REVISTA CRISTIANA - Fundación Federico Fliedner
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R e v is t a C r is t ia n a . 275<br />
de 1854 me invitaron para que diera en Ginebra unas conferencias públicas acerca<br />
del influjo del Cristianismo en los destinos de la sociedad. Me fue menester<br />
abarcar de una sola ojeada todo el desarrollo de la historia durante diez y ocho<br />
siglos. Yo reconocí que toda novedad no era progreso, que en la marcha de la sociedad<br />
hay caídas, retrocesos, aberraciones de la conciencia, debilitaciones de la<br />
opinion pública; pero que, esto no obstante, si uno considera los grandes movimientos<br />
y largos períodos, se ven crecer y crecer progresivamente, en la ley y en<br />
•las costumbres, la dignidad, la justicia y la benevolencia. Yo reconocí que aunque<br />
las aguas de los rios descienden á los abismos del Océano, la ola humana, si bien<br />
refluye á menudo, se remonta, sin embargo y despues de todo, hacia el cielo. Desde<br />
entonces para acá, sin querer aclamar toda innovación, sin renunciar al derecho<br />
imprescriptible de condenar las novedades perniciosas y de protestar contra<br />
los triunfos injustos, he creído seriamente en el progreso, y esta impresión no se<br />
ha borrado jamás. He sido vencido por la verdad.<br />
Mas ¿de dónde viene el progreso? Yo os lo he dicho. El terreno humano ha<br />
sido preparado por el trabajo de la conciencia y las reflexiones de los sabios; mas<br />
la sabiduría antigua halló la luz sin encontrar el poder. Ella no logró suministrar<br />
al género humano un principio durable de vida. El germen de la verdadera fuerza<br />
ha sido depositado en la tierra por la palabra cristiana. Desde entonces el árbol<br />
del bien ha crecido. Puede cubrirse de musgo, de muérdago, de ramos marchitos,<br />
mas la sávia de una juventud eterna circula en su tronco. El árbol parece<br />
bastante joven á quienquiera que entrevé las proporciones indicadas por su naturaleza,<br />
y los que desprecian su sombra se parecen á los hombres que desdeñan la<br />
encina secular que ha sombreado á sus mayores, y que puede extender sus ramajes<br />
á las generaciones venideras, para sembrar en áridos arenales bellotas ya<br />
secas.<br />
Nosotros tenemos dos instintos; la afición al pasado, y la afición al porvenir;<br />
y estos dos instintos son igualmente verdaderos. Sin hacernos ninguna ilusión,<br />
sin esperar de las sociedades de la tierra lo que la tierra jamás podrá realizar;<br />
sin perder de vista los terremotos, las tempestades, las catástrofes que puedan<br />
sobrevenir, y que tal vez están próximas, es menester reconocer que las sociedades<br />
humanas tienden á ofrecer un reflejo ménos y ménos imperfecto del reino del<br />
bien. Mas el porvenir procede del pasado; el progreso es el desarrollo de gérmenes<br />
puros depositados en la tradición. Nuestra afición á lo que fué y nuestro deseo<br />
por la novedad se concilian en el apego á una tradición sostenida y depurada,<br />
y sostenida con tanta más seguridad por cuanto es* depurada con el mayor esmero.<br />
La división de los hombres en dos bandos, uno que quiere conservarlo todo<br />
y otro que todo quiere destruirlo, esta división que se manifiesta en todo— desde<br />
las querellas de una aldea hasta los disturbios de los imperios, y desde la conversación<br />
de los individuos hasta el combate del mundo de las ideas— esta división,<br />
digo, no tiene una razón de ser legítima. La lucha de los partidos exclusivos es<br />
quizá natural á nuestros corazones malos, porque es la lucha de pasiones y de intereses<br />
bastardos. Mas ¿no habéis visto la aurora de mejores dias cada vez que<br />
os habéis despojado de esas pasiones y de esos intereses bastardos? Innovadores,<br />
¿queréis vosotros entonces destruir el bien del pasado y renunciar á la herencia<br />
de los siglos? Conservadores, ¿queréis vosotros entonces detener la obra del presente<br />
é impedir que el bien crezca en lo sucesivo? No, señores, entre las banderas<br />
de estos dos bandos hostiles, existe un tercer partido, el de los hombres que, con<br />
el trabajo del presente quieren prepararse para el porvenir, para el desarrollo de<br />
todo el bien del pasado y la destrucción creciente del mal. Este es el partido de<br />
la paz, de la justicia y de la verdad. Este es el porvenir: saludémoslo con una es