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Capítulo I - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

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El golpe en vago: cuento <strong>de</strong> la 18.ª centuria<br />

-El premio será proporcionado al acierto -contestó el joven, ya con alguna curiosidad-. No creía yo<br />

tener secreto ninguno; pero, pues usted lo dice, verdad <strong>de</strong>be ser. Y en cuanto a la otra oferta, ¿qué<br />

estoy yo pensando ahora?<br />

-Escucha, ¡oh joven! -exclamó la encantadora con mucho énfasis-: Tú piensas en este instante que<br />

estás hablando con una vieja <strong>de</strong>crépita y algo inclinada a loca.<br />

-Voto a tal, que tiene la mujer mil razones -replicó el caballero, algo sonrojado, entre mil ruidosas<br />

carcajadas <strong>de</strong> los circunstantes-.<br />

-Y que no <strong>de</strong>bo yo <strong>de</strong> estar dos <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> serlo tanto como ella, pues con esta paciencia la estoy es<br />

cuchando. Pero en cuanto a aquel secreto...<br />

-Ésa es cosa reservada -dijo la vieja-, y no tengo yo por costumbre divulgar los <strong>de</strong> nadie.<br />

-Así, pues, no hay ya secreto...<br />

-Al oído -replicó ella.<br />

Y haciendo seña a los cazadores para que se apartasen un poco, aplicó los secos labios, separando<br />

antes los rizos que la cubrían, a la oreja <strong>de</strong>l caballero. Era la forma <strong>de</strong> este vigorosa y simétrica,<br />

rutilante y penetradora su mirada, majestuoso su porte, cubierto apenas <strong>de</strong> vello el labio, y las facciones<br />

todas llenas <strong>de</strong> varonil belleza. Estaba oyendo con plácida sonrisa la comunicación <strong>de</strong> la hada, cubierta<br />

casi la frente con las rotas plumas <strong>de</strong>l sombrero, la mejilla reclinada en la mano, y el codo sobre<br />

la base <strong>de</strong> una tronchada encina, cuando, súbitamente, reponiéndose, le preguntó con admiración y<br />

vehemencia a la gitana:<br />

-¿Y pue<strong>de</strong> usted satisfacer acaso este <strong>de</strong>seo? Hágalo sin <strong>de</strong>mora, y señálese su propia recompensa.<br />

-Un po<strong>de</strong>r mayor que los que presi<strong>de</strong>n en la tierra me impone silencio -replicó la bruja.<br />

-No hay po<strong>de</strong>r que enca<strong>de</strong>ne la voluntad -continuó con mayores instancias el caballero-.<br />

Con<strong>de</strong>scienda usted, y pida.<br />

-¡Basta, joven seductor! -exclamó la hechicera-; no sigas; que temo que a pesar <strong>de</strong> mis años y mis<br />

artes me cautive la mirada <strong>de</strong> esos ojos <strong>de</strong> fuego. Toma esta banda, cíñela a tus vestidos, ve mañana<br />

mismo a la ciudad mayor que haya cerca <strong>de</strong> tu morada, frecuenta los sitios públicos, y antes que el<br />

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