Primo Jim Tanya Huntington Hyde - Literal
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Vázquez ya cambió de liga: en las cosas internacionales,<br />
a él lo ponen en el hotel de los escritores globales. Es<br />
curioso: puedes conseguir sus novelas en Bristol y no en<br />
la ciudad de México, lo cual habla del ojazo de nuestros<br />
editores, que obviamente no leen ni lo que les llega de<br />
la misma casa, porque nadie se puede quedar callado<br />
ante La historia secreta de Costaguana. Lo mismo pasa<br />
con Daniel Alarcón: lo están leyendo por todo el mundo<br />
y aquí tienes que comprar sus libros por Amazon; si no<br />
lees inglés: adiós. Pedro Mairal, porteño, tiene qué decir.<br />
Iván Thays eventualmente va a escribir una gran novela:<br />
es demasiado neurótico para no hacerlo. Roncagliolo es<br />
una máquina de contar. Antonio Ungar tiene un libro<br />
perfecto: Las orejas del lobo. Vi una pila de ejemplares<br />
hace unos días en el altar de los ultrarrecomendados de<br />
la librería Mollet de Burdeos y aquí no lo puedes leer a<br />
menos que él mismo —o su editor colombiano— te lo<br />
mande por correo. Por otro lado, ¿qué quieres que te<br />
diga?, siempre he sido un freack y un desvalagado: si<br />
38 4 LITERAL. LATIN AMERICAN VOICES FALL, 2008<br />
no están mi mujer y mis hijos, prefi ero desayunar solo;<br />
en una estación de radio en la que trabajé años me decían<br />
“El Refri”; durante la licenciatura en la Ibero, que<br />
es básicamente un club de conversación, no hablé con<br />
casi nadie y casi nadie me habló. Me cuesta mucho relacionarme,<br />
por eso la gente piensa que soy un mamón;<br />
las mesas con más de cuatro comensales me siguen intimidando<br />
y los cubanos me dan terror. Y si nos ponemos<br />
analíticos, verás que las afi nidades de las que te hablaba<br />
al principio conectan con lo de desayunar solo: cuando<br />
menos Thays, Ungar, Zambra y Vázquez son también<br />
unos freacks de cepa.<br />
DMP: Me consta que sí lees a tus vecinos ya que<br />
ejerces la crítica desde hace rato... Ahora bien, cuando<br />
leí los relatos de Hipotermia y tu novela recién publicada,<br />
Vidas perpendiculares, me pareció advertir una presencia<br />
muy fuerte del pasado, no únicamente en el nivel<br />
anecdótico (la última es una autobiografía con nueve<br />
vidas, las de Jerónimo el protagonista) sino, sobre todo,<br />
en el terreno del “diálogo con los difuntos”. ¿Me equivoco?<br />
Incluso te diría que encontré más de alguna coincidencia<br />
estructural con Morirás lejos de Pacheco.<br />
Pero en general disfruto escribiendo narrativa, y más todavía novela. Con los cuentos<br />
tengo una especie de compromiso con la intimidad que hace que escribirlos sea un poco<br />
más angustioso: dicen lo que pienso. La novela no, porque los personajes me son abso-<br />
lutamente ajenos: sus barbaridades me dan risa. Si hubiera que gradar, diría que lo más<br />
placentero es escribir novelas, que escribir cuentos es difícil y que la crítica me saca sangre<br />
por litro.<br />
ÁE: No había pensado en Morirás lejos, pero sería<br />
probable. José Emilio es mi maestro, en el sentido clásico<br />
de la palabra: el conversador que me formó. La estructura<br />
de Vidas perpendiculares —no hay por qué ocultarlo—<br />
es la de El maestro y Margarita, de Bulgakov: dos partes<br />
violentamente desproporcionadas y un relato central que<br />
hace de núcleo del que emanan los demás. Las interferencias<br />
del pasado en el presente de Jerónimo funcionan<br />
como las apariciones de Satanás en la novela rusa: en la<br />
primera parte hay una historia central con intervenciones<br />
anecdóticas y, en la segunda, se invierten los términos.<br />
Pero Bulgakov es nuestro contemporáneo aunque esté<br />
muerto. Los verdaderos difuntos están más lejos.<br />
Es interesante que metas a Hipotermia aquí porque<br />
yo los veo como libros siameses: Vidas perpendiculares es<br />
una novela que se desintegra en cuentos, e Hipotermia<br />
unos cuentos que integran una novela. Lo que en Vidas...<br />
es trama, en Hipotermia es idea —en términos, digamos,<br />
aristotélicos—. En el sentido anterior, el libro de cuentos