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Lecturas Cuarta Mayo 2012 - Insumisos

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situación política. Insiste en la productividad, la competitividad y la selectividad, omitiendo<br />

también que la ventaja comparativa en la que se fundamentan las economías africanas rentistas es<br />

estática, mientras que la de los países industrializados es dinámica, creando un intercambio<br />

desigual.<br />

IFI en África: más somb ras que luces<br />

Globalmente, la liberalización ha permitido el aumento de las riquezas en proporciones nunca<br />

conocidas antes en el mundo, junto a la mejora de la capacidad de elección de los consumidores<br />

como consecuencia de la revolución en comunicación y transportes. Sin embargo, al mismo<br />

tiempo ha profundizado las desigualdades entre el Norte y el Sur, tanto desde el punto de vista<br />

tecnológico como de los ingresos, así como dentro de cada país.<br />

En África se fue debilitando el Estado e incrementándose la corrupción, con el principio de<br />

“mínimo Estado decidido por el propio Estado”. El Estado en construcción, que había conseguido<br />

mantener un cierto equilibro con el modelo económico clientelista en la sociedad multiétnica,<br />

perdió la legitimidad sociológica y filosófica por ser colocado bajo tutela externa y no responder a<br />

la satisfacción de las necesidades de la población. El resultado fue la inestabilidad política y la<br />

generalización de las guerras civiles en los 90 y 2000, guerras que se explican precisamente por la<br />

destrucción del Estado y las luchas por la supervivencia y el control de los recursos.<br />

Las políticas impuestas por las IFI han servido más al reembolso de la deuda externa y a la<br />

estabilización de la economía que al fomento del desarrollo. En opinión de Demba Moussa<br />

Dembélé, líder del Foro Social Africano (FSA), el enfoque ultraliberal de los PAE está en el centro<br />

de una tremenda contradicción: ha debilitado considerablemente al Estado africano, desprovisto<br />

de capacidades financieras y humanas, pero le exige cumplir con sus tareas, en particular ser<br />

gendarme del mercado. Los deberes externos a los que se someten los gobiernos africanos,<br />

incluso democráticamente elegidos, son incompatibles con el desarrollo económico y social<br />

interno.<br />

Verdades y contraverdades<br />

El BM, el FMI, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el G8 [2],<br />

pilares de la globalización neoliberal, manifiestan que todos los continentes han mejorado<br />

sustancialmente sus economías con efectos positivos sobre la creación de empleo. La excepción es<br />

África, hundida por los conflictos étnicos, la pobreza y el SIDA. Repiten que los países africanos<br />

que han aplicado correctamente estas medidas han mejorado de manera considerable su<br />

situación económica. Citan países del África Subsahariana donde la tasa promedio de crecimiento<br />

anual ha pasado del 1 por ciento (1992-1994) al 4 (1998-1999) y 6 por ciento (2003-2008). Uganda<br />

y Mozambique, por ejemplo, han mejorado su Producto Interior Bruto (PIB) real per cápita en un<br />

40 y 30 por ciento, respectivamente.<br />

El punto flaco de esta argumentación es referirse exclusivamente a los aspectos economicistas y<br />

monetaristas, sin realizar un análisis global. En los países en los que se aplicaron estas recetas, a<br />

menudo asesinas en los aspectos de desarrollo humano (Costa de Marfil, Senegal, Camerún, Kenia<br />

y Sudáfrica), el aumento de las tasas de crecimiento contrasta con el deterioro social. Senegal, por<br />

ejemplo, pasó de ser país de ingreso medio a país menos avanzado (PMA).

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