254 - Equipos de Nuestra Señora

UN SEGLAR A LOS ALTARES
S
e llamaba Manuel Lozano
Garrido y sus
amigos lo llamábamos
“Lolo” y era una referencia
en la Acción Católica de
Linares en la que yo me “crié”
pero, cosa de la edad, me resistía
a conocerlo hasta que un día
un amigo común me pidió que
lo acompañara a casa de “Lolo”.
Cuando entré en su habitación
lo vi en su silla de ruedas;
las manos encogidas como
si quisieran guardar algo, e inmóviles
como sus pies; la cabeza
inclinada, la barbilla casi le
rozaba el pecho, y los ojos ya
sin luz. Sentí como un escalofrío,
pero cuando me habló y lo
miré, su sonrisa me devolvió la
alegría y a partir de ese momento
tuve la certeza de que
ser amigo de “Lolo” era un regalo
de Dios. Él tenía poco más
de 40 años y yo la mitad.
“Lolo” era el quinto de
siete hermanos. Su padre
muere seis años después y la
madre con sus hijos se va a
vivir a la casona de su abuelo
en la Plaza del Ayuntamiento de
Linares. Con 11 años ingresa en
la A.C. y cuatro años después
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mueren el abuelo, que era el
sostén de la familia, y su
madre. Los hermanos se quedan
solos, “Lolo” tenía 15 años
y estaba haciendo el bachillerato.
Un año después, y el
mismo día en que “Lolo” cumple
16 años (9-8-1.936), recibe
la noticia de que han asesinado
a su hermano en Madrid, pero
él sigue asistiendo a reuniones
clandestinas de A.C. y llevando
al Santísimo (en su casa había
un sagrario) a los que querían
comulgar. Por una denuncia, en
el año 1.939 lo meten en la cárcel
y al hacerle la “ficha” se declara
”católico, apostólico,
romano”. Proclamando de esta
forma su fe, estaba manifestando
un deseo: el martirio, como
prueba suprema de su amor a
Dios, pero el Padre no le tenía
reservado uno tan espectacular
e instantáneo, sino otro mucho
más anónimo, doloroso y prolongado.
Al acabar la guerra, se
incorpora como secretario de la
A.C y termina sus estudios de
Bachiller y Magisterio pero su
título de “maestro” no pudo uti-