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La historia 67 - Escritores Teocráticos.net

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<strong>La</strong> Historia <strong>67</strong> Tomás Hidalgo 2006<br />

había observado el peligro en que nos encontrábamos y sintió el impulso de ayudarnos,<br />

mientras una lluvia de rocas y piedras se precipitaban sobre la fachada y el entejado de<br />

la casa. Esto siguió hasta que llegó la policía. Luego de sus indagaciones, descubrieron<br />

que quien instigó ese ataque contra nosotros había sido nada menos que el cura de la<br />

localidad quien por altavoces había instado a los estudiantes a “tirar piedras a los<br />

protestantes”. Esa crisis pasó, pero grabó en mi mente el hecho de que Jehová te puede<br />

solucionar las crisis de la manera más inesperada que te puedas imaginar.<br />

— ¡Que interesante <strong>historia</strong>! Lástima que tengamos que interrumpirla pues ya<br />

está a punto de comenzar la reunión —advirtió bondadosamente el hermano Orlando.<br />

—No hay problema hermano, ya tendremos la oportunidad de conversar otra vez<br />

y escuchar sus interesantes <strong>historia</strong>s ¿No es cierto hermano Grave?<br />

— ¡Cierto hermano! Para todo hay un tiempo señalado.<br />

Pronto había comenzado la reunión. El presidente de la sesión informa la<br />

apertura de la reunión. Luego del cántico y la oración, anuncia el tema de la<br />

conferencia, a saber: “Esténse quietos y vean la salvación de Jehová”. En efecto, un<br />

tema extraído del texto bíblico que relata la respuesta de Jehová a las oraciones de<br />

Jehosafat. Bueno, aparte de que ese pasaje me hubiera gustado con la lectura de Mí<br />

libro de <strong>historia</strong>s Bíblicas, esto no tendría nada de particular. Sin embargo, en el<br />

transcurso de la reunión, esas palabras comenzaron a tener más sentido para cada uno de<br />

los presentes.<br />

Ya había transcurrido más de media hora desde el comienzo de la reunión y me<br />

había parecido singular el hecho de ver que estaba llegando gente “nueva”, es decir que<br />

personas con ropaje deportivo e informal estaban entrando y se ubicaban en algún sitio<br />

del salón. <strong>La</strong> conferencia terminó, y comenzó el estudio de <strong>La</strong> Atalaya. Después de<br />

unos quince minutos de interesante análisis, observé como dos sujetos, uno sentado en<br />

el pasillo de la izquierda, el otro en el pasillo derecho, se levantaron al unísono de sus<br />

asientos y comenzaron a caminar hacia la plataforma. Yo inmediatamente pensé: “que<br />

raro, pero si esta no es la Escuela del Ministerio como para que hayan presentaciones;<br />

además estos muchachos están de ropa informal”. Los sujetos se subieron a la<br />

plataforma ante la impotente mirada del Superintendente de la Atalaya y en rápida<br />

acción se cubrieron el rostro con algo que a mí me pareció como una media velada. En<br />

mi ingenuidad yo seguía pensando “Y estos señores por qué se están cubriendo la<br />

cabeza con una media”. Ya todos los concurrentes lo sabían, y yo pronto también lo<br />

entendería. Los individuos vestían ambos de chaqueta; uno con chaqueta de tela de<br />

jean, el otro con chaqueta de cuero. De entre sus compartimentos interiores sacaron<br />

sendas armas. Unas pequeñas ametralladoras y simplemente dijeron:<br />

— ¡Todos se arrojan al piso PERO YA!<br />

Por un instante pensé que estaba soñando. <strong>La</strong> gente quedó estupefacta y el<br />

hermano que estaba dirigiendo <strong>La</strong> Atalaya nos instó a actuar conforme nos decían estos<br />

individuos. De inmediato mi padre nos insto a obedecer y tomado la delantera el se<br />

arrojó al suelo. Acto seguido lo hicimos el resto del auditorio; mi corazón empezó a<br />

latir con rapidez e inquietud. Se escucharon los primeros sollozos procedentes de<br />

algunas hermanas y a su vez de los niños de algunas de ellas que entraron en pánico al<br />

verlas llorando. Yo de inmediato pensé ‘estarse quietos’ ¡Eso es lo que hay que hacer!,<br />

por tanto permanecí inmóvil aguardando lo que pasara.<br />

Los minutos pasaron y ya nos habíamos enterado que lo que querían estos<br />

individuos era dinero. Preguntaron por la caja fuerte. —Ellos creían que se manejaban<br />

millones de pesos allí—.<br />

— ¡Pero cómo que no tienen caja fuerte! ¿Y qué hacen con la plata pues? Yo no<br />

sé, o nos dan toda la plata o esto se va a poner difícil aquí.<br />

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