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EL HOMBRE COMO SER-TRASCENDENTE: UNA PERSPECTIVA JUDEOCRISTIANA<br />
Ludwig Schmidt H<br />
comienzo y un fin, que es la muerte, el aniquilamiento de la existencia. Cualquiera que sea la multiplicidad de<br />
los ritmos temporales que experimente y sus diferentes intensidades, el hombre no-religioso sabe que se trata<br />
siempre de una experiencia humana en la que no puede insertarse ninguna presencia divina.<br />
Para el hombre religioso, al contrario, la duración temporal profana es susceptible de ser «detenida»<br />
periódicamente por la inserción, mediante ritos, de un Tiempo sagrado, no-histórico (en el sentido que no<br />
pertenece al presente histórico). Al igual que una iglesia constituye una ruptura de nivel dentro del espacio<br />
profano de una ciudad moderna, el servicio religioso que se celebra en el interior de su recinto señala una<br />
ruptura en la duración temporal profana: ya no es el Tiempo histórico actual lo que en ella está presente, ese<br />
tiempo que se vive, por ejemplo, en las calles y las casas vecinas, sino el Tiempo en el que se desarrollo la<br />
existencia histórica de Jesucristo, el tiempo santificado por su predicación, por su pasión, su muerte y su<br />
resurrección. Precisemos, no obstante, que este ejemplo no destaca con la debida claridad todas las diferencias<br />
que existen entre el Tiempo profano y el Tiempo sagrado; en comparación a las demás religiones, el<br />
cristianismo ha renovado, efectivamente, la experiencia y el concepto del Tiempo litúrgico al afirmar la<br />
historicidad de la persona de Cristo. Para el creyente, la liturgia se desarrolla en un Tiempo histórico santificado<br />
por la encarnación del Hijo de Dios. El Tiempo sagrado, reactualizado periódicamente en las religiones precristianas<br />
(sobre todo en las religiones arcaicas), es un Tiempo mítico, un Tiempo primordial (inidentificable con<br />
el pasado histórico), un Tiempo original en el sentido de que ha surgido «de golpe», de que no le precedía<br />
ningún Tiempo, porque no podía existir Tiempo alguno antes de la aparición de la realidad relatada por el mito.<br />
(1973: 25-28).<br />
También Cassirer, en su estudio de los mitos y de los símbolos, efectuado en su Filosofía de las<br />
formas simbólicas, señala el papel diferencial del espacio sagrado, cualitativo, respecto del espacio<br />
geométrico científico, isomorfo y homogéneo, y las diferencias entre el tiempo sagrado y el<br />
profano. La interpretación y comprensión de lo sagrado ha nutrido diversas polémicas y<br />
teorizaciones en la hermenéutica contemporánea, y ocupa un lugar importante en las<br />
concepciones de Paul Ricoeur.<br />
Los contenidos de “lo religioso” 43 y su “manifestación” (no la religión), ya que la religión es un<br />
todo de fenómenos religiosos, y a veces, el todo sólo puede definirse desde las partes que lo<br />
integran. Además hay múltiples formas religiosas de conducta que, en rigor, no responden a una<br />
religión determinada. Cada sociedad posee representaciones y prácticas de fe aisladas,<br />
individuales o locales, no integradas en un sistema establecido. Es indudable que esta definición<br />
provisional lo único que pretende es expresar la peculiaridad (esencial) de lo definido 44 .<br />
Es necesario, entonces, partir de una definición funcional y empírica pero que integre, al menos,<br />
algunos elementos sustantivos y estructurales de la religión. Para ello, el análisis funcional debe<br />
seguir inductivamente tres pasos:<br />
1) Debe referirse a fenómenos sobre los cuales exista un acuerdo universal.<br />
43 Es importante diferenciar muy bien lo que es “religión” de “lo religioso”. La primera coresponde a una dimensión subjetiva de la persona humana,<br />
mientras que la segunda, corresponde a una realidad fundante, a un contenido. A diferencia de la filosofía de la religión, que estudia en qué consiste en sí<br />
misma la religión, la fenomenología se ocupa del estudio del fenómeno religioso, tal como aparece en la historia y en las diversas civilizaciones. La historia<br />
comparada de las religiones enseña que el fenómeno religioso, en cuanto parte de la realidad, adquiere manifestaciones muy diversas, con rasgos que, no<br />
obstante, son comunes; de este hecho parte la fenomenología de la religión, que intenta sistematizar estas diversas manifestaciones de un mismo<br />
fenómeno analizando lo que hay de común y esencial en ellas, con el fin de describir simplemente y comprender el hecho religioso, sin darle, no obstante,<br />
valoración alguna. El primer uso de la expresión se atribuye a P.D. Chantepie de La Saussaye, en su obra Lehrbuch der Religionsgeschichte [Manual de<br />
historia de la religión] (1887), mientras que el origen del término de fenomenología es atribuido a J.H. Lambert, contemporáneo de Kant. Gran parte de los<br />
que cultivan la fenomenología de la religión siguen el método fenomenológico iniciado por Husserl, para la comprensión del significado que encierran los<br />
objetos o hechos religiosos; así, por ejemplo, Gerardus Van Der Leeuw, profesor de la universidad de Gottingen, que en 1933 publicó Fenomenología de la<br />
religión, o también Mircea Elíade en las obras referenciadas.<br />
44 Su única pretensión es delimitar el círculo de los hechos a investigar. Se reduce únicamente a indicar las notas que permitan reconocer tales hechos y las<br />
que los distinguen de otros con los cuales pudiera confundirse. Aun cuando no llegue directamente al núcleo de las cosas, este método inicial es, sin<br />
embargo, necesario para iluminar de alguna manera el objeto de que se va a hablar.<br />
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