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Tapa - Facultad de Ciencias Sociales - Universidad de Buenos Aires

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2. DE LAS ASAMBLEAS A LA IGLESIA<br />

Retomando el proyecto antiimperial <strong>de</strong> Jesús, conforman<br />

asambleas (ekklesíai) que se transforman en centros<br />

<strong>de</strong> una cultura antiimperial. En todo momento contraponen<br />

la figura <strong>de</strong>l emperador a la <strong>de</strong>l campesino Jesús <strong>de</strong><br />

Nazaret. Todos los atributos <strong>de</strong>l emperador, mensajero <strong>de</strong>l<br />

evangelio, filiación divina, salvación, señorío, pasan a ser<br />

atributos <strong>de</strong> Jesús y <strong>de</strong> sus seguidores, los cristianos.<br />

De esa manera, construyen una contrahegemonía,<br />

<strong>de</strong>slegitiman el po<strong>de</strong>r imperial, por lo cual son sometidos<br />

a la represión, <strong>de</strong> la que dan cuenta diversos textos como<br />

evangelios y cartas, y en especial el Apocalipsis. Pero la represión<br />

no dio los resultados pretendidos. Los cristianos<br />

se multiplicaban, ganándole las bases al imperio.<br />

El po<strong>de</strong>r imperial cambia entonces <strong>de</strong> política y <strong>de</strong>ci<strong>de</strong><br />

negociar con los nuevos po<strong>de</strong>res que habían ido surgiendo<br />

en el ámbito <strong>de</strong> lo que habían sido asambleas, y ahora ya<br />

se habían transformado en la institución Iglesia. Estamos<br />

en el siglo IV. Es el emperador Constantino quien da el<br />

golpe <strong>de</strong> timón con un <strong>de</strong>creto mediante el cual la religión<br />

oficial <strong>de</strong>l imperio, conocida como “religión pagana”, pasa<br />

a ser una religión más. El cristianismo es <strong>de</strong>clarado “religión<br />

lícita”. Acontecía eso a principios <strong>de</strong>l siglo IV. Al final<br />

<strong>de</strong>l mismo siglo, otro emperador, Teodosio, <strong>de</strong>clara al<br />

“cristianismo católico” como religión oficial <strong>de</strong>l imperio.<br />

De esa manera se construía la dualidad <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r político<br />

y religioso que atravesará toda la historia <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte,<br />

con repercusiones que llegan hasta nuestros días.<br />

Benedicto XVI lo hizo presente citando a Gelasio I, papa <strong>de</strong>l<br />

siglo V: “Hay […] dos po<strong>de</strong>res por los cuales este mundo es<br />

particularmente gobernado: la sagrada autoridad <strong>de</strong> los<br />

papas y el po<strong>de</strong>r real. De ellos, el po<strong>de</strong>r sacerdotal es tanto<br />

más importante cuanto que tiene que dar cuenta <strong>de</strong> los<br />

mismos reyes <strong>de</strong> los hombres ante el tribunal divino”.<br />

Po<strong>de</strong>r religioso y po<strong>de</strong>r político, sacerdocio e imperio,<br />

dialéctica <strong>de</strong> los dos po<strong>de</strong>res que se entrelazarán a lo<br />

largo <strong>de</strong> los siglos, luchando entre sí, armonizando, rivalizando,<br />

negociando. A veces triunfa el po<strong>de</strong>r político y tenemos<br />

entonces el césaro-papismo que se impone; otras,<br />

lo hace el po<strong>de</strong>r religioso, y es entonces la teocracia la que<br />

impera. Son los siglos medievales que, pasando por la crisis<br />

<strong>de</strong> los siglos XIV y XV, van dando paso a la mo<strong>de</strong>rnidad<br />

capitalista que irrumpe en el siglo siguiente con el proceso<br />

<strong>de</strong> acumulación originaria <strong>de</strong>l capital, que tiene sus bases<br />

tanto en la ruptura <strong>de</strong> los feudos medievales y la transformación<br />

