiera abolir<br />
el culto idolátrico y fomentar en su vez el de la virtud.<br />
CAPÍTULO II<br />
Quieren señalar a medida los límites, extensión y capacidad<br />
del infierno, donde las entumecidas almas cuelgan de tenebrosa<br />
mazmorra como jamones de Westfalia o lenguas de vaca,<br />
en espera de misas y responsos que las rediman.<br />
OLDHAM: Sátiras contra los jesuitas.<br />
20<br />
YORK.-¡Pero sois diez veces más inhumanos y crueles<br />
que un tigre de Hircania!-SHAKESPEARE: Rey Enrique VI.<br />
Parte tercera, acto I, escena IV.<br />
WAR.-Escuchad, señores. Puesto que es doncella, no<br />
escatiméis los haces de leña. Que haya bastantes. Y poned<br />
barriles de pez en la fatal hoguera. SHAKESPEARE Rey<br />
Enrique VI. Parte primera, acto V, escena IV.<br />
Refiere Bodin (1) un espantoso sucedido de que fue protagonista Catalina de Médicis, la piadosa cristiana<br />
que tantos méritos había contraído a los ojos de la Inglesia con la horrenda e inolvidable matanza de San<br />
Bartolomé. Tenía esta reina a su servicio un apóstata ex dominico, que por lo muy versado en nigromancia se<br />
aquistó el favor de su señora, en cuyo provecho practicaba el nefando arte contra las víctimas a que desde<br />
lejos mataba, valido de imágenes de cera (2). Estaba a la sazón gravemente enfermo el rey Carlos IX, hijo de<br />
Catalina, y temía ésta perder su influencia de reina madre si moría su hijo, por lo que determinóse a consultar<br />
el oráculo de la “cabeza cortada” (3).<br />
HECHICERÍAS CLERICALES<br />
Sabido es que el cardenal Benno inculpó públicamente de hechicería al papa Silvestre II por haber mandado<br />
construir una cabeza parlante por el estilo de la que poseyó Alberto el Magno e hizo pedazos Tomás de Aquino<br />
(4). Se comprobó la acusación, así como también que siempre andaba en compañía de entidades diabólicas<br />
(5).<br />
Demasiado conocidos son los fenómenos operados por el obispo de Ratisbona y el “doctor angélico” Tomás<br />
de aquino para que nos detengamos a describirlos. Baste decir que si el prelado católico tuvo suficiente<br />
habilidad para sugerir en cruda noche de invierno la sensación de un caluroso día de verano y la idea de que