Estudios Revista Ecléctica. Número 159 - Christie Books
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Ciencias económicas<br />
TAMBIÉN la economía entra en el campo de<br />
las ciencias, y la actualidad le concede caracteres<br />
que aconsejan que nos ocupemos<br />
hoy de ella.<br />
Sin embargo, la ciencia de la economía burguesa,<br />
a pesar de la larguísima existencia de<br />
dicha economía, está aún en mantillas. Los fenómenos<br />
económicos en la sociedad capitalista son<br />
tan complejos, que han sido vanos los intentos<br />
de aplicarles los rigurosos procedimientos científicos,<br />
y cuanto ha sido escrito sobre ellos ha<br />
resultado un conjunto de divagaciones incoherentes,<br />
llenas de contradicciones y casi siempre<br />
falsas, hasta llegar a las teorías de Carlos Marx,<br />
cuya inconsistencia, pese al enorme trabajo acumulado,<br />
han venido a demostrar los hechos.<br />
Pero es que en la sociedad capitalista la única<br />
fuerza determinante de todo fenómeno económico<br />
es el egoísmo, pasión humana que no puede ser<br />
controlada debidamente porque adquiere tantos<br />
matices como individuos hay. En tales condiciones<br />
los economistas se han visto ante un hecho<br />
insólito tal como la organización espontánea,<br />
automática, verdaderamente anárquica, de la<br />
economía mundial, han intentado descubrir las<br />
leyes que la rigen y han fracasado por completo.<br />
Así, por ejemplo, la ley que parece más sólidamente<br />
establecida, que es la que supone que<br />
los precios que adquieren espontáneamente las<br />
cosas depende del equilibrio entre la oferta y la<br />
demanda, es absolutamente falsa, porque la oferta<br />
está controlada y condicionada por el acuerdo y<br />
la confabulación de los vendedores, y la demanda<br />
es también función del mismo precio, y el<br />
abaratamiento de una mercancía hace que aumente<br />
su consumo según leyes que nos son desconocidas.<br />
esa pareja humana de forjadores de la nueva<br />
Era.<br />
Os he hablado con rudeza. Disculpadme, pero<br />
no me creería amigo vuestro a no haberos hablado<br />
con palabras desnudas, con la pureza de<br />
la desnudez leal. Y vosotras, en gracia a mi intención,<br />
comprenderéis la cruda fiereza de mi<br />
lenguaje.<br />
Soy hombre, y para hablar a las mujeres he<br />
deseado hacerlo con toda lealtad, como es mi<br />
norma.<br />
¡Mujeres proletarias, adelante! ¡Vuestro destino<br />
no es Ayer, sino Mañana! ¡ Y ya ha cantado<br />
el gallo anunciador de ese nuevo día!...<br />
AL DÍA CON LA CIENCIA<br />
Nueva economía<br />
© faximil edicions digitals 2006<br />
A. Martínez Rizo<br />
Y el contrasentido de la economía capitalista<br />
que desconcierta por completo a los economistas<br />
que quieren estudiarla nace, sobre todo, del<br />
hecho de que esa inmensa concreción de intereses<br />
egoístas y bastardos se rija de una manera<br />
perfectamente anárquica sin que la autoridad<br />
pueda intervenir en su funcionamiento, habiendo<br />
fracasado cuantos intentos han sido realizados<br />
en la llamada economía dirigida, que es la<br />
que todos los dictadores y los estados fascistas<br />
tratan de implantar para apuntalar el régimen<br />
capitalista que amenaza desplomarse.<br />
Yo os aseguro que los economistas que creen<br />
saber más en la materia no saben ni jota, y los<br />
acontecimientos económicos, con su inmensa variedad<br />
inesperada, constituyen para ellos inmensas<br />
sorpresas. Y no os hablo de los economistas<br />
de doublé, como Cambó, poseedor únicamente<br />
de la marrullería de ayudar a los banqueros<br />
desde el Ministerio de Hacienda para que ellos<br />
le ayudasen después a amontonar millones, pero<br />
con fama de gran economista porque pagaba a<br />
otros los trabajos que luego firmaba él, sino de<br />
esos otros y de muchps más que han estudiado<br />
cuanto sobre economía ha sido escrito, adquiriendo<br />
una vasta cultura en la materia y sabiendo<br />
digerirla.<br />
Pero ha llegado el glorioso momento de que<br />
el capitalismo se derrumbe, comenzando los hechos,<br />
para orgullo nuestro en nuestra España, y<br />
surge una nueva economía en la que, descartado<br />
el egoísmo como fuerza impulsora, cabe estudiar<br />
los hechos con verdadero y auténtico rigor<br />
científico, pudiendo ser claramente establecidas<br />
las leyes que regirán los fenómenos de dicha<br />
nueva economía.<br />
Juan P. Fábregas.—Quiero, antes de pasar<br />
más adelante, presentarle al lector a este gran<br />
hombre que, con maravilloso derroche de energías,<br />
ha echado sobre sus hombros la abrumadora<br />
tarea de encauzar la nueva economía en<br />
estos momentos de transición tan llenos de obs-'<br />
táculos y de incertidumbres.<br />
A muy temprana edad comenzó a trabajar de<br />
obrero manual en una panadería, no tardando<br />
en marchar a los Estados Unidos, donde se desenvolvió<br />
a la americana, creándose una posición<br />
y, sobre todo, una cultura perfectamente<br />
autodidáctica. Regresado a España, estableció en<br />
Barcelona el Centro Internacional de Intercambio,<br />
cuyos negocios le rendían pingües ganancias,<br />
y creó también un Instituto de Economía<br />
para difundir los conocimientos de esta ciencia<br />
en la que se había especializado.