Leonardo Sbaraglia

vidrieras
Vistiendo las cabezas
Lagomarsino, la empresa que fabrica sombreros, es la única que sobrevivió cuando este accesorio dejó de usarse.
Hoy la regentean los Riera, sexta generación en el oficio y la cuarta dentro de esta tradicional empresa.
Por María Fernanda Mainelli
dice que hay sombreros
para todos los rostros,
pero que no todos los
sombreros son para todos
los rostros. Dice que un sombrero
no es un accesorio,
sino lo que define la vestimenta
completa. Dice, también,
que al sombrero se
aprende a llevarlo con el
tiempo, y que para que de
verdad quede bien hay que
sentirlo con naturalidad.
Antonio Riera de esto algo
sabe. Es bisnieto de una
sombrerera que por 1878
fabricaba sombreros en
España, más precisamente
en Palma de Mallorca; nieto
del fundador de la casa de
sombreros Riera; e hijo de
otro sombrerero que en 1961
compró y fusionó a la
empresa familiar la clásica
casa de sombreros
Lagomarsino, fundada en
1891 por Carlos y José
Lagormarsino.
Antonio Riera cumplió sus
"primeros 69 años" el día que
C visitó su fábrica ubicada
en Lanús y mientras caminaba
enérgico entre las máquinas,
el hijo le alcanzó unos
papeles, un nieto se acercó
a saludarlo, otro lo consultó y
un sobrino le preguntó adónde
comprar inoxidables. En
Lagomarsino, entonces, ya
trabaja la cuarta generación
de sombrereros Riera en la
empresa, que es la sexta en
el rubro.
Hoy la empresa fabrica
entre 200 y 250 mil sombre-
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ros por año de 80 modelos
diferentes en fieltro, telas,
tejidos o cuero vacuno, y su
principal mercado está en el
interior del país. Hacen sombreros
para marcas como
Levi's, Tascani, Ufo,
Compañía de sombreros,
Etiqueta negra, Mimo,
Cheeky; también gorras para
las fuerzas armadas y las
fuerzas de seguridad; modelos
promocionales y para
teatro, cine y televisión. Por
ejemplo, los excéntricos
sombreros que usa Aníbal
Pachano en el Musical de
tus sueños son diseños
exclusivos de Lagomarsino.
Exportan en pequeñas cantidades
a Japón, Bélgica,
España, Francia, Italia,
Inglaterra, Estados Unidos,
Chile y Uruguay, Bolivia,
Brasil, Paraguay, Ecuador y
Costa Rica; y ahora, acaban
de sacar al mercado la primera
colección de ropa
masculina, una línea clásica
compuesta por camisas,
pantalones, sacos o camperas,
pensadas como pren-
das de corte sencillo para
que acompañen al sombrero
y no al revés.
–¿Qué sabe de los fundadores
de la empresa?
–Los Lagomarsino eran
gastronómicos, tenían un restaurante
en el centro de
Buenos Aires, al que iban
operarios, entre ellos los de
una fábrica de sombrereros
que habían venido de Italia.
En ese restaurante además
trabajaba un mozo que tenía
una característica especial:
no se quemaba con los platos
calientes porque había trabajado
mucho tiempo en la fula,
el sector donde se achica a
mano el fieltro, que antes se
hacía con agua hirviendo. Los
Lagomarsino se asociaron
con este mozo, trajeron técnicos
del exterior y abrieron la
fábrica. Fue de las primeras
de la Argentina y fue la mejor,
la que hacía los sombreros de
mejor calidad. Rolando
Lagomarsino, hijo de uno de
los fundadores, fue ministro
de Juan Domingo Perón y era
un hombre muy inquieto, trajo
CLAUDIo HERDENER
maquinarias de última generación
y puso a la fábrica a
un nivel importante para
poder exportar, y eso es lo
que nosotros quisimos continuar.
–¿Los Riera en qué tipo de
sombreros se especializaban?
–Mi abuela ya fabricaba en
España sombreros de fieltro,
calculo que en esa época
harían galeras y sombreros
de copa alta, y mi abuelo fue
especialista en galeras y
bombines. Nuestra fábrica
era buena y tradicional, pero
Lagomarsino era superior y
en un momento mi padre
tuvo la posibilidad de comprarla
y las fusionó.
Competíamos, pero como
ellos tenían más tradición y
mejor llegada decidimos
mantener el nombre y continuar
con la misma forma de
fabricación. Lagomarsino
tenía una característica que
la diferenciaba del resto de
las empresas del rubro: hacía
muy buenos sombreros urbanos,
no para el campo.
–¿Recuerda a clientes célebres?
–Cuando mi padre compró
Lagomarino, en 1961, ya no
se usaban las galeras de
copas, pero sí les manteníamos
esos sombreros a personalidades
importantes de
la política, como Juan
Hortensio Quijano, el vicepresidente
de Perón.
También le hicimos sombreros
a Arturo Frondizi, Pedro
Aramburu, Alfredo Vítolo,
ministro del Interior de
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