Los invitados a las bodas - Iglesia Evangélica Bethel
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tampoco rechazan a Dios ni desean alejarse de él; pero, la pretendida independencia<br />
no es más que el primer paso en el camino a la ruina espiritual.<br />
2- El subsecuente alejamiento.<br />
Cuando una persona ha decidido hacer <strong>las</strong> cosas a su manera no tardará mucho en<br />
alejarse definitivamente de Dios. Con respecto al hijo que tenía ya en sus manos sus<br />
bienes la Escritura dice: “No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se<br />
fue lejos a una provincia apartada” (v.13). Esta es la historia que se ha repetido una y<br />
otra vez en el caso de muchas personas que quisieron hacer <strong>las</strong> cosas a su manera, “no<br />
muchos días después” se fueron lejos de Dios. Estando ya alejados de Dios solamente<br />
les queda un camino: vivir perdidamente desperdiciando sus bienes. <strong>Los</strong> que<br />
comenzaron por un “inocente” deseo de independencia siempre terminaron en la<br />
perdición.<br />
3- El hambre espiritual.<br />
Aunque el hombre muchas veces piensa que el vivir perdidamente le va a significar<br />
muchos placeres y satisfacciones, lo cierto es que no mucho tiempo después de vivir<br />
al propio antojo, <strong>las</strong> cosas que antes se deseaban comienzan a fastidiar. Entonces es<br />
cuando se descubre un vacío espiritual que se traduce en una hambre que no puede<br />
ser satisfecha con una vida de perdición. Tal fue el caso del hijo pródigo: “Cuando<br />
todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a<br />
faltarle” (v.14). En la provincia del alejamiento de Dios siempre hay hambre<br />
espiritual.<br />
4- La ruina total.<br />
Si a pesar del hambre espiritual el hombre no se vuelve a Dios tan sólo le queda una<br />
alternativa: tocar fondo: Esta fue la experiencia del pródigo. Terminó pobre,<br />
despreciado, cuidando cerdos y deseando comer algarrobas (vs. 15-16). Después de<br />
haber gustado el buen pan de la casa del padre, ahora, no tenía más consuelo que<br />
desear la comida de los cerdos. Pero su desgracia era tal que nadie le daba ni siquiera<br />
de <strong>las</strong> algarrobas. Todos aquellos que, gradualmente, comenzaron a alejarse de Dios<br />
pronto se sorprenderán de lo bajo a donde habrán caído. Soltarse de la mano de Dios<br />
significa deslizarse en una caída que no tiene asideros, no hay manera de detenerse<br />
sino hasta en el fondo.<br />
APLICACIÓN<br />
Ante la solemne advertencia que nos presenta la experiencia del hijo pródigo<br />
aprendamos a tener un cuidado detallado de todos los aspectos de nuestra vida. ¿Hay<br />
alguna área en que nos estemos inclinando hacia una independencia de Dios? ¿Hemos<br />
querido hacer <strong>las</strong> cosas a nuestra manera en lugar de sujetarnos a los preceptos<br />
divinos? Recordemos que cuando se trata de alejarse de Dios no puede haber un<br />
desprendimiento “controlado”. Nadie que se aleja de Dios puede tener más control de<br />
sí mismo, pues, el que hace pecado, esclavo es del pecado (Jn.8:34). Pero aún para los<br />
que han tocado fondo hay todavía esperanza: volver a la casa del Padre. Esto lo<br />
podernos hacer a través del Salvador Jesucristo.<br />
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