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Dios y <strong>la</strong> <strong>vida</strong> eterna no nos son ni más ni menos desconocidos<br />
que el amor. Cuando se percibe a Dios en <strong>la</strong><br />
trama de lo cotidiano, quienes le conocen dicen: «Ahí<br />
está Dios»; pero quienes le ignoran dicen igualmente:<br />
«Nunca he visto nada semejante. Podría hacerme vivir<br />
por siempre y, por ello, sería capaz de morir de inmediato».<br />
Pues bien, cuando vives una experiencia de<br />
amor, dices exactamente lo mismo.<br />
Una polémica vana<br />
De hecho, <strong>la</strong> experiencia muestra que, por término medio,<br />
creyentes y no creyentes mueren más de acuerdo<br />
con su carácter que con sus convicciones: los ansiosos<br />
encuentran en el<strong>la</strong>s nuevos motivos de intranquilidad,<br />
y los confiados, razones para <strong>la</strong> serenidad.<br />
*<br />
Del mismo modo, reconozcamos que <strong>la</strong> fe en otro mundo<br />
ha apartado a algunos de <strong>la</strong> lucha por cambiar el nuestro.<br />
Y, además, <strong>la</strong> prisa por gozar del presente ha producido<br />
los mismos resultados.<br />
Pero los creyentes responden, y muchos lo han demostrado<br />
en <strong>la</strong> práctica, que su fe se vive en el amor a<br />
sus hermanos y exige transformar este mundo, no evadirse<br />
de él. ¿Te sentirás más impulsado a mejorar el<br />
mundo si crees que todo lo que hagas será un día aniqui<strong>la</strong>do,<br />
o si estás seguro de eternizar lo que hayas<br />
amado?<br />
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Vanas polémicas, entre los ateos —que reprochan a los<br />
cristianos que crean firmemente en una <strong>vida</strong> tras <strong>la</strong> muerte<br />
fundamentada en conjeturas— y los cristianos —que<br />
les preguntan por qué están tan seguros de <strong>la</strong> inexistencia<br />
de un más allá que no han explorado más de lo que los<br />
creyentes lo han hecho.<br />
Reconozcamos que en ambos casos se trata de una<br />
opción. Todos se deciden, todos deben decidirse, por<br />
razones en <strong>la</strong>s que <strong>la</strong> razón no es el único elemento.<br />
Unos aceptan morir definitivamente; otros se refugian<br />
en creencias demasiado absolutas para ser profundas.<br />
¿No sería lo honrado que creyentes y no creyentes<br />
aceptaran poner en te<strong>la</strong> de juicio, los unos su fe, los<br />
otros su incredulidad, y ambos confesaran sus dudas?<br />
Dios ¿para qué?<br />
¡Qué fe más pobre creer en Dios por miedo a <strong>la</strong> muerte!<br />
¿Es <strong>la</strong> muerte el único motivo para creer en Dios, <strong>la</strong><br />
única realidad trascendente que impulsa al hombre a<br />
superarse?<br />
No, cuantos más poderes adquiera el hombre y cuanto<br />
más tiempo viva, más amor necesitará. Quizás habría<br />
que admitir que ahora <strong>la</strong> muerte dispensa a los hombres<br />
de entenderse y de amarse: no toman suficientemente<br />
en serio una existencia provisional. Cuando sepan que<br />
pueden vivir por siempre, les merecerá <strong>la</strong> pena entenderse.<br />
Para los cristianos, vano es rebe<strong>la</strong>rse contra <strong>la</strong> muerte.<br />
La muerte no es ni un decreto ni un castigo de Dios.<br />
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