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cuerpo que tiende a espiritualizarse. Para mí, el cadáver<br />
ya no es el cuerpo, sino el desecho que no ha sido<br />
espiritualizado.<br />
Creo que nos llevaremos con nosotros algo de nuestro<br />
cuerpo. Nuestro cuerpo es en parte espiritualizable.<br />
Es un instrumento que se transforma por <strong>la</strong> amistad, <strong>la</strong><br />
ternura, el amor... Jesús nos da ejemplo de ello. Fijaos<br />
cómo hace brotar lo inesperado del fondo de los seres.<br />
Eso es lo que nos impulsa a realizar en el mundo.<br />
Dios se manifiesta en el rostro del hombre. El amor<br />
se lee perfectamente incluso en el más angustiado de<br />
los rostros. El más horrible de los seres puede resultar<br />
hermoso en ciertos momentos. ¡Qué bellos nos ven quienes<br />
nos aman!, y es porque hacen que emane de nosotros<br />
una expresión que nunca podríamos mostrar a quienes<br />
no nos aman. ¿Por qué tenemos tanto miedo a <strong>la</strong> desnudez?<br />
Porque no nos amamos lo suficiente como para<br />
percibir <strong>la</strong> espiritualidad de nuestro cuerpo. No aceptamos<br />
el riesgo de ser vistos como un objeto. Pero quienes<br />
nos aman nos ven tal como somos, incluso a través<br />
de nuestro cuerpo, y entonces somos reconocidos en<br />
nuestra totalidad como «sujetos».<br />
Siento especial predilección por una sorprendente<br />
afirmación de Jesús re<strong>la</strong>tada en el evangelio apócrifo de<br />
Tomás. Los apóstoles le preguntaron: «Señor, ¿cuándo<br />
vendrá tu reino? ¿Cuándo estaremos contigo en <strong>la</strong> bienaventuranza?»<br />
Y Jesús respondió sosegadamente:<br />
«Cuando, tras quitaros vuestros vestidos, los piséis con<br />
vuestros pies sin vergüenza, como hacen los niños, entonces<br />
el reino estará aquí». Lo que significa que nos<br />
amaremos de tal manera que por fin nos atreveremos a<br />
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mostrarnos totalmente tal como somos. El cuerpo forma<br />
parte de nuestra espiritualidad, ya que está impregnado<br />
de energía espiritual. Cuando el cuerpo sirve de instrumento<br />
a <strong>la</strong> <strong>vida</strong> espiritual en <strong>la</strong> ternura, el amor, <strong>la</strong><br />
danza..., se identifica tanto con <strong>la</strong> inspiración espiritual<br />
que <strong>la</strong> traduce maravillosamente. Tomemos como ejemplo<br />
<strong>la</strong> música: el cuerpo es quien <strong>la</strong> traduce, pero ¿acaso<br />
no es una emanación del espíritu? ¿Y <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra y el<br />
color? Son elementos materiales que dejan de serlo cuando<br />
expresan algo de lo profundo de nosotros mismos.<br />
El cuerpo espiritual<br />
El cuerpo se libera en <strong>la</strong> medida en que el amor lo<br />
espiritualiza. Pero el cadáver no es el cuerpo. No hay<br />
una inmortalidad automática, innata, prefabricada,<br />
adquirida de una vez por todas. Jesús no inventó <strong>la</strong><br />
inmortalidad, sino que creó <strong>la</strong>s condiciones de una <strong>vida</strong><br />
eterna. Invitaba a convertirse: «El que crea en mí jamás<br />
conocerá <strong>la</strong> muerte». «Apresuraos a convertiros», es<br />
decir, a vivir una <strong>vida</strong> de fe, de amor, de esperanza, de<br />
fraternidad, que hará que no veáis nunca <strong>la</strong> muerte. Esto<br />
es lo que Jesús reveló, pero ¡cuántos de los que le escuchaban<br />
ya estaban muertos! Para él resultaba más fácil<br />
resucitar a los muertos que resucitar a los vivos que<br />
tenía de<strong>la</strong>nte.<br />
Jesús no vino a proponernos una forma particu<strong>la</strong>r de<br />
ser hombre que sólo a algunos se les concedería. Vino<br />
a mostrar cuál era <strong>la</strong> verdadera manera de vivir <strong>la</strong> <strong>vida</strong><br />
humana, <strong>la</strong> manera de espiritualizar esta <strong>vida</strong>. Y esa<br />
<strong>vida</strong> espiritual continúa transfigurando nuestro cuerpo<br />
mientras nuestra <strong>vida</strong> biológica se va consumiendo. Del<br />
mismo modo, nuestra libertad no nos ha sido concedida<br />
desde el principio, sino que <strong>la</strong> adquirimos progresiva-<br />
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