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Brunner, John - Todos Sobre Zanzibar - Universidad del Cauca

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<strong>Todos</strong> sobre Zanzíbar <strong>John</strong> <strong>Brunner</strong><br />

Apareció la luz de descenso <strong>del</strong> ascensor y sonó una débil campanilla. Norman volvió su<br />

atención al aquí y ahora. Encima de la puerta, un reloj conectado, como todos los ,de la<br />

torre TG, al famoso cronómetro maestro de critonio indicaba las 12,44 PapáMamá. Si<br />

dejaba que la chica tomara el ascensor hacia abajo llegaría un estudiado minuto tarde al<br />

almuerzo con los Personajes Altamente Importantes.<br />

Eso debía de ser más o menos lo correcto.<br />

Cuando llegó la cabina cedió el paso a la chica con un gesto.<br />

—Yo subo —le dijo.<br />

Promoción en perspectiva o no, lo decía en serio.<br />

Salió al piso presidencial los pocos momentos previstos por detrás <strong>del</strong> tiempo teórico. La<br />

hierba sintética susurraba bajo sus pies mientras se dirigía hacia el grupo reunido a un lado<br />

de la piscina. Cuatro de las chicas más esbeltas de la empresa se divertían, desnudas, en el<br />

agua. Pensó en preguntar la conocida broma: «¿Por qué no intenta TG lanzar al mercado<br />

tíos de compañía?», y le costó trabajo contener la risa mientras le saludaba la propia Vieja<br />

TG.<br />

Con sólo mirar a Talona Georgette Maleche uno no se podía imaginar que era al mismo<br />

tiempo una persona extraordinaria y un extraordinario artefacto. A uno le tenían que decir<br />

que tenía noventa años. En el peor de los casos aparentaba sesenta: llena, atractiva,<br />

coronada con una cantidad suficientemente grande de su propio cabello castaño para<br />

desmentir la antigua acusación de que era más varón que mujer. Cierto que un examen de<br />

cerca de su pecho podría revelar la discontinuidad que <strong>del</strong>ataba su utilización de un<br />

tranquilizador cardíaco, pero hoy día eran muchos los que llevaban tales aparatos al llegar<br />

a la edad de setenta años o incluso menos. Sólo un fisgoneo intensivo había llevado a<br />

Norman a saber <strong>del</strong> transplante de tejido pulmonar, de las válvulas arteriales de plástico,<br />

<strong>del</strong> injerto de riñón, de las sujeciones óseas de metal y de las cuerdas vocales substituidas<br />

como consecuencia <strong>del</strong> cáncer.<br />

Según estimaciones de confianza, era algo más rica que la familia real británica. Una<br />

opulencia como ésa podía comprar salud, aunque sólo fuera a plazos.<br />

Con ella se encontraban Amílcar Waterford, el tesorero de la Compañía, mucho más joven<br />

que la Vieja TG pero de aspecto mayor; Rex Severo, V.Pres. ejecutivo a cargo de<br />

Planificación y Proyectos, hombre de la misma estatura y constitución de Norman que<br />

mostraba unos mostachos a lo Dundreary y lo que los Hijos de X denominaban<br />

despectivamente un «color de piel no guerrillero» y un afro cuyos rasgos se ajustaban a un<br />

molde tentadoramente familiar, aunque no era nadie a quien Norman hubiera visto por la<br />

torre de TG antes: cincuentón, rechoncho, calvo, barba kenyata, de aspecto cansado.<br />

Norman consideró una nueva explicación para haber sido invitado a este almuerzo. La<br />

última vez que se había encontrado con un extraño de edad mediana en un acto semejante<br />

se había tratado de un almirante retirado a quien TG pensaba incluir en la Directiva por sus<br />

servicios en establecimiento de contactos. En cambio, se había pasado a un fabricante de<br />

turbonaves, con lo que aquello quedó en nada. Pero si este caso era similar a aquél,<br />

Norman se iba a mostrar tan insolente como pudiera permitirse sin poner en peligro su<br />

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