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Estudios Revista Ecléctica. Número 159 - Christie Books

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TEMAS LIBRES<br />

Embleomanía<br />

La abundancia de «etiquetas» —FAI, CXT,<br />

UGT, POUM, etc.— que adornan estos días la<br />

solapa o el pecho de hombres y mujeres, etiquetas<br />

tan falsas, la mayoría de las veces,<br />

como antes lo eran la de la Federación de<br />

Jóvenes Cristianos o la Asociación de Hijas<br />

de María —cuántos habrá que no han hecho<br />

sino cambiarlas—, etiquetas, repito, que no<br />

son, en muchos casos, otra cosa que una<br />

máscara tras la cual se ocultan fascistas e<br />

«indiferentes» —que, en estos momentos, son<br />

sinónimos— me lleva a dar hoy a la imprenta<br />

este artículo que, pese a su escasa importancia,<br />

mereció, durante el funesto reinado del<br />

uniforme y la sotana, el honor de ser prohibido<br />

por la censura.<br />

ALGUNA que otra vez, al contemplar a un<br />

joven o una señorita elegantemente trajeado<br />

de sport y luciendo en la solapa<br />

izquierda, a modo de etiqueta clasificadora,<br />

la divisa de tal o cual Club o Asociación,<br />

se me ha ocurrido preguntarle:<br />

—Oiga usted. ¿De dónde es esta insignia?<br />

—No lo sé —me ha contestado la mayoría de<br />

las veces—. Me la regaló fulanito o zutanito.<br />

Y han continuado tranquilamente luciendo<br />

«su» divisa..., cuyo significado ignoran.<br />

Algo parecido sucede con el catolicismo.<br />

Llevamos, desde antes de nacer —y digo antes<br />

porque el virus católico ha sido inoculado en<br />

nuestro espíritu, como herencia morbosa de varias<br />

generaciones de fanáticos de mentalidad<br />

castrada por la religión, y, casi siempre, por mediación<br />

de nuestra madre, con anterioridad, rea<br />

nuestro nacimiento, sino, incluso, a la formac.on<br />

del feto. Casi me atrevería a asegurar que se hallaba<br />

ya en el óvulo femenino mucho antes de<br />

ser fecundado por el varón— una etiqueta, equivalente<br />

a la divisa de que antes hemos hablado,<br />

que dice, con grandes caracteres luminosos:<br />

«Católico».<br />

Esta etiqueta clasificadora que, desde el primer<br />

momento, nos incluye en la categoría de eunucos,<br />

psíquica y moralmente hablando, y que se<br />

confirma con el bautismo, viene a ser como ese<br />

rótulo que acostumbramos a ver en las latas de<br />

conservas, y que, a menudo, por descuido del<br />

dependiente o por «conveniencia económica» del<br />

que las fabrica, suele venir equivocado. Así,<br />

nada tiene de raro que donde dice, por ejemplo,<br />

«Habas a la Catalana» se encuentre el desconcertado<br />

comprador con que contiene un vulgar<br />

guisado de judías.<br />

Y no es eso lo peor, sino que, en muchos casos,<br />

no solamente ignoramos, como el joven o la señorita<br />

antes citados, el significado de nuestra<br />

© faximil edicions digitals 2006<br />

A. M.<br />

divisa, sino que —y eso es lo más lamentable—<br />

ni tan siquiera nos preocupa.<br />

De ahí que existan tantos «católicos»...<br />

Mucho antes de nuestra llegada al Mundo, ya<br />

la que ha de ser nuestra madre, siguiendo las<br />

venerandas tradiciones de sus antepasados, cose<br />

en nuestra ropita interior los Santos Evangelios.<br />

Luego, el sacerdote, mediante el sacramento del<br />

bautismo, da fe oficial a «nuestra» religión. Más<br />

tarde, niños aún, el obispo confirma, con unas<br />

palmaditas en la mejilla, nuestro estado de gracia;<br />

y, algún tiempo después, la sagrada comunión,<br />

con su fiesta de luces y flores, con su frivolo<br />

y encantador cortejo de lindos trajes y espléndidos<br />

regalos, nos consagra, definitivamente<br />

católicos...<br />

Y al abjurar de Satanás, con la inocente vanidad<br />

de quien desconoce, todavía, la naturaleza<br />

humana, caemos, inconscientemente, en el primer<br />

pecado grave de nuestra existencia: El pecado<br />

de HIPOCRESÍA.<br />

De este pecado, cometido en nombre de Dios,<br />

nacen todas nuestras faltas, y en él tiene su base<br />

toda la repugnante amalgama de mentiras y suciedades<br />

que forma el dogma católico.<br />

To be or not to be. Ser o no ser, como dijo<br />

Hamlet. Somos creyentes o no lo somos. Eso, si<br />

a nadie perjudica, a nadie importa. Por mí —tal<br />

es mi concepto de la Libertad— puede el vecino<br />

inclinarse ante un leño, si eso le consuela, que<br />

no seré yo quien se lo impida. Siempre, claro<br />

está, que él, a su vez, no se meta con lo que yo<br />

hago... Repito que a nadie importa lo que a nadie<br />

perjudicada. Pero si «somos», sepamos serlo ante<br />

el mundo entero; y si no lo somos, si nos hemos<br />

liberado de la ridicula y humillante tutela del<br />

pulpito y el confesonario, no finjamos, por «pose»<br />

o por conveniencia, un catolicismo tartufesco y<br />

servil.<br />

Tan indigno me parece el que, siendo católico,<br />

lo niega —todas las creencias, aun las más disparatadas,<br />

son dignas de respeto si son sinceras—<br />

como el que, sin serlo, quiere aparentarlo<br />

para hacer honor a su etiqueta. Como el joven o<br />

la señorita visten de sport para justificar la insignia<br />

de un Club que desconocen...<br />

Pero... por algo se ha dicho —y si no se ha<br />

dicho lo digo yo ahora— que el catolicismo es un<br />

vicio burgués...<br />

ESTE NUMERO<br />

HA SIDO REVISADO<br />

POR LA CENSURA

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