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traductores, vecinos del barrio, y Suleyman los<br />
recibe con los brazos abiertos. Los sufis meditan<br />
mientras cantan, meditan mientras bailan, meditan<br />
en todo momento del día y reciben a todo el<br />
mundo con los brazos abiertos. “Cualquiera<br />
puede practicar —dice él—. Los beneficios siempre<br />
son positivos, aunque dependen de cómo es<br />
la práctica. Para algunos, meditar es sinónimo de<br />
observar sus pensamientos. Ellos aprenden lo<br />
importante que es desconfiar de sí mismos. Para<br />
otros, meditar es estar atentos a la respiración.<br />
Ellos reciben control y serenidad. Algunos al<br />
meditar observan al que medita y reciben sabiduría.<br />
Y por último están aquellos que buscan fuera<br />
y dentro de sí mismos a Su Amado, queriendo<br />
meditar en toda acción solo sobre Él. Estos reciben<br />
el nombre de derviches”.<br />
En lo personal, medito desde hace cinco años.<br />
Pasé dos recitando mantras y tres desde que hago<br />
zazen y me ordené bodhisattva, un paso antes de<br />
convertirme en monje. Por la noche, me siento<br />
frente a la pared de mi habitación y la miro<br />
durante una hora. Es la forma justa de meditar,<br />
de acuerdo a la tradición del budismo zen. A cada<br />
principiante, Toshiro Yamauchi, uno de los monjes<br />
más antiguos del país, les dice: “El zazen es<br />
estar online con Dios”. Cada vez que puedo, voy a<br />
los retiros: seis horas de mirar el muro durante<br />
un día y medio, junto a unas 70 personas.<br />
Ahora bien, si hubiera invertido las horas que<br />
miro el muro en otra cosa, hoy sería experto en<br />
cine coreano. En la obra de Proust. Podría haber<br />
hecho un master en algo. Generado un negocio.<br />
Con la meditación, no recuperé el pelo. No se me<br />
fueron los lunares. Mis cálculos en los riñones<br />
siguen ahí. Y mi nariz no se achicó.<br />
No veo tele. Ahora veo paredes. Antes pensaba<br />
en triunfar. Ahora pienso en estar libre. De tanto<br />
observar el muro, sé cómo funciona mi mente y<br />
cuándo me tiende una trampa.<br />
Aunque, a veces, me pongo un poco fanático.<br />
En el super, por ejemplo, la sermoneo a mi hija de<br />
diez años: “No te dejes engañar por tu mente —le<br />
señalo—. Ves: esos cereales vienen con premio y<br />
los chicos se los llevan, no porque les gusten los<br />
cereales en sí, sino por el juguete berreta que<br />
regalan. Las compañías se aprovechan de tu<br />
mente. Tenés que despegarte y elegir los productos<br />
con tu yo auténtico”. “Papá, ¿por qué no me<br />
dejás en paz?” “Se ve —le digo yo— que todavía<br />
no estás online con Dios”. Y empujo el changuito<br />
lleno de cajitas de cereales. 2<br />
“Por la noche,<br />
me siento frente a<br />
la pared de la<br />
habitación y la miro<br />
durante una hora.<br />
No veo tele. Ahora<br />
veo paredes. Antes<br />
pensaba en<br />
triunfar. Ahora<br />
pienso en estar<br />
libre. De tanto<br />
mirar el muro, sé<br />
cómo funciona mi<br />
mente."<br />
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