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Estudios Revista Ecléctica. Número 159 - Christie Books

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LA BELLEZA POR ENCIMA DE LA LEY<br />

Friné ante la justicia<br />

BRILLABA el sol sobre la pequeña ciudad de<br />

Tespias, en donde los Templos de las Musas<br />

ostentaban un blanco tan deslumbrante,<br />

cuyo fulgor el ojo humano soportaba apenas.<br />

Allí, el culto de las Musas era la única actividad.<br />

Los peregrinos acudían durante todo el<br />

año al monte Helicón, que semejaba haber sido<br />

levantado en el lugar por un artista como un<br />

marco apropiado para aquel grupo de monumentos<br />

cuyo marmóreo candor y brillantez de colorido<br />

inspiraban una indescifrable impresión de<br />

algo festivo y apacible a la vez.<br />

De tarde en tarde podía oírse la voz de una<br />

muchacha que emergía de los macizos de alcaparra.<br />

Centenares de ellas se diseminaban por el plantío,<br />

para recoger los botones de la flor comestible.<br />

La pobreza las hermanaba, y nadie hubiera sospechado<br />

que la pequeña Mnesarete, la más pobre<br />

de todas, estaba destinada, apenas traspuesto el<br />

umbral de la pubertad, a hacerse digna de gloria<br />

imperecedera.<br />

Su sorprendente belleza debe de haberse comentado<br />

entre las gentes de su piase, pero nada<br />

importante le acaeció hasta el día de las festividades<br />

de Poseidón, en que escaló el primer peldaño<br />

de lo que había de ser su agitada vida.<br />

Desde Atenas, Falerum y la isla de Salamis, la<br />

gente se dirigía a Eleusis y se agrupaba en la<br />

playa. De pronto, unos gritos atrajeron la atención<br />

de todos sobre cierto grupo de muchachas.<br />

Algunas decían: «¿Qué es lo que haces, Mnesarete?<br />

¿Te ha trastornado el sol?»<br />

Precediendo a sus compañeras, una de las niñas<br />

corría, riendo y abandonando una a una, en<br />

las manos de sus amigas, sus ropas. Se detuvo en<br />

la orilla, dejó que la túnica cayese a sus pies,<br />

desató sus cabellos y, antes de que nadie pudiera<br />

contenerla, se hundió entre las ondas.<br />

Mientras los espectadores formulaban comentarios,<br />

un hombre triste y solo no había perdido<br />

de vista ni un segundo a la fulgurante cabecita<br />

que aparecía y desaparecía entre las aguas. Fue<br />

el primero en salir luego a su encuentro, abriéndose<br />

paso a empujones a través de la multitud<br />

con un aire tal de autoridad que la gente empezó<br />

a preguntarse quién sería. Muy pronto un nombre<br />

fue pronunciado por alguien que aseguraba conocerlo<br />

; pero el individuo permaneció aparte,<br />

en tanto que la joven, envuelta en la gloria de<br />

su belleza, emergía lentamente del mar.<br />

También ella fijó su atención en el que la<br />

miraba a distancia en forma respetuosa.<br />

El le pidió que permaneciese un instante en<br />

donde estaba. La muchacha obedeció, sin saber<br />

© faximil edicions digitals 2006<br />

por qué, hipnotizada por los ojos del gran Apeles,<br />

que diseñaba en su imaginación líneas que<br />

nunca se ponderaron bastante.<br />

Más tarde, Mnesarete se convirtió en el objeto<br />

de las preferencias de los amigos de Apeles. Los<br />

poetas le leían sus composiciones, los historiadores<br />

le narraban las hazañas de los héroes griegos.<br />

Mnesarete jamás se cansaba de escuchar. Absorbía<br />

todo el tesoro de sus talentos con el típico<br />

interés de esas naturalezas nacidas con una inherente<br />

pasión por todo lo que sea bello y delicado.<br />

Apeles había empezado ya su cuadro inmortal<br />

en que Afrodita surge del mar.<br />

El episodio de la playa de Eleusis, insignificante<br />

en apariencia, había sido útil a la inspiración<br />

divina que hace de un hombre un símbolo.<br />

Tales fueron los principios de las relaciones<br />

entre el pintor y Mnesarete, que luego se llamó<br />

Friné.<br />

Plinio, que nos ha proporcionado una lista<br />

exacta de los principales trabajos de Apeles, asegura<br />

que aquel cuadro fue su máxima obra de<br />

arte. No le faltó a Friné su parte en el éxito.<br />

Desde entonces, el poder y la gloria fueron arrojados<br />

a sus pies. Su amistad con los más grandes<br />

hombres de su siglo habían refinado su personalidad,<br />

rodeándola de todas las formas de la distinción<br />

intelectual.<br />

Otro inmortal exponente del arte griego sintió<br />

su corazón traspasado por la misma flecha que<br />

hiriera el de Apeles; esta vez, en el genio fértil<br />

de la titánica figura de Praxiteles.<br />

Llegó el día en que el gran escritor estaba en<br />

su estudio, contemplando un rústico bloque de<br />

mármol, al lado del cual, sobre una plataforma<br />

movible, en la pureza de su desnudez, pálida<br />

como el marfil, posaba Friné. Los ojos del artista<br />

iban de uno a la otra y, cual si viese un espectro,<br />

contemplaba una segunda Friné repetida en la<br />

piedra insensible.<br />

Praxiteles trabajaba bajo la sugestión de que<br />

Venus misma había mandado del Olimpo a la<br />

más hermosa de las hermosas de su corte para<br />

que sirviese de modelo para su estatua. Era opinión<br />

general que Praxiteles se había sobrepasado,<br />

y la Historia nos cuenta que, lejos de sentirse<br />

satisfecho de su obra colosal, se lamentaba de<br />

no haber podido reproducir con fidelidad el cuerpo<br />

imponderable de Friné.<br />

Otro bloque de mármol fue llevado al estudio,<br />

y al cabo de algún tiempo, una Venus similar a<br />

la primera vio la luz; pero sus formas aparecían<br />

cubiertas a medias.<br />

No esta última, sino la anterior, se reprodujo

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