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Dickens, Charles - Oliver Twist.pdf - enclasedehistoria

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—Ya lo está usted viendo, señor Bumble; sin duda está loco —dijo la señora<br />

Sowerberry—. Un niño que no haya perdido por completo la razón no es capaz<br />

de atreverse a contestar a usted así.<br />

—¡No es locura, señora, no! —replicó Bumble, al cabo de breves momentos<br />

de reflexión— ¡Es la carne!<br />

—¿Cómo? —Preguntó sin comprender la señora del funerario.<br />

—¡La carne, señora, y nada más que la carne! —insistió con entonación<br />

enfática el bedel—. Le ha alimentado usted con exceso, señora, ha hecho que<br />

naciera en él un alma y un espíritu superficiales, señora, espíritu y alma que no<br />

convienen a los que son de su condición. Pregunte usted, señora, a la Junta<br />

Administrativa, formada por varones profundamente versados en lo que a<br />

filosofía práctica se refiere, y le dirán lo mismo que acabo de decirle yo. ¿Para<br />

qué quieren los pobres el alma y el espíritu? ¡Harto hacemos nosotros<br />

consintiéndoles que tengan cuerpos! No habría sucedido lo que sucede, señora,<br />

si usted hubiera tenido a esa víbora a gachas y agua.<br />

—¡Dios mío, Dios mío! —exclamó la señora Sowerberry, alzando, los ojos al<br />

techo de la cocina—. ¡He aquí las consecuencias de ser generosa!<br />

La generosidad de la señora del funerario para con <strong>Oliver</strong> consistía en<br />

darle sin tasa todos los manjares inmundos y restos de comida que nadie<br />

hubiera querido; pero, dando pruebas de mansedumbre y abnegación sublimes,<br />

sufrió silenciosa la terrible acusación del bedel, no obstante creerse inocente de<br />

ella, de pensamiento, palabra y obra.<br />

—¡Escuchad! —dijo el señor Bumble, obligando a la señora Sowerberry a<br />

bajar de nuevo los ojos—. Lo único que en este momento puede hacerse, en mi<br />

sentir, es dejarle en la cueva unos cuantos días, encomendando al hambre la<br />

tarea de amansarle, y sacarle luego para tenerle a gachas y agua todo el tiempo<br />

que dure su aprendizaje. ¡Índole excitable, señora, adquirida por herencia! La<br />

enfermera y el médico me han referido que su madre llegó aquí después de<br />

luchar con trabajos y fatigas tan grandes, que hubieran concluido muchas<br />

semanas antes con la vida de cualquier mujer sana y robusta.<br />

En este punto estaba el discurso de Bumble, cuando <strong>Oliver</strong>, a cuyos oídos<br />

llegó lo suficiente para darse cuenta de que se hablaba de su madre, arreció en<br />

sus patadas contra la puerta con furia tal, que el estruendo ahogó la voz del<br />

bedel.<br />

Entró en aquella coyuntura el señor Sowerberry, el cual, oída la historia del<br />

atentado de <strong>Oliver</strong>, historia que las mujeres ponderaron y adornaron con<br />

cuantas exageraciones creyeron indicadas para hacerle montar en cólera, abrió<br />

inmediatamente la puerta del sótano, agarró por el cuello al rebelde aprendiz, y<br />

le sacó a rastras a la cocina.<br />

En la lucha se había hecho jirones la ropa de <strong>Oliver</strong>; tenía el rostro surcado<br />

por terribles arañazos y el cabello caía en desorden sobre su frente. Su cólera no<br />

había disminuido, sin embargo, y al salir de su encierro, lejos de parecer<br />

intimidado, miró con aire de reto a Noé y con valor indomable a los demás<br />

circunstantes.<br />

—¡Eres un chico modelo, a fe mía! —exclamó Sowerberry, dando a <strong>Oliver</strong><br />

un puñetazo terrible.<br />

—¡Ultrajó a mí madre! —replicó <strong>Oliver</strong>.

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