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AUTOR
n Leonardo Valencia
R 18 ROCINANTE
REFLEXIÓN
Puerto inédito
Una panorámica del paisaje editorial
guayaquileño en la actualidad
La carencia editorial en
Guayaquil se muerde la cola.
Que no hay lectores, y si los
hay prefieren leer libros extranjeros
porque no se consiguen
los nacionales. Que no
hay librerías, y si las hay resulta
que una sola editorial
española —ver Anagrama
en Mr. Books— tiene tantos
estantes como toda la literatura
ecuatoriana, por lo que
insisto: ¿cuándo los libros locales
tendrán buena exposición
en librerías? Que no hay
prensa cultural, y si la hay
solo reseña libros extranjeros
(criticar autores del propio
país requiere tanto audacia
como cortesía: se trata
de que los libros se discutan).
Que no hay libros, y si los hay
están publicados en colecciones
que nadie ve ni consigue
ni sabe dónde conseguir. Que
no hay bibliotecas, y si las
hay, me refiero a la Biblioteca
Municipal, el curioso lector
descubrirá esa inasible
sensación de «míralo pero no
lo toques».
El problema se seguirá
mordiendo la cola si aparece
quien advierte que sí se publican
libros sobre Guayaquil.
No se trata de eso, sino de publicar
libros sin más, sin cobrar
a los autores el costo de
la publicación y, sobre todo,
con la certeza de que el libro
no entrará en ese anonimato
de lo publicado y no distribuido.
Menos aún en este
puerto que, paradójicamente,
en vez de exportar libros sigue
inédito pero sí consume
los importados.
Hacerse una idea de la cultura
literaria de Guayaquil es
misión imposible. No hay libros
para el lector común. Es
un campo para lectores nada
comunes, pero esto precisamente
es lo más común de las
culturas minoritarias. No hay,
por lo tanto, una vida literaria
guayaquileña o ecuatoriana:
sus lectores y autores
son fantasmas de artículos
ocasionales en revistas inhallables,
o deambulan en breve
por Facebook y Twitter, creyendo
que tienen el mundo a
la mano pero ellos (sus libros)
no están al alcance de nadie.
En resumen, una subcultura
Julio 2012