La historia 67 - Escritores Teocráticos.net
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<strong>La</strong> Historia <strong>67</strong> Tomás Hidalgo 2006<br />
Desde mi posición era muy poco lo que podía escuchar, sin embargo estos<br />
sujetos estaban desesperándose, y el hermano Orlando muy apaciblemente trataba de<br />
calmarlos. No alcancé a escuchar qué decía él pero estoy seguro que trataba de<br />
explicarles el carácter de nuestra obra, y que allí no se manejaba dinero en altas<br />
proporciones.<br />
Los asaltantes estaban perdiendo la paciencia y optaron por que iban a revisar<br />
uno por uno a todos los asistentes para robarle sus pertenencias, lo que empezó a<br />
demorar la situación. Mientras tanto, a mi mente solo me llegaban las imágenes de esa<br />
<strong>historia</strong> <strong>67</strong>. Los sacerdotes, totalmente desarmados, a la vanguardia por delante de los<br />
soldados israelitas entonando cánticos a Jehová, seguros de que sin mover un dedo, solo<br />
cifrando su confianza en su Dios iban a lograr la victoria contra su poderoso enemigo.<br />
¡Eso era! Cifrar la confianza plenamente en Jehová; en esa situación no había nada más<br />
que hacer, solo esperar ¿Para qué inquietarme? Me sentía tranquilo. Mi corazón ya<br />
latía con normalidad, pero sé que esa imagen en mi cabeza de la <strong>historia</strong> de Jehosafat<br />
me permitía tener claro el porqué podía estar sereno. Sabía que solo dependíamos de<br />
Jehová.<br />
Entretanto el desespero embargó a los asaltantes, pues ya llevaban más de<br />
cuarenta minutos y eso en un asalto es una eternidad, y realmente el dinero recolectado<br />
era vergonzoso para ellos. Uno de ellos en medio de su frustración dijo, o más bien<br />
gritó:<br />
— ¡Pero qué pasa! ¿Es que aquí nadie tiene plata o qué?<br />
—Cállate, o es que querés alarmar a los vecinos, ¿acaso sos idiota?<br />
—Pero es que mirá la miseria que hemos recogido ¿es que vos crees que<br />
nosotros somos limosneros o qué?<br />
De repente, a la distancia se escuchó el sonido de una alarma de sirena acercarse<br />
paulatinamente al salón del Reino.<br />
— ¡Maldita sea! Se nos vino la policía<br />
— ¡Carajo! Ahora sí se nos pudrió la cosa<br />
— ¡Maldición!, ¡Maldición!, yo no voy a volver a la cárcel, yo no me voy a<br />
dejar coger de esos “tombos” 1 .<br />
El hermano Orlando abrió la boca y les dijo<br />
— ¡No muchachos, no vayan a cometer una locura! Miren, yo tengo un pequeño<br />
vehículo, si quieren llévenselo.<br />
—Y nosotros para qué un miserable carro<br />
—Pues por lo menos pueden irse y huir en él<br />
—No se…<br />
—Muestre pues las llaves —contestó el que parecía el líder.<br />
—Pero ¿es que vos sos idiota? ¿No ves que ya viene la policía? ¡Ya están<br />
encima!<br />
Parecía que no había salida, pero el hermano Orlando nuevamente les dijo:<br />
—Pero ¡Sí hay salida muchachos! Miren que yo dejé el carro afuera junto a la<br />
acera, pero por la puerta trasera del salón, ¡Pueden salir por allá!<br />
Fue providencial, porque de inmediato ellos hicieron caso y huyeron. Aunque<br />
posteriormente nos enteramos que la sirena que se escuchaba fue de una ambulancia que<br />
llegaba de urgencia al hospital de la zona que quedaba en la cuadra siguiente. También<br />
para desgracia de los asaltantes, fueron detenidos saliendo de la ciudad en un retén<br />
militar. Esos jóvenes les parecieron sospechosos a los soldados y los detuvieron,<br />
1 Tombos es la expresión callejera utilizada en Medellín para referirse de manera despectiva a los agentes<br />
de la policía. (N. A)<br />
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