Petróleo y Revolución - Año 1 - Ministerio del Poder Popular de ...

Algunas enseñanzas han recogido
los revolucionarios en sus largos años
de trajinar la lucha. Veamos tres de
ellas.
Toda revolución es inédita. Tiene
dos pilares fundamentales: el acervo
revolucionario universal y la adaptación
de esa riqueza espiritual a la sociedad y
al mundo donde se desarrolla el
fenómeno. Así, tiempo y lugar, experiencia
y adaptación, constituyen los
elementos siempre cambiantes donde
se concreta una revolución. Saber
combinarlos para construir el espíritu
revolucionario es el arte y la ciencia de
la revolución. De aquí la importancia de
la teoría en la lucha revolucionaria. No
es posible una revolución sin creación
teórica. Ésta es la primera enseñanza.
El milagro de la revolución es que
constituye un hecho de futuro que
acontece en el pasado, iniciado por
seres que han vivido y existido en
condiciones que generan una conciencia
de dominación y que, no
obstante, se liberan por la imaginación,
produciendo el hombre nuevo que
jalonará al resto de la sociedad al
milagro. Son cuadros que violentan las
leyes de la historia. La revolución
socialista es un salto espiritual y
material de una inmensa magnitud, una
superación de todas las anteriores
revoluciones que tenían como fundamento
el egoísmo. Es la instauración de
la verdadera sociedad del amor, es la
revolución de las revoluciones: el
hombre deja su enajenación y pasa a
conducir su destino. Este milagro de
construir el futuro en las condiciones y
con los humanos del pasado, sólo se
logra con un altísimo grado de
conciencia del deber social, es decir, la
convicción de que la suerte del individuo
está entrelazada con la suerte de la
sociedad; la certeza de que no son
viables las salidas individuales; la seguridad
de que por encima de la sociedad
no hay nada.
Esta conciencia la resumimos en la
sentencia “amor con amor se paga”: la
sociedad se ocupa, ama al individuo, y el
individuo corresponde ocupándose,
amando a la sociedad. Allí, el individuo
fortalecido vive bajo el manto espiritual
y material de la sociedad que él, a su
vez, contribuye a robustecer. Este
cambio de conciencias, esta revolución,
no es una alternativa entre varias
posibilidades, es, ya lo dijo el Comandante
Chávez, "el único camino para
salvar la humanidad, y el único camino
posible para construir un mundo que
ofrezca a sus habitantes la mayor suma de
felicidad posible". Esta verdad, repetida
mil veces por el comandante, debe
enraizar en el alma del pueblo. Nosotros,
los bolivarianos, debemos convocarnos
para la grandeza, entender que
la solución de los problemas de nuestro
entorno está estrechamente ligada a la
solución de los problemas de la
humanidad, convencernos que sin
humanidad no hay patria, ni comunidad,
ni nada. Y ésta es la segunda enseñanza:
un altísimo grado de conciencia del deber
social.
La revolución parece ser que
sucederá primero en los países de la
periferia, descuidados del cepo ideológico,
y de allí influirán en la revolución
de los países desarrollados. Esta situación
hace que la ideología revolucionaria,
la del proletariado, tenga que ser
adoptada por otras capas sociales.
Cabe aquí precisar los rasgos más
importantes de la ideología proletaria,
rasgos que emanan de su manera de
ganarse la vida, de su existencia,
resaltan: el sentido de la disciplina, del
cumplimiento, el amor por el trabajo, la
solidaridad, el instinto organizativo, la
visión social de los problemas, y el
sentimiento, la convicción arraigada en
su carne, en su piel, en su sufrimiento,
de que el capitalismo es el creador de la
miseria del mundo y, por lo tanto, debe
ser sustituido.
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