El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas
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que los monos, pero la diferencia no es realmente significativa.<br />
Lo que importa es la diferencia entre el tiempo que tarda la selección<br />
cumulativa, y el tiempo que el mismo ordenador, trabajando<br />
exactamente al mismo ritmo, tardaría en alcanzar la frase<br />
objetivo si lo forzáramos a utilizar el procedimiento de selección<br />
en una sola etapa: alrededor de un millón de millones de millones<br />
de millones de millones de años. Esto es más de un millón<br />
de millones de millones de veces el tiempo que ha existido el<br />
universo hasta la fecha. Realmente sería más justo decir que,<br />
comparado con el tiempo que tardaría un mono o un ordenador<br />
en escribir la frase buscada, con un programa de combinaciones<br />
aleatorias, la edad total del universo hasta la fecha sería<br />
sólo una cantidad negligiblemente pequeña, tan pequeña que estaría<br />
completamente dentro del margen de error para este tipo<br />
de cálculo de papel y lápiz. Por el contrario, el tiempo que tardaría<br />
un ordenador en realizar la misma tarea, trabajando con<br />
combinaciones aleatorias, pero con las limitaciones de la selección<br />
cumulativa, es de un orden que los humanos pueden comprender<br />
ordinariamente, entre 11 segundos y el tiempo que se<br />
tarda en comer.<br />
Existe, entonces, una gran diferencia entre la selección cumulativa<br />
(en la que cada mejora, aunque sea mínima, se utiliza<br />
como base para una etapa posterior), y la selección en una sola<br />
etapa (en la que cada «intento» es algo nuevo). Si el progreso<br />
evolutivo hubiese tenido que confiar en la selección en una sola<br />
etapa no habría llegado a nada. Sin embargo, si hubiese habido<br />
alguna forma por la que las fuerzas ciegas de la naturaleza hubiesen<br />
podido erigir las condiciones necesarias para la selección<br />
cumulativa, las consecuencias podrían haber resultado extrañas<br />
y maravillosas. De hecho, es lo que sucedió en este planeta, y<br />
nosotros mismos formamos parte de las más recientes, si no las<br />
más extrañas y maravillosas, de estas consecuencias.<br />
Es divertido que se puedan leer todavía cálculos como el de<br />
la hemoglobina, y se utilicen como si constituyesen argumentos<br />
contra la teoría de Darwin. La gente que hace esto, con frecuencia<br />
expertos en su campo, la astronomía o cualquier otro, parecen<br />
creer sinceramente que el darwinismo explica la organización<br />
viva sólo en términos de azar: «selección en una sola etapa».<br />
Esta creencia, de que la evolución «darwiniana» está hecha «al<br />
azar», no es sólo falsa. Es exactamente lo opuesto a la verdad,<br />
<strong>El</strong> azar es un pequeño ingrediente de la receta darwiniana pero<br />
el ingrediente más importante es la selección cumulativa, cuya<br />
quintaesencia es, precisamente, que no está hecha al azar.<br />
Las nubes no pueden participar en el proceso de selección<br />
cumulativa. No hay ningún mecanismo por el que las nubes con<br />
formas peculiares puedan engendrar nubes hijas que se parezcan<br />
a ellas. Si tal mecanismo existiese, si una nube que se parece a<br />
una comadreja o a un camello pudiese dar lugar a una descendencia<br />
con, básicamente, la misma forma, la selección cumulativa<br />
tendría oportunidad de ponerse en marcha. Por supuesto,<br />
las nubes se rompen y forman a veces nubes «hijas», pero esto<br />
no es suficiente para la selección cumulativa. También es necesario<br />
que la «descendencia» de una nube determinada se parezca<br />
a su «progenitop> más que a cualquier «progenitor» de la «población».<br />
Este punto de vital importancia con frecuencia es mal<br />
interpretado por algunos filósofos que, en los últimos años, se<br />
han interesado por la teoría de la selección natural. Es necesario,<br />
además, que las posibilidades de que una nube determinada<br />
sobreviva y engendre copias, dependa de su forma. Puede<br />
ser que en alguna galaxia distante se erigiesen estas condiciones,<br />
y el resultado fuese, si han transcurrido suficientes millones<br />
de años, una forma de vida etérea, hecha de jirones. <strong>El</strong>lo<br />
podría constituir una buena historia de ciencia ficción -que podría<br />
titularse La nube blanca— pero para nuestros propósitos es<br />
más fácil entender un modelo introducido en un ordenador<br />
como el modelo mono/Shakespeare.<br />
Aunque el modelo mono/Shakespeare es útil para explicar<br />
la distinción entre la selección en una sola etapa y la selección<br />
cumulativa, induce a error en algunos puntos importantes. Uno<br />
de estos puntos es que, en cada generación de «producción» selectiva,<br />
las frases mutantes de la «descendencia» fueron juzgadas<br />
de acuerdo con el criterio de semejanza con un objetivo ideal<br />
distante, la frase METHINKS IT IS LIKE A WEASEL. La vida no es<br />
así. La evolución no tiene una finalidad a largo plazo, ni una<br />
perfección final que sirva de criterio a la selección, aunque la<br />
vanidad humana alimente la absurda noción de que nuestra especie<br />
sea el objetivo final de la evolución. En la vida real, el<br />
criterio selectivo es siempre a corto plazo, la simple supervivencia<br />
o, en términos más generales, el éxito en la reproducción.<br />
Si, después de eones, lo que parece ser un progreso hacia algún<br />
objetivo distante parece, retrospectivamente, haberse conseguido,<br />
se trata en todo caso de una consecuencia casual de muchas<br />
generaciones de selección a corto plazo. <strong>El</strong> «<strong>relojero</strong>», que<br />
es la selección natural cumulativa, es <strong>ciego</strong> cuando mira hacia<br />
el futuro y no tiene ningún objetivo a largo plazo.<br />
Podemos cambiar nuestro modelo en el ordenador tomando<br />
en cuenta este punto. Podemos también hacerlo más realista en<br />
otros aspectos. Letras y palabras son manifestaciones peculiarmente<br />
humanas, de manera que dejemos que el ordenador, en<br />
su lugar, haga dibujos. Puede que incluso veamos siluetas con