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Isis sin velo III - masoneria activa biblioteca

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donde, según refiere el historiador, “la recibieron dos monjes y desde entonces resplandeció de gloria la nación<br />

inglesa, dedicada a Dios y a San Eduardo”.<br />

Conocida es la historia del príncipe Radzivil, el noble polaco que, al verse engañado por los frailes y monjas<br />

que le rodeaban, así como por su propio confesor, se convirtió a la fe luterana, no obstante haber sido uno de<br />

los personajes que más se indignaron contra la difusión de la Reforma por la Lituania, hasta el punto de<br />

trasladarse a Roma con objeto de rendir homenaje de simpatía y veneración al papa, quien le regaló una<br />

preciosa caja de reliquias. De vuelta en Polonia, su confesor le dijo que en sueños había visto cómo la Virgen<br />

bajaba del cielo para bendecir aquellas reliquias, en prueba de que eran auténticas. El prior de un monasterio<br />

vecino y la abadesa de otro tuvieron la misma visión, con añadidura de varios santos que, llenos del “Espíritu<br />

Santo”, surgían de la caja de reliquias para proteger al príncipe. Con propósito de evidenciar la virtud de las<br />

reliquias, el clero exorcizó a un endemoniado, que apenas hubo tocado la caja quedó libre de la posesión y dio<br />

por ello gracias al Espíritu Santo y al papa. Pero al terminar la ceremonia, el tesorero del príncipe le confesó<br />

que al volver de Roma había perdido la caja de reliquias regalada por el papa, substituyéndola por otra<br />

semejante en que puso unos cuantos huesos de perro y gato, <strong>sin</strong> atreverse a decir nada, hasta entonces que<br />

prefería confesar su descuido antes de consentir que siguiesen engañando a su amo de tan burda manera. Por<br />

de pronto disimuló el príncipe, pues quiso ver en qué paraba aquella farsa, y convencido al fin de las groseras<br />

imposturas de los frailes y las monjas, se convirtió a la Iglesia reformada. Así lo relata la historia.<br />

Dice Bayle que para cohonestar la Iglesia romana la existencia de reliquias apócrifas, recurre al sofisma,<br />

diciendo que estas reliquias pueden haber obrado milagros por virtud de la buena intención de los fieles, cuya<br />

fe premiaba Dios de esta suerte. El mismo Bayle demuestra con numerosos ejemplos que la Iglesia tiene por<br />

legítimos los múltiples brazos, piernas y cabezas que de un mismo santo se veneran en distintos puntos, pues<br />

asegura que Dios los multiplicaba milagrosamente para gloria de su santa Iglesia. Esto equivale a creer que el<br />

cuerpo de un santo adquiere después de la muerte las características fisiológicas del cangrejo.<br />

Difícil fuera probar que las visiones y profecías de los santos han sido alguna vez más dignas de crédito que<br />

las de los modernos médiums. Las visiones de Andrés Jackson Davis, aunque los críticos escépticos se rían de<br />

ellas, son incomparablemente más lógicas y verosímiles que las especulaciones de San Agustín; y por otra<br />

parte, las visiones de Swedenborg, el más lúcido de los iluminados modernos, tienen mayor parentesco con la<br />

teología en los puntos en que más se apartan de la verdad científica. En modo alguno son las visiones de los<br />

seglares más inútiles a la ciencia y a la humanidad que las de los santos del catolicismo (35), por lo que<br />

debemos inferir que la mayor parte de las visiones referidas por los hagiógrafos, y los mismo puede afirmarse<br />

de las de los perseguidos videntes, son obra de ignorantes y poco evolucionados espíritus, pero con<br />

desmedida afición a simular personajes históricos. Estamos de acuerdo con Des Mousseaux y demás<br />

adversarios de la magia y el espiritsmo, en que las entidades comunicantes son con frecuencia espíritus<br />

mendaces, siempre dispuestos a lisonjear falazmente los gustos e ideas de los concurrentes a las sesiones;<br />

pero ¿cabe creer que Dios haya concedido al sacerdote los exorcizantes poderes divinos de que alardea?<br />

¿Cómo admitir por cierto que al conjuro del exorcista se rinda el diablo, no para declarar la verdad, <strong>sin</strong>o<br />

únicamente lo que convenga a la comunión religiosa del exorcista? Y esto es lo que sucede siempre.<br />

SANTO DOMINGO Y LOS DEMONIOS<br />

Compárense, por ejemplo, las respuestas que el diablo dio a Lutero con las que dio a Santo Domingo de<br />

Guzmán, y se verá que mientras en las primeras arguye contra la misa rezada y reconviene al reformador por<br />

haber antepuesto la Virgen y los santos a Cristo, postergando así al Hijo de Dios (36), los demonios<br />

exorcizados por Santo Domingo, al ver a la Virgen que había acudido en auxilio del santo, exclaman rugientes:<br />

¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh nuestra condenadora! ¿Por qué bajas del cielo para atormentarnos? ¿Por qué<br />

eres tan poderosa intercesora con los pecadores? ¡Oh tú, el más seguro camino del cielo!. Tú mandas, y nos<br />

vemos forzados a confesar que no se condena quien persevera en tu santa devoción (36)...<br />

Por otra parte, Satán le dice a Lutero que había estado adorando pan y vino mientras creyó en la<br />

transubstanciación; al paso que los diablos que se aparecen a los santos, aseguran la condenación eterna de<br />

quienes tan siquiera duden de ese dogma.<br />

Pudiéramos llenar tomos enteros con pruebas innegables de la confabulación de exorcistas y demonios, cuya<br />

verdadera naturaleza descubre el engaño; pues en vez de ser independientes y astutas entidades que sólo se<br />

ocupan en perder a los hombres, son sencillamente los elementales de los cabalistas o criaturas <strong>sin</strong> mente,<br />

pero que reflejan el pensamiento y voluntad de quienes los evocan, dominan y dirigen.<br />

No dejaremos este asunto <strong>sin</strong> extractar de la Leyenda de Oro (38), plenamente aceptada por la Iglesia, el<br />

caso ocurrido a Santo Domingo de Guzmán, uno de los principales santos del catolicismo y fundador de la<br />

orden dominica, una de las primeras que confirmó la sede pontificia (39). Fue Domingo de Guzmán aliado y<br />

consejero del infame Simón de Montfort, general pontificio que mandaba las tropas enviadas contra los<br />

albigenses, a quienes derrotó con espantosa matanza en las cercanías de Tolosa. Dice este santo, y la Iglesia<br />

lo aprueba, que recibió de la propia mano de la Virgen un rosario de tan estupenda virtud, que operaba<br />

milagros muy superiores a los de los apóstoles y aun del mismo Jesús, ocurrió que cierto incrédulo puso en<br />

duda la eficacia del rosario dominico, y en castigo de su impiedad quedó desde luego poseído de quince mil<br />

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