¿Qué quedó del discurso revolucionario del PRI ... - Revista EL BUHO
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al mundo entero. Las nostalgias de hoy tienen<br />
fundamento en ese periodo que va, para ponerlo<br />
de modo claro y fácil, de 1960 a 1970 y algo más.<br />
Imposible las precisiones, no hay fechas exac-<br />
tas, de allí que sea Elvis (1955) quien arranque<br />
la década y se cierre con grupos y movimientos<br />
posteriores a los sesentas y desarrollados en los<br />
setentas. Los datos fijos, históricamente hablan-<br />
do, no existen, siempre hay antecedentes, perso-<br />
najes anteriores, que permitieron los cambios y<br />
otros que toleraron su extensión antes de morir.<br />
Los Beatles, sobre todo John Lennon, amaron a<br />
Elvis, luego, al encontrarse con él en Graceland,<br />
el rey los descontroló: no era más el rebelde que<br />
sacudió al mundo anquilosado, absorto ante las<br />
canciones cursis de Bing Crosby o de la inefable<br />
Doris Day. En este caso, Frank Sinatra se cocina<br />
aparte. Fue un caso notable y absolutamente<br />
memorable <strong>del</strong> pasado que supo hacerse leyen-<br />
da sin modificar un ápice su estilo y el fraseo<br />
genial que lo hizo un fenómeno artístico y le per-<br />
mitió morir rodeado de éxito humeante por los<br />
cigarrillos que fumó y por la cantidad de whisky<br />
ingerido incluso en los escenarios. Todavía en<br />
pleno auge de Beatles y Rolling Stones, de Dylan<br />
y Jim Morrison, metió algunas canciones al Hit<br />
Parade. A su vez, Lennon cantó más de una rola<br />
de Presley, Gene Vincent o Budy Holly, en home-<br />
naje a los pioneros de mayor talento.<br />
De todos los pioneros <strong>del</strong> gran rock, los Beatles<br />
ocuparon un primer lugar. Al principio los vi uni-<br />
formados, con el mismo corte de pelo, propios<br />
y agradecidos con el público (el “respetable”,<br />
diríamos los mexicanos, cuando todo tiene menos<br />
respetabilidad) que comenzaba a idolatrarlos.<br />
Brillaba Lennon, a pesar de la presencia de Paul,<br />
la simpatía de Ringo y la seriedad de Harrison.<br />
Alguna vez le preguntaron a Keith Richard si era<br />
mejor guitarrista que su compañero de banda,<br />
Ron Wood (quien sustituyó a Mick Taylor en 1974),<br />
no lo sé, repuso el extravagante roquero, ídolo<br />
<strong>del</strong> actor Johnny Deep, pero juntos somos insupe-<br />
rables. Ésa era la clave de los Beatles: juntos eran<br />
geniales, no importaba que Ringo o Harrison fue-<br />
ran de menor talento, reunidos en el escenario<br />
o en el estudio de grabación eran inmejorables<br />
y muy pero muy peculiares.<br />
Los Beatles encantaban, poseían el arte de<br />
evolucionar. Pronto fueron más famosos que<br />
Jesucristo y desde luego más gozosos. Tengo<br />
sus discos, incluido el asombroso Álbum blanco<br />
en primera edición. Me acompañaron por años,<br />
hasta que los Beatles anunciaron su dolorosa<br />
separación. ¿Tan rápidamente un grupo genial<br />
rompía su amistad y trabajo colectivo, luego<br />
de una profunda e imborrable huella? Muchos<br />
responsabilizaron a Yoko Ono, otros vieron la<br />
ruptura como parte <strong>del</strong> discreto enfrentamiento<br />
entre los dos mayores talentos de la banda: John<br />
y Paul. Cada quien hizo lo que pudo por su lado<br />
y quienes mayores triunfos consiguieron fueron<br />
justamente Paul y John. Harrison los siguió con<br />
discos formidables, el album All Things Must Pass,<br />
digamos, en cuyo interior estaban “My Sweet<br />
Lord” e “Isn’t it a Pitty” y Ringo puso en juego su<br />
simpatía y cordialidad para grabar viejas melo-<br />
días que le iban a su estilo y no le fue nada mal,<br />
supo conservar la relación con sus ex camaradas<br />
y tocaba la batería con unos y otros.<br />
Sin duda una etapa estaba llegando a su<br />
fin y la anticipaba la ruptura de los Beatles, la<br />
desaparición de otros grupos de alta calidad<br />
Editorial