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able: él era un artista y nada ni nadie podría<br />
“chupar su esencia”.<br />
Con Antonia se cruzaron en una fiesta a<br />
mediados de los noventa. “Soy músico”, le dijo y<br />
empezó a pasarle demos y videos caseros. “Pero<br />
yo no transo con el mercado. El éxito no me<br />
importa, lo hago para mí y mis amigos porque<br />
componer y tocar me hace feliz”, contaba. Esa<br />
noche sería la primera vez en miles de noches<br />
que diría “lo material no me interesa”. Era la<br />
sentencia a la horca pero Antonia creyó escuchar<br />
el sermón de la montaña: Bienaventurado<br />
seas, <strong>Leonardo</strong>, puro de corazón.<br />
Egresada de la carrera de Historia, ideológicamente<br />
comprometida con los desvalidos del<br />
mundo, Antonia lloraba con Lassie cuando era<br />
chica. ¿Cómo no enternecerse, entonces, con un<br />
joven músico incomprendido por la sociedad<br />
consumista?: “Caí en la trampa. Fue, no me<br />
arrepiento. Nos enamoramos, era muy cariñoso,<br />
hubo momentos felices… Pero un novio<br />
divertido no tiene por qué reconvertirse en buen<br />
marido. No me obligó a nada, me metí solita<br />
porque le creí su panfleto. Tampoco me engañó,<br />
¿eh? No es un hipócrita. Te diría que es un<br />
inmaduro afectivo, un adolescente eterno incapaz<br />
de registrar al otro y convencido de que<br />
todos, y yo más que nadie, debíamos comprender<br />
su espíritusensible”.<br />
Antonia le puso onda. <strong>Leonardo</strong> la llamaba a<br />
la tarde al trabajo. “Hola, linda, sé buenita,<br />
cuando venís a casa, ¿no pasás por el chino y me<br />
comprás una cervecita? ¡No sabés cómo está<br />
jugando Gaudio!” Al año de relación, había<br />
empezado la convivencia en el nuevo departamento<br />
que los padres de <strong>Leonardo</strong> le habían<br />
dado “en usufructo”. Para Antonia, significaba<br />
dejar de alquilar. Para <strong>Leonardo</strong>, pasar del dos<br />
al tres ambientes. “Lo que recibía de los padres,<br />
las cosas que ellos le, o nos, daban, él las ponía<br />
en la balanza como ‘su’ aporte. Era de los que<br />
piensan que la herencia los va a salvar”, cuenta<br />
Antonia.<br />
—La plata no importa de dónde venga; a<br />
algunos, se las da el patrón y a mí, mis viejos.<br />
—Vos tenés la suerte de que te paguen por lo<br />
que hacés pero yo no; a mí, nadie me paga por<br />
mi música.<br />
—En la historia de la humanidad, siempre<br />
una minoría, la de los artistas, fue sostenida por<br />
la mayoría, los que no lo son. Dinero y arte son<br />
contrapuestos.<br />
—Alas mujeres, las mantuvieron por siglos.<br />
¿Por qué no puede ser al revés? ¿No querían la<br />
igualdad?<br />
A ella no le molestaba discutir esas máximas.<br />
Eran preguntas provocativas que aguijoneaban<br />
a la polemista entrenada en la facultad y que<br />
llevaban al límite su lucha contra el capitalismo<br />
y el patriarcado.<br />
—No es lo mismo ganar un salario que recibir<br />
una beca familiar.<br />
—No tengo suerte sino una única opción<br />
como la mayoría de la gente: trabajar.<br />
—La historia de la humanidad está llena de<br />
artistas que se ganaron el pan o que pasaron<br />
hambre en serio.<br />
—Las mujeres trabajaron por siglos en sus<br />
casas. ¿Los hombres hacen lo mismo? ¿Los<br />
roles son intercambiables en serio?<br />
“Jajaja, un artista de la manipulación —ironiza<br />
Antonia, recordando aquellos debates—.<br />
Sinceramente, estoy de acuerdo en que la<br />
mina trabaje y sostenga la casa para apoyar al<br />
tipo que tiene un ideal, que escribe o hace<br />
música a contramano de la suerte… Yo creo<br />
—enfatiza, muy seria— en ese romanticismo,<br />
en ese amor que tiene que demostrarse en<br />
todas las circunstancias. Pero tiene que ser un<br />
trabajador en lo suyo, no un chanta. Y, sobre<br />
todo, tiene que ser recíproco y, cuando la<br />
mano cambia, que ella también tenga su oportunidad<br />
de relajarse. Cuando me quedé sin<br />
laburo, esperaba que hiciera algo. Bueno,<br />
ahora te toca a vos. Pero no, no pudo, no supo<br />
o no quiso.”<br />
Antonia se fue a llorar a la casita de los viejos.<br />
Nadie fue tan cruel como para clavarle el puñal<br />
“te lo dije”. Al tiempo, él volvió con la noticia de<br />
un empleo que le había conseguido un amigo<br />
del padre. Pero, a esa altura, ya le daba un poco<br />
de lástima. Y si hay lástima —le había enseñado<br />
una tía cómplice— “ya no sirve”. 2<br />
“Estoy de<br />
acuerdo en que la<br />
mina trabaje y<br />
sostenga la casa<br />
para apoyar al tipo<br />
que tiene un ideal,<br />
que escribe o hace<br />
música a<br />
contramano de la<br />
suerte. Pero tiene<br />
que ser un<br />
trabajador en lo<br />
suyo, no un<br />
chanta", se sincera<br />
Antonia.<br />
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