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maqueta definitiva.pdf - Colegio Nuestra Señora del Pilar

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Érase una vez...<br />

pila...<br />

autores<br />

… un dragón y una princesa que, al escapar de quienes les querían separar, cruzaron las puertas<br />

de los Jardines <strong>del</strong> Moro. Querían descansar, aislarse <strong>del</strong> mundo, así que caminaron por los<br />

límites, hasta llegar a su rincón de siempre.<br />

Se sentaron en la ladera Cayún. Esa mañana el cielo había llorado, pero ahora que los veía<br />

juntos, abrazados, el sol brillaba. El dragón entregó una carta a la princesa, que con exquisito<br />

cuidado, la abrió. Estaba escrita a mano, en tinta azul, y nada más verla reconoció la letra<br />

de su guardián.<br />

La princesa le pidió ilusionada y con mucha dulzura que la leyera para ella en voz alta. El<br />

dragón se hizo de rogar, pero al final accedió. Estaba muy nervioso, tenía el cuerpo paralizado<br />

pero temblaba, su voz vacilaba y poco a poco se iba convirtiendo en un susurro. Le costaba leer<br />

las oraciones sin detenerse para contener sus emociones. Su mirada se nublaba por culpa de<br />

las lágrimas, gotas saladas que corrían por sus mejillas hasta humedecer los labios de la princesa<br />

la cual, con su tierna mirada y sus caricias, intentaba calmarle. Ella caía rendida a su declaración<br />

con cada palabra. Nadie nunca había mostrado unos sentimientos tan sinceros. Era<br />

como ver en un espejo el reflejo de su corazón. Un momento tan importante para ambos quedaría<br />

congelado para ambos en su memoria en la zona de la perfección.<br />

En el último te quiero, el dragón respiró profundamente antes de mostrar entre sus manos<br />

una cajita de terciopelo con forma de caracol. En su interior había un anillo de oro, recién grabado,<br />

que sólo podía pertenecer a una persona, pues estaba hecho a medida y la inscripción sólo<br />

la entendería ella.<br />

Y para culminar la sorpresa, la pregunta esperada: ¿Quieres salir conmigo?<br />

La princesa no cabía en sí de gozo. Se sentía la mujer más afortunada de este mundo. Solía<br />

soñar despierta con ayuda de un león, pero esta vez estaba segura de que si algo la distraía no<br />

iba a desaparecer el cuento de hadas que estaba protagonizando<br />

PRNCS<br />

Virgen ultrajada por el poder de la nada<br />

Te recreas en mi cuerpo como en un niño muerto. Yo solo quiero morir, convertirme y destruir,<br />

todo lo que tu no has podido crear, porque mientras miro la vida pasar, solo encuentro vestigios<br />

de soledad comidos por la carcoma de mi ancestral deidad. No deseo ver tu alma llena de<br />

espinas y coronada, tan solo por la más débil de las ánimas. Si no deseas mi corazón quémame<br />

ya, por favor, pues no merezco esta agonía de esperar siempre tumbado en las vías, a que<br />

tu gélida boca congele mis entrañas reduciéndome al polvo que fluye por tus almas.<br />

David Iglesias Benítez<br />

67<br />

4º ESO A<br />

r elatos

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