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Capítulo I - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

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El golpe en vago: cuento <strong>de</strong> la 18.ª centuria<br />

tía Diega <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l primer envite <strong>de</strong> nuestro caballero. Entregado a su <strong>de</strong>molición y exterminio<br />

el hombre físico, se entretuvo el hombre intelectual en la edificación <strong>de</strong> varios castillos en el aire,<br />

tan hermosos y pausibles cual suelen salir <strong>de</strong> la imaginativa <strong>de</strong> un ingeniero <strong>de</strong> sus años. Le pasaron<br />

luego por la vista, como en un panorama, sendas hileras <strong>de</strong> antecesores gloriosos, conjurándolo con<br />

autoridad adusta y sepulcral a que no profanase la dignidad <strong>de</strong> sus nombres. Al mejor <strong>de</strong> ellos hubiera<br />

querido Carlos tirarle a la cabeza su cantimplora. Isabel, triste y abatida, pero <strong>de</strong>masiado orgullosa<br />

para confesar su dolor, se le presentó reclinada sobre un tronco figurando la primer persona <strong>de</strong>l lienzo.<br />

Detrás <strong>de</strong> ella se <strong>de</strong>scubría al padre Narciso, el recuerdo <strong>de</strong> cuya imagen añudó luego la garganta <strong>de</strong><br />

nuestro caballero, que clavando en tierra el cuchillo maquinalmente, se preguntó repetidas veces a sí<br />

mismo: «¿Por qué tomaría Isabel parte por el padre Narciso en la disputa <strong>de</strong> esta mañana?». Dejando<br />

sin resolver esta cuestión, y acordándose <strong>de</strong> la gitana <strong>de</strong>l día antece<strong>de</strong>nte y <strong>de</strong>l viaje <strong>de</strong>l momento,<br />

pasó a otras preguntas. «¿Por qué ha <strong>de</strong> ser mi palabra -<strong>de</strong>cía- menos sagrada que la <strong>de</strong> ninguno <strong>de</strong><br />

mis antecesores? ¿Ha faltado alguna vez un Garci-Fernán<strong>de</strong>z a su palabra? Yo le preguntaré esto a<br />

mi padre, y él me dirá si he <strong>de</strong> ser yo el primero que se manche con tan grave falta». En estas y otras<br />

reflexiones invadió sensiblemente sus miembros un plácido y profundo sueño.<br />

Dos horas pasaría entregado al <strong>de</strong>scanso, cuando le <strong>de</strong>spertó la súbita impetuosidad <strong>de</strong> un fuerte<br />

viento que se levantó en las montañas. Velaban el cielo voluminosas nubes, <strong>de</strong>spedía la tierra <strong>de</strong>nsos<br />

vapores, y corría más veloz y henchido el arroyo. Deseando hallar abrigo contra la tormenta que<br />

amenazaba, montó a caballo, y al empezar la marcha cayó repentinamente el viento. Empezó el<br />

distante horizonte a encen<strong>de</strong>rse en relámpagos, que multiplicándose y extendiéndose rápidamente por<br />

todos los ángulos <strong>de</strong>l cielo, brillaba éste como <strong>de</strong>vorado por un fuego general y espantoso. Profundos<br />

y prolongados truenos reverberaban en las montañas y parecían arrancarlas <strong>de</strong> sus cimientos. Se<br />

<strong>de</strong>rramaban mangas <strong>de</strong> eléctrico por toda la tierra, que envolvieron súbitamente las florestas en<br />

ondulantes llamas, mientras el silbido aterrador <strong>de</strong>l rayo se oía a veces <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos, <strong>de</strong>spedazando<br />

su furia po<strong>de</strong>rosas rocas, y reduciendo a polvo las más robustas encinas. Cerca <strong>de</strong> una hora duró<br />

este conflicto sublime <strong>de</strong> los elementos. Empezaron luego las nubes a disolverse en copiosa lluvia.<br />

Se inundaron los valles: los receptáculos <strong>de</strong> las cimas <strong>de</strong> las montañas rebosaron, y precipitándose<br />

las aguas por las vertientes y la<strong>de</strong>ras, arrastraban consigo los arbustos, las piedras y los troncos. En<br />

el progreso <strong>de</strong> esta escena <strong>de</strong> ruinosa magnificencia empezó el velo <strong>de</strong> la noche a exten<strong>de</strong>rse por<br />

el hemisferio oriental, y no tardó muchos instantes en cubrirse <strong>de</strong> tinieblas el potente furor <strong>de</strong> la<br />

naturaleza.<br />

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