Memoria de actividades 2010-2011

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que sobre tu altar puesta
contemplas la comitiva
todo estamento cofrade
bajo tus plantas desfila
en día de devota fiesta
Corpus Christi en Sevilla
Memoria de actividades 2010/2011
Tras el verano, llegará su triduo y uno de los días más hermosos de nuestra
hermandad, la tradicional función votiva. El día de la Purísima, de tanta tradición en
nuestra ciudad, defenderemos el dogma concepcionista, y antes de llegar otro
domingo de ramos, el calor de nuestra devoción vencerá al frío de las noches de enero,
en la celebración del quinario, con su vía-crucis y besapíes, y al empezar de nuevo otra
cuaresma, el besamanos y el septenario a nuestra dolorosa, con la función principal de
nuestra hermandad, en la que una interminable fila de hermanos prometerán y
renovarán su fe católica, besando con orgullo nuestro libro de reglas.
Todo ello, lo vivimos con convicción, sin que sea una obligación nuestra asistencia,
más bien todo lo contrario, un derecho y un deleite.
Así, asistiendo a los cultos, viniendo de vez en cuando por nuestra casa o por la misa
de hermandad, sin darnos cuenta hacemos que el nombre que define a nuestra
asociación de fieles, no sea un nombre yermo, sino lleno de contenido y de realidad.
En algún momento de nuestro paso por la hermandad, todos tendremos algún
malestar, malentendido o desencuentro con algún otro hermano, es normal.
Hermanos de sangre, discuten y riñen, nosotros que somos hermanos en torno a una
misma fe, no podemos ser una excepción.
El secreto para convivir (como decía José Manuel Hevia) es soportarnos los unos a los
otros. Debemos de tolerarnos y respetarnos. En cualquier tema a debate dentro de la
hermandad, puede haber tantas opiniones como hermanos participen en ese
momento. Es por ello que la clave para la convivencia ha de ser la tolerancia.
Pero una cosa, si me la permitís, sí tengo yo clara, a la hermandad hay que venir,
siempre, este quien este. Pero hay que venir a dar, sin buscar ni esperar nada a
cambio, solo el hecho de poner nuestro granito de arena debe de ser algo que nos
llene de orgullo, aunque alguna vez que otra solo se nos devuelva ingratitud.
Se dice, en demasiadas ocasiones que las hermandades y cofradías son ingratas, no es
verdad. Es nuestra propia ingratitud la que se refleja en ellas. No nos quejemos de la
ingratitud de las hermandades, cuando esta repercuta sobre nosotros, si cuando a
nosotros nos ayudan, no somos capaces de decir un simple gracias.
Así, por tanto, me atrevo a pediros a todos que participéis de la hermandad, en mayor
o menor medida, no importa, toda ayuda será buena, y entre todos haremos una
hermandad aun más grande.