La historia 67 - Escritores Teocráticos.net
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<strong>La</strong> Historia <strong>67</strong> Tomás Hidalgo 2006<br />
<strong>La</strong> <strong>historia</strong> <strong>67</strong><br />
_____________________________________________<br />
TOMÁS HIDALGO<br />
<br />
“Llevaba más de cuarenta minutos tendido en el suelo junto a otro<br />
centenar de personas. <strong>La</strong> situación era delicada, pues hombres<br />
fuertemente armados se encontraban en el recinto, bastante<br />
alterados, con los nervios de punta. Corrían de un lado para otro<br />
con premura. Se escuchaban llantos tímidos y gemidos que eran<br />
rápidamente reprimidos por los facinerosos. Escuchaba como<br />
deliberaban y parecían discutir entre ellos, lo que hacía más<br />
peligroso el entorno. No obstante, a pesar de que tenía solo unos<br />
ocho años, me sentía tranquilo. Apoyaba mi frente sobre mis brazos<br />
cruzados cerrando mis ojos, tratando de pensar en otra cosa. Sentía<br />
pasos acelerados que cruzaban junto a mi humanidad. Me<br />
preguntaba cómo estarían mi madre, mi padre y mi hermano.”<br />
OCASIONALMENTE, en las vigilias de la noche, viejos recuerdos afloran en mi mente.<br />
En medio de tales cavilaciones suelen proyectarse imágenes de mi tierna infancia, como<br />
si de aquella manera estuviera de algún modo retrocediendo en el tiempo. En esas<br />
abstracciones, suelo recordar un momento en especial de cuando era solo un niño;<br />
apenas sabía leer —aunque no sabría precisar exactamente cuán pequeño era pues no<br />
tenía el concepto del tiempo muy agudo todavía— y recuerdo que pasaba mucho tiempo<br />
hojeando, leyendo y releyendo las páginas de un precioso libro de pasta amarilla y con<br />
su título en unas llamativas letras rojas —tampoco sabría decir cuanto tiempo pasaba en<br />
esos menesteres— cuyo nombre era: Mi libro de <strong>historia</strong>s Bíblicas. Particularmente se<br />
viene a mi mente un pasaje en especial que curiosamente repasé y repasé una indefinida<br />
cantidad de veces. Aún recuerdo que es la <strong>historia</strong> <strong>67</strong> de tal libro. En sus desgastadas y<br />
amarillentas hojas del uso y abuso que yo mismo le brindase, leía vez tras vez la <strong>historia</strong><br />
de un rey del antiguo Israel de nombre Jehosafat. He dicho curiosamente porque ahora<br />
que lo pienso bien, no es una de las tradicionales <strong>historia</strong>s que suelen gustarles a los<br />
niños, como aquellas generosas en imágenes de paisajes del paraíso, o aquellas<br />
aventurezcas que ofrecen episodios como las conquistas del rey David, o las peripecias<br />
pasadas por el profeta Jonás en el vientre de una enorme “ballena”. No, yo me fijaba<br />
bastante en ese otro episodio. En este se relata como un enorme ejército mancomunado<br />
de Moab, Amón y Seír estaba a las puertas de Jerusalén. Jehosafat sabía que<br />
militarmente estaba perdido. En respuesta a las sentidas oraciones del rey, Jehová le<br />
responde que él va a pelear por ellos, que no tendrían que pelear sino quedarse quietos.<br />
<strong>La</strong> <strong>historia</strong> termina cuando los soldados de Israel marchan en dirección al campamento<br />
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