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Los invitados a las bodas - Iglesia Evangélica Bethel

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Dios. Tampoco nos hace mejores el haber estado a la par de los grandes evangelistas. <strong>Los</strong><br />

privilegios externos no nos hacen mejores a los ojos de Dios.<br />

2- Lo que Dios desea es el arrepentimiento.<br />

Según <strong>las</strong> palabras que el Señor pronunció, aprendemos que lo único que puede cambiar<br />

la posición humana ante Dios es el arrepentimiento. No importa que <strong>las</strong> ciudades hayan<br />

sido tan perversas como Sodoma o Gomorra, si el<strong>las</strong> se hubiesen arrepentido tiempo sería<br />

que hubieran gozado de <strong>las</strong> misericordias del Señor. Pero, por otra parte, <strong>las</strong> ciudades<br />

pueden ser muy religiosas y haber tenido muchos privilegios como Corazín o Betsaida,<br />

pero si no se arrepiente su condenación será semejante o peor que la de aquel<strong>las</strong> ciudades.<br />

Tal como lo dijo el Maestro: “En el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón,<br />

que para vosotras” (v. 14). Cuidemos nuestras almas no sea que al igual que estas<br />

ciudades que no se arrepintieron, nosotros permanezcamos también insensibles al<br />

llamado de Dios por estar confiando en cierta cualidad religiosa que nos distingue de los<br />

demás.<br />

3- <strong>Los</strong> mensajeros son semejantes a su Señor.<br />

Nuestro Señor Jesucristo igualó su ministerio al que desempeñarían sus enviados. El dijo:<br />

“El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el<br />

que me desecha a mí, desecha al que me envió” (v. 16). Tal vez hay personas que piensan<br />

que el<strong>las</strong> jamás rechazarían un llamado de Cristo tal como lo hicieron Corazín y Betsaida;<br />

pero, esas mismas personas son <strong>las</strong> que repetidas veces han endurecido su corazón ante el<br />

llamado que hacen los ministros del Señor. Pero, no se puede rechazar a los siervos de<br />

Dios sin rechazar a Dios mismo. Cualquiera que se niega a seguir a Cristo a partir del<br />

llamamiento que le formula un predicador del evangelio es como si rechazara un<br />

llamamiento que le estuviera haciendo el mismo Cristo. Por eso es que el Señor dijo: “El<br />

que a vosotros desecha, a mí me desecha” (v. 16). No importa qué privilegios externos<br />

una persona pueda tener con respecto al evangelio, si se niega a acatar el consejo del<br />

evangelio que le es predicado es como si rechazara al mismo Señor, y, sin importar su<br />

religiosidad, le acontecerá como a Capernaum: “Tú, que hasta los cielos eres levantada,<br />

hasta el Hades serás abatida” (v.15).<br />

APLICACION<br />

A la luz de la enseñanza que hoy hemos presentado, debemos examinar nuestros<br />

corazones para saber si estamos esperando en el Señor como él desea. Recordemos que<br />

no podemos confiarnos de ningún privilegio religioso si no nos hemos arrepentido con<br />

sinceridad. De nada vale que se tengan muchos nexos religiosos, lo que Dios desea es un<br />

cambio sincero de vida.<br />

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