EL ÚLTIMO ENIGMA JOAN MANUEL GISBERT
EL ÚLTIMO ENIGMA JOAN MANUEL GISBERT
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Después le fue mostrado el camastro. Estaba en un cuarto bastante grande dividido en dos<br />
partes por una gruesa cortina que colgaba de una barra paralela al techo. Del otro lado de<br />
la áspera tela llegaba el sonido de la respiración de alguien que dormía.<br />
- No hagas ruido -le dijo a Ismael el mozo que lo acompañaba-. Ese otro viajero pagó por<br />
todo el cuarto. Llegó muy cansado. Dijo que no quería ser molestado por nadie. Pero tú<br />
podrás dormir aquí gracias a la intervención del caballero que se aloja arriba. Aunque,<br />
eso sí, en silencio, sin que él note nada -puntualizó el mozo señalando la cortina para<br />
referirse al que estaba al otro lado-. Si no, la que se arma.<br />
Antes de que el nuevo día clareara, Ismael notó que unas manos fuertes lo zarandeaban.<br />
- Es la hora -le dijo el de Utrecht en cuanto el muchacho abrió los ojos-. Escucha con<br />
atención; viajaremos hasta Brujas por separado.<br />
- ¿Por qué, señor? -quiso saber Ismael, ya casi despierto.<br />
- No es momento de explicaciones -susurró el otro-. En Brujas vive cierto hombre de leyes<br />
cuyo nombre es Bartolomé Loos. En su casa podrás encontrarme o saber de mí. ¿Queda<br />
entendido?<br />
El muchacho asintió, aturdido.<br />
- Procura llegar allí antes de tres días. Cuando se te canse el caballo, lo cambias. Te dejo<br />
unas monedas. Yo partiré ahora mismo. Tú deja pasar un rato sin moverte de aquí.<br />
Luego, emprende el camino y ve ligero.<br />
El caballero abandonó el cuarto sin entrar en más detalles, Ismael estaba atónito, pero ya<br />
empezaba a acostumbrarse a las misteriosas maneras de aquel hombre que siempre lo<br />
sorprendía con decisiones inesperadas.<br />
Se fue vistiendo despacio, empleando mucho más tiempo del necesario. Cuando estuvo<br />
casi vestido por entero se acordó del viajero que dormía al otro lado de la cortina.<br />
Prestó oído, escuchó con atención. La cortina solo filtraba silencio, no se oía la respiración<br />
del otro huésped. Al parecer, no había notado nada anormal, dormía profundamente,<br />
abandonado al sueño.<br />
Unos instantes antes de salir del cuarto, Ismael sintió curiosidad por verle el rostro al<br />
viajero que había compartido la estancia con él.<br />
De puntillas, muy cauteloso, se acercó a la cortina y la apartó lo justo para asomar la<br />
cabeza.<br />
Aquella cama estaba vacía. Pero aún guardaba la huella del cuerpo que había descansado<br />
allí.<br />
Ismael no sospechó que su compañero de cuarto era el misterioso muchacho que había<br />
entrado y salido por una ventana de La Encrucijada. No sabía aún que ese joven, en<br />
secreto, acompañaba también al hombre llamado Juan de Utrecht en su viaje a Brujas.<br />
Algo más tarde, Luchas Lauchen, el temible colaborador de la Inquisición, exasperado por<br />
las incomodidades de una cabalgaba mucho más larga y penosa de las que solía practicar,<br />
celebraba una reunión con dos hombres patibularios en una sala del Albergue de Flandes.<br />
- El caballero durmió arriba, el muchacho abajo. Todos los gastos los pagó el hombre -<br />
informó uno de los esbirros.<br />
- Y dejó una propina abundante -añadió el otro sicario.<br />
- Queda fuera de duda que los dos van juntos, ¿no es así? -inquirió Lauchen, ávido de<br />
conclusiones.