<strong>de</strong> los campesinos en asalariados, como en la<br />

utilización <strong>de</strong> los indígenas americanos y <strong>de</strong> los negros<br />

africanos como mano <strong>de</strong> obra esclavizada. Son las “venas<br />

abiertas <strong>de</strong> América Latina”.<br />

La corona española ya se había lanzado sobre las tierras<br />

americanas y para su legitimación pidió-exigió al<br />

po<strong>de</strong>r religioso la “bendición” sobre la empresa. Mediante<br />

cuatro “bulas” el supremo po<strong>de</strong>r religioso, reconocido<br />

D O S S I E R<br />

como “vicario <strong>de</strong> Cristo”, dona “a perpetuidad” las tierras<br />

a los “reyes católicos”. La presencia <strong>de</strong> sacerdotes y religiosos<br />

en las expediciones <strong>de</strong> conquista hacen presente<br />

la legitimación religiosa <strong>de</strong> la “conquista”.<br />

Pero en el seno mismo <strong>de</strong> dicha legitimación surge el<br />

cuestionamiento. Bartolomé <strong>de</strong> las Casas, Antón <strong>de</strong> Montesinos,<br />

Vasco <strong>de</strong> Quiroga, son nombres <strong>de</strong> religiosos que<br />

ponen al rojo vivo la contradicción que significaba recurrir<br />

al cristianismo para legitimar lo que era una expoliación y<br />

esclavización <strong>de</strong> las poblaciones americanas. Eran los fermentos<br />

<strong>de</strong> las corrientes proféticas, <strong>de</strong> Jesús <strong>de</strong> Nazaret,<br />

<strong>de</strong> las primeras asambleas cristianas, que volvían a hacerse<br />

presentes, como una espina que era imposible extraer.<br />

3. EL CONCILIO VATICANO II<br />

El cuestionamiento interno a la legitimación religiosa<br />

logra algunas victorias, pero se muestra incapaz <strong>de</strong> frenar<br />

la dominación, legitimada por el po<strong>de</strong>r religioso que se<br />

había conformado en los siglos IV y V. Serán las dos décadas<br />

que van <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1959, con el advenimiento <strong>de</strong> Juan<br />

XXIII al solio pontificio, hasta 1979, muerte <strong>de</strong> Paulo VI,<br />

las que harán aparecer en primera línea las raíces liberadoras<br />

<strong>de</strong>l cristianismo.<br />

Juan XXIII percibe las profundas transformaciones<br />

que se estaban produciendo en el mundo mo<strong>de</strong>rno, la cerrazón<br />

<strong>de</strong> la Iglesia, que no rompía las estructuras <strong>de</strong>fensivas<br />

ante la Reforma Protestante y las liberta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la<br />

revolución mo<strong>de</strong>rna, a las que se agregaban las corrientes<br />

<strong>de</strong> renovación que bullían en su interior. Deci<strong>de</strong> entonces<br />

abrir las compuertas <strong>de</strong> la fortaleza en que se había convertido<br />

la Iglesia y <strong>de</strong>jar entrar los aires renovadores.<br />

Convoca entonces el Concilio Vaticano II que es el<br />

único Concilio Ecuménico que no produce ninguna con<strong>de</strong>nación<br />

por herejía, ni proclama ningún dogma. No es<br />

un concilio “revolucionario” pero sí profundamente “renovador”,<br />

acor<strong>de</strong> con los tiempos <strong>de</strong> las liberta<strong>de</strong>s abiertas<br />

por la revolución mo<strong>de</strong>rna. Abre las puertas a las<br />

corrientes <strong>de</strong> renovación que pugnaban por manifestarse.<br />

El Concilio fue obra <strong>de</strong> los teólogos y obispos renovadores,<br />

progresistas, <strong>de</strong> Europa, especialmente <strong>de</strong><br />

Francia, Alemania, Holanda. La participación latinoamericana<br />

fue casi inexistente, pero la repercusión en el<br />

continente latinoamericano fue contun<strong>de</strong>nte. El mensaje<br />

<strong>de</strong> apertura caía en un suelo en el que germinaban<br />

semillas <strong>de</strong> liberación.<br />

El Concilio renovaba la eclesiología, recuperando el<br />

concepto <strong>de</strong> que la Iglesia no consistía en la jerarquía sino<br />

en el “pueblo <strong>de</strong> Dios”, con lo cual abría las puertas para<br />

un proceso <strong>de</strong> <strong>de</strong>mocratización que implica la sustitución<br />

<strong>de</strong> la “obediencia” por el “diálogo” como concepto clave<br />

para el comportamiento interno <strong>de</strong> la Iglesia y sus relaciones<br />

con el mundo externo. Paulo VI lo fundamenta en<br />

la encíclica Eclesiam suam.<br />

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