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cifrada, vaporosa y endogámica.
En breve: inédita.
Volviendo al papel, hay clásicos
de la literatura ecuatoriana
que no deben ser leídos
en ediciones estudiantiles
—me disculpará la editorial
Libresa, que mucho hace por
llegar a los estudiantes— pero
tampoco en tochos de obras
completas ribeteadas de oro.
Se debería ofrecer, por licitaciones
rigurosas, la posibilidad
de subvencionar determinados
proyectos a editoriales
independientes comprándoles
un porcentaje de libros,
así como eliminar impuestos
al papel para libros editados
en el país, dar descuentos especiales
en envíos postales y,
sobre todo, favorecer la distribución
a librerías.
Los libros no llegan a ustedes,
inalcanzables y queridos
y a veces comodones
lectores, aunque los escrito-
res guayaquileños escriban y
publiquen. Más bien dejarán
de escribir o se quedarán inéditos
porque nadie los aprecia
hasta que se mueran, y
a veces ni siquiera eso, porque
ser reconocidos les toma
dos o tres generaciones. Muchos
de esos escritores publicarán
fuera del país, o simplemente
se irán, primero a
Quito —donde descubrirán
que el asunto no está mucho
mejor— y luego todos terminarán
marchándose del país
o se desvanecerán. Quizá entonces
se habrán convertido
en escritores extranjeros y
volverán etéreos en forma de
e-book, para consumo de unos
cuantos happy few que no
hacen una cultura literaria y
editorial realmente viva. R
Julio 2012 R
ROCINANTE 19