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EL ÚLTIMO ENIGMA JOAN MANUEL GISBERT

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incomodidad no interrumpió la conversación entre los hombres que estaban en el interior<br />

del vehículo.<br />

- ¿El secreto del mundo? -dijo Palmaert, exagerando su tono de extrañeza-. ¿Qué se<br />

supone que debe de ser eso? ¿De qué clase de secreto se trata?<br />

- Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero nosotros estamos convencidos de que en él está la<br />

clave para comprender que es, de verdad, el Universo. Ese conocimiento aclararía<br />

muchos misterios, incluidos los de la vida y la muerte.<br />

- ¿Usted cree? -dejó caer el médico, como si todo aquello solo fuera una elucubración sin<br />

fundamento-. Y, dígame, ¿el rey Salomón logró descifrar ese enigma que le fue revelado<br />

en sueños?<br />

- No. Él supo al despertar que el Enigma no sería resuelto hasta muchos siglos más tarde.<br />

Era muy pronto aún, demasiado. Su misión al respecto consistió en legar el texto a las<br />

futuras generaciones, de modo que lo ocultó en algún lugar para que fuese encontrado,<br />

analizado y resuelto en algún momento del tiempo por venir.<br />

- Como fábula, no está mal -sentenció Palmaert, complaciéndose en manifestar su<br />

despectiva incredulidad-. Pero no espere que me crea a pies juntillas semejante historia.<br />

Mis creencias son otras, y mi mentalidad educada en la ciencia no se aviene a<br />

divagaciones supersticiosas.<br />

El carruaje tomó una curva pronunciada y sus ejes chirriaron. Se oyó al cochero<br />

mascullando alguna orden a los caballos.<br />

- No he venido a perturbar su descanso con la intención de hacerle creer nada -puntualizó<br />

Loos-, sino a requerir su ayuda como médico.<br />

- Todavía no alcanzo a comprender por qué le resultaba necesaria -dijo Palmaert,<br />

removiéndose en el almohadillado asiento del vehículo-. Espero que me lo aclare cuanto<br />

antes.<br />

- A eso iba, doctor -contestó el letrado, esforzándose por no acusar las frases impertinentes<br />

que su acompañante utilizaba a cada momento-. Siempre se ha dicho que el Enigma de<br />

Salomón podía resultar muy peligroso para aquellas personas que lo encontraran.<br />

- ¿Ah, sí? -dijo el médico, como si aquel nuevo aspecto animara el asunto-. ¿Por qué?<br />

- Porque si bien podía dar el Conocimiento a aquel o aquellos que lograran descifrarlo,<br />

también podía llevarlos a graves estados de inquietud y angustia si no conseguían<br />

descubrir su verdadera solución.<br />

- Y, aun así, ustedes están empeñados en hacerse con el texto de ese antiguo enigma,<br />

¿verdad? No me parece una conducta muy sana porque, vamos a ver, ¿qué ocurrirá si un<br />

día ustedes tienen la mala suerte de encontrar ese texto, suponiendo que exista, claro, lo<br />

cual ya es mucho suponer?<br />

- Existe -dijo Loos lúgubremente.<br />

- ¿Cómo puede asegurarlo con tanta certeza? -preguntó el médico, como si hubiese oído<br />

otra afirmación sin fundamento.<br />

- Porque lo hemos encontrado -explicó el abogado, con el tono obstinado de quien sabe<br />

que es cierto lo que dice, tanto si es creído como si no.<br />

- ¿Dónde estaba, en qué libro sagrado, en qué documento, dentro de qué receptáculo? -<br />

inquirió Palmaert.<br />

- Eso no lo sé.<br />

- ¿Entonces? -objetó el médico, volviendo a su escepticismo.

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