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1874 - Diputación Provincial de Almería

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El Gordito.<br />

espadas, el <strong>de</strong> la izquierda Antonio Carmona (apodado el<br />

Gordito), y el <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha Vicente Villaver<strong>de</strong>. Vestidos<br />

<strong>de</strong> raso <strong>de</strong> seda ver<strong>de</strong>, azul, rosa, violeta, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cuello<br />

a las rodillas.- ¿De raso? Sería necesario <strong>de</strong>cir cubiertos<br />

<strong>de</strong> oro, tantos y tales son los bordados, las lentejuelas,<br />

los ribetes, los colgantes que les cubren los hombros, el<br />

pecho, la espalda, los brazos, la parte <strong>de</strong>lantera <strong>de</strong> los<br />

muslos hasta la rodilla; <strong>de</strong> la rodilla al pie medias blancas<br />

que ciñen dos pantorrillas nunca vistas; en la cabeza un<br />

gorro <strong>de</strong> pelo negro, la montera, un faja <strong>de</strong> seda en la cintura<br />

y en la mano una capa <strong>de</strong> raso <strong>de</strong> seda, igualmente<br />

cubierto <strong>de</strong> bordados <strong>de</strong> oro: aquí tenéis <strong>de</strong> manera sencilla<br />

el retrato <strong>de</strong> los espadas, hombres vigorosos, nuevos<br />

Hércules <strong>de</strong> la fábula mitológica, nacidos para domar al<br />

enorme Toro <strong>de</strong> Creta o estrangular al León <strong>de</strong> la floresta<br />

Nemea; gente que gana la bagatela <strong>de</strong> veinte o treinta<br />

mil francos al año, respetados, idolatrados, llevados entre<br />

1875<br />

Giuseppe GARZOLINI<br />

356<br />

algodones por toda España. Detrás <strong>de</strong> ellos los ban<strong>de</strong>rilleros<br />

y los capeadores, doce o catorce jovenzuelos todos<br />

<strong>de</strong> raso y oro, ligeros, ágiles, <strong>de</strong> miembros robustos, pero<br />

elegantes como ningún otro, gallardos, cuello musculoso<br />

como los espadas: entran con paso lento y majestuoso,<br />

<strong>de</strong> manera que con cada cambio <strong>de</strong> paso se nos revelan<br />

a la mirada, al margen <strong>de</strong> los trajes bien ceñidos, ciertas<br />

marcas <strong>de</strong> haces musculares que Canova, al verlos, per<strong>de</strong>ría<br />

los estribos sin más consejo. Luego los picadores a<br />

caballo, igualmente ornados <strong>de</strong> oro, pero con apariencia<br />

más guerrera. Son hombres fornidos, verda<strong>de</strong>ros colosos,<br />

no tanto por su aspecto como por sus acciones. Tienen<br />

pechos anchos, hombros po<strong>de</strong>rosos y brazos <strong>de</strong> hierro.<br />

Visten una chaquetilla <strong>de</strong> paño o terciopelo, muy corta,<br />

bordada, calzones <strong>de</strong> piel, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el pie a los muslos embutidos<br />

en esparto y revestidos <strong>de</strong> láminas <strong>de</strong> hierro y <strong>de</strong><br />

plomo, contra los cuales nada pue<strong>de</strong>n los cuernos <strong>de</strong> los<br />

toros; en la cabeza un gran sombrero <strong>de</strong> ala ancha, en el<br />

puño una gran pica y en el pecho un valor digno <strong>de</strong> toda<br />

maravilla. En seguida, los chulos: una brigada <strong>de</strong> criados<br />

que siempre están preparados para proveer las capas, las<br />

picas, para golpear a los caballos cuando se muestran<br />

reacios o moribundos, para levantar a los picadores caídos<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> los caballos, para cubrir con tierra las manchas<br />

<strong>de</strong> sangre sobre el albero o quitar cualquier otra cosa.<br />

Cerrando la comitiva, las mulas, enjaezadas, franjeadas y<br />

engalanadas, las cuales arrastrarán fuera <strong>de</strong> la Plaza a los<br />

caballos muertos y a los toros sacrificados.<br />

Atraviesan todos juntos el ruedo, se dirigen hasta<br />

el palco <strong>de</strong>l Alcal<strong>de</strong>, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l cual se <strong>de</strong>tienen para<br />

pedir la llave <strong>de</strong>l toril, que inmediatamente les es entregada.<br />

Entonces la cuadrilla se disuelve, se dispersa;<br />

los dos caballeros se alejan <strong>de</strong>l ruedo; los capeadores y<br />

los ban<strong>de</strong>rilleros agarran las capas, y cuatro picadores<br />

están ya preparados, próximos a la barrera con la lanza<br />

en guardia. Cesa todo murmullo, doce mil ojos se dirigen<br />

hacia un solo punto, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l toril, la puerta por<br />

don<strong>de</strong> <strong>de</strong>be entrar el toro. Suena la trompeta. ¡Silencio!<br />

La puerta se abre: se oye un mugido: un hombre<br />

lleva en la mano un escarapela en la que está escondida<br />

una saeta que será clavada en las carnes <strong>de</strong>l toro; aquel<br />

hombre se inclina, levanta el brazo…abajo con una<br />

contun<strong>de</strong>nte palmada… ¡Oh! Una masa enorme, salvaje,<br />

irrumpe en la plaza; es el toro, y lleva la escarapela<br />

clavada en medio <strong>de</strong>l lomo. Un solo grito, inmenso,<br />

es el saludo.- Hermoso toro, buen bicho, Eviva. Sale<br />

furibundo, y parece que quiera <strong>de</strong>rribar el mundo; <strong>de</strong><br />

repente se <strong>de</strong>tiene como aturdido por el espectáculo<br />

que tiene <strong>de</strong>lante; gira la cabeza primero a la <strong>de</strong>recha,<br />

<strong>de</strong>spués a la izquierda, tampoco él compren<strong>de</strong> qué

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