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El relojero ciego - Fieras, alimañas y sabandijas

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Las pantallas de televisión están diseñadas para los ojos humanos,<br />

y no para los de las abejas. Esto podría significar que, aunque<br />

nosotros y las abejas veamos las orquideas-abejas con la<br />

misma forma, aunque de manera muy distinta, las abejas puede<br />

que no vean las imágenes de la pantalla de televisión de ninguna<br />

manera. Podría ser que las abejas no vieran otra cosa que las<br />

¡625 lineas de barrido! Aun asi, vale la pena intentarlo. Para cuando<br />

este libro esté publicado, ya sabré la respuesta.<br />

Hay un dicho popular, expresado en tonos que Stephen Potter<br />

habría llamado «contundentes», que dice que no se puede<br />

sacar de los ordenadores más de lo que se ha introducido. Otra<br />

versión es que los ordenadores sólo hacen exactamente lo que<br />

se les ordena, y que, por tanto, no son creativos. Este dicho es<br />

cierto sólo en un sentido muy trivial, el mismo por el que Shakespeare<br />

nunca habría escrito nada excepto lo que le enseñó a<br />

escribir su primer maestro: palabras. Yo programé EVOLUCIÓN<br />

en el ordenador, pero no planifiqué «mis» insectos, ni el escorpión,<br />

ni el «spitfire», ni el alunizador. No tenía el más ligero<br />

indicio de lo que emergería, motivo por el cual «emerger» es la<br />

palabra correcta. Es cierto que mis ojos hicieron la selección que<br />

guió su evolución, pero en cada estadio yo estaba limitado a un<br />

pequeño puñado de descendientes ofrecidos por la actuación de<br />

las mutaciones al azar, y mi «estrategia» de selección fue oportunista,<br />

caprichosa y a corlo plazo. Yo no apuntaba hacia un<br />

objetivo a largo plazo, como tampoco hace la selección natural.<br />

Puedo dramatizar esto explicando una ocasión en la que traté<br />

de conseguir un objetivo a largo plazo. Primero, debo hacer una<br />

confesión. Aunque todos lo habrán adivinado. La historia evolutiva<br />

de la figura 4 es una reconstrucción. No fue la primera<br />

vez que vi «mis» insectos. Cuando emergieron por primera vez<br />

al sonido de las trompetas, no tenía medios para registrar sus<br />

genes. Estaban allí, en la pantalla del ordenador, pero no podía<br />

llegar a ellos, no podia descifrar sus genes. Esperé antes de apagar<br />

el ordenador mientras exprimía mi cerebro, tratando de pensar<br />

alguna forma de almacenarlos, pero no había ninguna. Los<br />

genes estaban enterrados muy profundamente, como lo están<br />

en la vida real. Pude imprimir dibujos de los cuerpos de los insectos,<br />

pero había perdido sus genes. De inmediato, modifiqué<br />

el programa, de manera que en el futuro los registros de las fórmulas<br />

genéticas fuesen accesibles, pero ya era demasiado tarde.<br />

Había perdido mis insectos.<br />

Traté de «encontrarlos» otra vez. Si habían evolucionado una<br />

vez, parecía posible que evolucionaran de nuevo. La idea me<br />

obsesionaba, como un acorde olvidado. Vagué por la Tierra de<br />

las Bioformas, moviéndome a través de un paisaje infinito de<br />

cosas y criaturas extrañas, pero no pude encontrar mis insectos.<br />

Sabía que debían de estar acechando en algún lugar. Conocía<br />

los genes a partir de los que había comenzado la evolución original.<br />

Tenía un dibujo de sus cuerpos. Incluso tenía un cuadro<br />

de la secuencia evolutiva que conducía hasta mis insectos, lenta<br />

y gradualmente, desde un primer antepasado, que consistía en<br />

un punto. Pero no conocía su fórmula genética.<br />

Podría pensarse que seria fácil reconstruir la trayectoria evolutiva,<br />

pero no lo fue. La razón, a la que volveré más adelante,<br />

es el número astronómico de bioformas posibles que ofrece una<br />

trayectoria evolutiva suficientemente larga, aun cuando sólo varíen<br />

nueve genes. Varias veces en mi peregrinaje por la Tierra<br />

de las Bioformas, me pareció que me acercaba a un precursor<br />

de mis insectos pero, luego, a pesar de todos mis esfuerzos como<br />

agente seleccionador, la evolución se alejó de lo que demostró<br />

ser una pista falsa. Con el tiempo, durante mis paseos por la<br />

Tierra de las Bioformas —la sensación de triunfo fue casi la<br />

misma que en la primera ocasión- los acorralé de nuevo. No<br />

supe (y aún no sé) si estos insectos eran exactamente los mismos<br />

insectos originales, «los acordes perdidos de Zaratustra», o<br />

si eran superficialmente «convergentes» (véase el capítulo siguiente),<br />

pero eran suficientemente buenos. Esta vez no hubo<br />

error: escribí la fórmula genética, y ahora puedo «hacer evolucionan)<br />

los insectos siempre que quiero.<br />

Sí. ya sé que estoy exagerando un poco el drama, pero hay<br />

que insistir en un punto bastante serio. Aun cuando fui yo quien<br />

programó el ordenador, diciéndole lo que tenía que hacer con<br />

gran detalle, sin embargo no planifiqué los animales que evolucionaron,<br />

y que me sorprendieron totalmente cuando vi a sus<br />

precursores por primera vez. Me encontraba tan impotente para<br />

controlar la evolución que, aunque quise volver a trazar una trayectoria<br />

evolutiva determinada, resultó casi imposible hacerlo.<br />

No creo que hubiese encontrado mis insectos de nuevo, si no<br />

hubiese tenido un dibujo impreso de sus predecesores evolutivos,<br />

e incluso así fue difícil y tedioso. ¿No resulta paradójica la<br />

impotencia del programador para controlar o predecir el curso<br />

de la evolución? ¿Significa que está sucediendo algo misterioso<br />

o místico dentro del ordenador? Por supuesto que no. No hay<br />

tampoco nada místico que intervenga en la evolución real de<br />

los animales y plantas. Podemos utilizar el modelo del ordenador<br />

para resolver esta paradoja, y aprender algo en el proceso<br />

sobre la evolución real.<br />

Para anticipar algo, el fundamento de la resolución de esta<br />

paradoja es como sigue. Existe un conjunto definido de bioformas,<br />

cada una localizada de manera permanente en un sitio pro¬

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