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Brunner, John - Todos Sobre Zanzibar - Universidad del Cauca

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<strong>Todos</strong> sobre Zanzíbar <strong>John</strong> <strong>Brunner</strong><br />

La población <strong>del</strong> planeta Tierra se contaba por muchos miles de millones.<br />

Beninia, gracias a las fronteras trazadas a tiralíneas en el mapa por el gobierno colonial,<br />

sólo tenía novecientos mil habitantes.<br />

La riqueza de planeta Tierra era inconcebible.<br />

Beninia, por el mismo motivo, tenía algo menos de lo necesario para salvar a su gente de la<br />

inanición.<br />

El tamaño <strong>del</strong> planeta Tierra era... suficientemente grande, hasta el momento.<br />

Beninia estaba en un pozo y colgando de un hilo, y las paredes se estaban cerrando.<br />

Oyó en la memoria los argumentos, suaves y convincentes.<br />

Con acento francés: La geografía está de nuestra parte; la estructura <strong>del</strong> terreno indica<br />

que Beninia debe unirse lógicamente con Dahomalia: los valles de los ríos, los pasos de<br />

las colinas, los...<br />

Con acento inglés: La historia está de nuestra parte; compartimos el mismo idioma<br />

común: en Beninia, los shinka hablan con los holaini, los inoko con los kpala, en la misma<br />

lengua con que los yoruba se dirigen a los ashanti; unios con la Sociedad Nacional<br />

Africana <strong>del</strong> Oeste y sed otro SO.N.A.D.O. ...<br />

Bruscamente, la rabia se apoderó de él. Golpeó la pila de papeles con la mano abierta y<br />

saltó en pie. El otro hombre de la habitación le imitó, el rostro mostrando alarma. Pero no<br />

tuvo tiempo de hablar antes de que el Sr. Presidente saliera en dos zancadas de la sala.<br />

En una de las cuatro altas torres <strong>del</strong> palacio, en el lado de la isla desde el cual se podía<br />

dirigir la vista al verde exuberante de las colinas Mondo y sentir la árida desolación <strong>del</strong><br />

Sahara mucho más lejos, había una habitación de la cual sólo el Sr. Presidente tenía la<br />

llave. Un guardia, en la intersección de dos pasillos, le saludó con un rápido movimiento<br />

de la lanza ceremonial; él le correspondió con un gesto y continuó.<br />

Como siempre, cerró con llave la puerta tras él antes de encender la luz. Estuvo durante<br />

algunos segundos en total oscuridad; después apoyó la mano sobre el interruptor y<br />

parpadeó con su único ojo ante el brillo súbito.<br />

A su izquierda, reposando en una mesa baja contigua a un cojín sobriamente relleno, una<br />

copia <strong>del</strong> Corán, encuadernada en cuero verde y escrita a mano con caracteres árabes de<br />

oro, enumeraba los cuarenta y nueve nombres sagrados <strong>del</strong> Todopoderoso.<br />

A la derecha, un prie-dieu de ébano labrado al modo tradicional de Beninia hacía frente a<br />

una pared de la que colgaba un crucifijo. La víctima clavada a la madera era tan negra<br />

como ésta misma.<br />

Y, frente a la puerta, máscaras negras, lanzas cruzadas, dos tambores y un brasero de un<br />

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