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La rama dorada

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506 LITYERSES<br />

en un templo pintado de rojo y revestido de colgaduras rojas. Estos<br />

otros ejemplos semejantes de asimilar la víctima al dios o al fenómeno<br />

natural que representa se basa esencialmente en el principio de la magia<br />

homeopática o imitativa, en la idea de que el objetivo deseado se obtendrá<br />

más pronto por medio de sacrificios que se parezcan al efecto<br />

que se desea conseguir.<br />

<strong>La</strong> tradición de haber sido distribuidos por todo el país los fragmentos<br />

del cuerpo de Osiris y enterrados por Isis en los lugares donde<br />

los encontró, muy bien puede ser la reminiscencia de una costumbre<br />

semejante a la que practican los khondos, que dividen la víctima humana<br />

en trozos y entierran éstos en sus campos a distancia de muchos kilómetros<br />

unos de otros.<br />

Así, si estamos en lo cierto, la clave de los misterios de Osiris nos<br />

la ofrecen el melancólico lamento de los segadores egipcios que hasta<br />

los tiempos romanos podía oírse año tras año resonando a través de los<br />

campos, anunciando la muerte del espíritu del cereal, el prototipo rústico<br />

de Osiris. Exclamaciones semejantes, como ya hemos visto, se oyeron por<br />

todos los campos de recolección del Asia Menor. Los antiguos hablaron<br />

de ellas como canciones» pero a juzgar por el análisis de los nombres de<br />

Maneros y Linos, probablemente consistieron sólo en unas pocas palabras<br />

articuladas en una prolongada nota musical que podría oírse a gran<br />

distancia. Estos gritos sonoros y prolongados, producidos por un buen<br />

coro de voces fuertes y concertadas, debieron tener un efecto sorprendente,<br />

y es difícil que dejasen de atraer la atención de algún caminante<br />

que estuviera a distancia para oírlos. Los sonidos repetidos una y otra<br />

vez probablemente podrían distinguirse con bastante facilidad aun a<br />

mucha distancia; mas para un viajero griego en Asia o en Egipto, las<br />

palabras extranjeras no significarían nada y podría tomarlas razonablemente<br />

por el nombre de alguien (Maneros, Linos, Lityerses, Bormos)<br />

a quien los segadores llamaban. Y si su destino le llevaba a varios países,<br />

como Bitinia y Frigia o Fenicia y Egipto, durante la siega de las<br />

mieses, tendría ocasión de comparar los diversos gritos de los diferentes<br />

pueblos. Así podremos fácilmente entender por qué estos gritos fueron<br />

con tanta frecuencia notados y comparados unos con otros por los griegos,<br />

mientras que de haber sido verdaderas canciones, no podrían haber<br />

sido oídas a tales distancias y forzosamente no habrían atraído la atención<br />

de tantísimos viajeros, y aun oyéndolas, no hubiera sido tan fácil al caminante<br />

entender sus palabras.<br />

Hasta tiempos recientes, los segadores de Devonshire lanzaban gritos<br />

de la misma clase y verificaban en el campo una ceremonia exactamente<br />

análoga a aquella otra de la que, si no estamos equivocados, se<br />

originaron los ritos de Osiris. El grito y la ceremonia son descritos asi<br />

por un observador que escribió en la primera mitad del siglo xix: "Después<br />

de segado todo el trigo, en la mayoría de. las granjas del norte de<br />

Devonshire, la gente de la faena de la recolección tiene la costumbre<br />

de 'proclamar el cuello'. Creo que esta práctica es raro que se omita en

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