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En la pampa [microform] : narraciones guachescas de la república ...

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EN LA Pampa 163 -4<br />

caliginosa, era enteramente abrasador. El aire<br />

parecía haberse con<strong>de</strong>nsado con <strong>la</strong> Inz b<strong>la</strong>nca<br />

<strong>de</strong>l día. Y <strong>la</strong> grama, incolora al bochorno ardiente,<br />

<strong>de</strong> tan reseca se requebraba bajo el<br />

casco <strong>de</strong> los brutos.<br />

Aunque no habíamos comido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> noche<br />

anterior, no sentíamos hambre, pero si mucha<br />

sed, mucha, muchísima. Era aquel<strong>la</strong> sed, algo<br />

como un infierno que se alimentase lentamente<br />

con nuestras entrañas, con el jugo <strong>de</strong> nuestros<br />

músculos á <strong>la</strong> vez que parecía cuagu<strong>la</strong>r <strong>la</strong> sangre<br />

en nuestras venas. Y este fuego abrasador<br />

que cundía más y más por todo nuestro ser,<br />

iba resecando, escociendo como al contacto <strong>de</strong><br />

una l<strong>la</strong>ma nuestra boca, hasta el punto <strong>de</strong> que<br />

inf<strong>la</strong>mada <strong>la</strong> garganta se nos adhería, lo mismo<br />

que dos l<strong>la</strong>gas. ¡La cabeza se nos iba, y<br />

todo se multiplicaba á nuestra vistal<br />

Se me antojaba en aquel<strong>la</strong> agonía eterna,<br />

que hasta <strong>la</strong> naturaleza íbase abrasando al<br />

volcán <strong>de</strong> nuestras entrañas.<br />

Por el suelo can<strong>de</strong>nte, se <strong>de</strong>slizaban ja<strong>de</strong>antes<br />

iguanas y <strong>la</strong>gartos, que huían á nuestra presencia<br />

haciéndose pocho <strong>de</strong>scoloridos pelechos<br />

<strong>de</strong> víbora. La espadaña entre el fachinal hirsuto,<br />

aquí y allá amaril<strong>la</strong>ba en medio <strong>de</strong> fugaces<br />

reverberaciones. Las <strong>la</strong>gunas como empañado<br />

cristal centel<strong>la</strong>ban, fermentando embalsados <strong>de</strong><br />

verdinegra espuma. Los enfi<strong>la</strong>dos médanos, con<br />

sus calvas preminencias <strong>de</strong> oro calcinado, alzábanse<br />

como centauros entre espejismos ondu<strong>la</strong>ntes.<br />

A lo lejos, allí don<strong>de</strong> <strong>la</strong> gramil<strong>la</strong> acuática<br />

ver<strong>de</strong>gueaba risueña como nn oasis, con los<br />

ajones di<strong>la</strong>tados y el pico abierto, veíamos <strong>la</strong>

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