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Los invitados a las bodas - Iglesia Evangélica Bethel

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primeros como éste último no tenían intenciones de asistir a la gran cena, así que<br />

inventaron <strong>las</strong> excusas que más les convenían. Igual sucede, en el presente, con<br />

personas que argumentan que tienen que trabajar, que no poseen tiempo suficiente,<br />

que tienen que hacer esto o aquello, etc. En realidad, esto no es más que excusas que<br />

lo único que pretenden es ocultar la verdadera razón: una falta de aprecio hacia la<br />

invitación que el Gran Dios nos hace.<br />

2-La indiferencia humana enoja a Dios.<br />

Cuando los siervos regresaron con <strong>las</strong> excusas de los <strong>invitados</strong> el padre de familia se<br />

llenó de enojo. “Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Vé pronto por<br />

<strong>las</strong> plazas y <strong>las</strong> calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los<br />

ciegos” (v.21). Notemos que el desprecio que los hombres hicieron de la invitación<br />

motivó el enojo de Dios. Si el hombre no atiende con la debida responsabilidad el<br />

llamado de Dios no puede esperar más que su justo enojo. Este es un asunto en el que<br />

no podemos estar jugando. El llamado de Dios es serio, es la razón de nuestro existir,<br />

es el clímax de nuestra historia; y, si no apreciamos debidamente tal llamamiento,<br />

bajo la excusa que sea, la ira de Dios será la respuesta a nuestra rebelión.<br />

3-Otros tomarán nuestro lugar.<br />

Por supuesto que la indiferencia humana no frustra los planes de Dios. El ha decidido<br />

tener una gran cena y la tendrá, con los <strong>invitados</strong> o sin ellos. La Escritura dice: “Dijo<br />

el señor al siervo: Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para<br />

que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron<br />

convidados, gustará mi cena” (vs.23-24). Dios siempre tendrá su cena, el hecho es si<br />

hemos de participar dé ella o no. Si nosotros no atendemos la invitación hay pobres,<br />

mancos y cojos de sobra para tomar nuestro asiento. La cena ya está dispuesta, <strong>las</strong><br />

invitaciones han sido hechas ¿Cuál será entonces nuestra respuesta? ¿Dejaremos que<br />

otro tome nuestro lugar? ¿Despreciaremos la invitación de Dios?<br />

APLICACIÓN<br />

Las excusas de aquellos hombres no justificaban su proceder. Aun cuando hubiesen<br />

sido ciertas todas sus historias, no podía despreciarse la invitación del Señor ni por<br />

una hacienda ni por unos bueyes. Ni siquiera se debía despreciar por causa de la<br />

esposa, ya que el Señor Jesús enseñó que nuestro amor por él debe ser superior al<br />

amor que debemos a la familia. El dijo: “El que ama a padre o madre más que a mí,<br />

no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mi”<br />

(Mt. 10:37). De manera que no hay razón alguna que nos justifique ante Dios para<br />

rehusar su llamado. Sólo hay una alternativa y esa es: obedecer a su evangelio.<br />

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