infancia en tacna - Universidad Nacional Jorge Basadre Grohmann
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"Río, Río", o sea que hasta el nivel del arte como <strong>en</strong> el de la cultura, si se toma<br />
como símbolo el libro de lectura de Abelardo Núñez, no alcanzaba el altivo e<br />
intransig<strong>en</strong>te veto a los ocupantes de Tacna. Dicha melodía llegó hasta las<br />
g<strong>en</strong>eraciones más jóv<strong>en</strong>es, pues la volví a escuchar a unas muchachas chil<strong>en</strong>as<br />
cuando viajaba <strong>en</strong> un barco de Nueva York al Callao <strong>en</strong> 1950. Pero lo que, sin<br />
duda, repres<strong>en</strong>ta a aquella época son los valses de las operetas vi<strong>en</strong>esas.<br />
Recuerdo haber visto <strong>en</strong> mi casa las coloreadas cubiertas de sus partituras con<br />
el texto alemán. Así, <strong>en</strong> la pequeña y lejana Tacna, <strong>en</strong>tre 1907 y 1912, como <strong>en</strong><br />
Europa, La viuda alegre y otras obras de Franz Lehar y sus contemporáneos,<br />
seducían por su <strong>en</strong>canto internacional, rompían las barreras de los<br />
provincialismos y reflejaban, <strong>en</strong> cierto modo, todo un período. Expresaban ellas la<br />
ligereza, la banalidad, la confianza <strong>en</strong> la vida, no ex<strong>en</strong>ta de <strong>en</strong>canto, de los años<br />
que precedieron a la primera guerra mundial. Eran el símbolo de un mundo<br />
burgués que soñaba con los restaurantes o los teatros frívolos; de una época<br />
ing<strong>en</strong>ua que se jactaba de un apar<strong>en</strong>te cosmopolismo y, <strong>en</strong> realidad, r<strong>en</strong>día<br />
hom<strong>en</strong>aje al dinero, herrami<strong>en</strong>ta decisiva para obt<strong>en</strong>er las maravillas allí loadas.<br />
Otra canción que escuché varios años <strong>en</strong> mi hogar y <strong>en</strong> vísperas del 25 de<br />
diciembre, t<strong>en</strong>ía, seguram<strong>en</strong>te, vieja proced<strong>en</strong>cia española y decía inicialm<strong>en</strong>te<br />
así:<br />
Esta noche es Noche Bu<strong>en</strong>a<br />
y mañana Navidad<br />
y nosotros nos iremos<br />
para no volver jamás.<br />
Erasmo <strong>en</strong> sus Coloquios expresó que cuando aspiraba el olor de una rosa,<br />
los recuerdos de la <strong>infancia</strong> volvían a su memoria. Algui<strong>en</strong> ha escrito, después<br />
de citar estas palabras, que, al abrir los viejos libros, el olor de ellos hace vivir<br />
de nuevo un período lejano de la vida, d<strong>en</strong>tro de un mom<strong>en</strong>to difícil de ubicar,<br />
pero con una int<strong>en</strong>sidad que, de otro modo, no hubiera t<strong>en</strong>ido. Guardamos<br />
recuerdos fugitivos e inasibles <strong>en</strong> los que se juntan hechos sin coher<strong>en</strong>cia hasta<br />
que, de pronto, un olor, una esc<strong>en</strong>a, una palabra, un objeto, despiertan de<br />
improviso el pasado personal de modo evid<strong>en</strong>te. Pero él está salvaguardado, a<br />
veces, mejor por una melodía que, de pronto, reaparece con una p<strong>en</strong>etrante y<br />
asombrosa exactitud, por una melodía de antaño que volvemos a escuchar ocasionalm<strong>en</strong>te:<br />
el aire que tarareaba nuestra madre <strong>en</strong> la intimidad, la canción que<br />
alguna vez nos conmovió. Aquella música, <strong>en</strong> otras circunstancias, hubiera<br />
quedado sepultada para nosotros; pero el azar ord<strong>en</strong>a que resulte uno de los<br />
dones más preciosos atesorado <strong>en</strong> nuestra memoria, Cierto es que podríamos<br />
haber dicho: vivimos <strong>en</strong> aquella casa, mi madre cantaba a veces <strong>en</strong> la cocina,<br />
escuchamos muchos acordes, quizás los más impresionantes para nosotros, los<br />
niños pequeños de Tacna, cuando prov<strong>en</strong>ían de bandas militares. Hubiéramos<br />
evocado los hechos, concretos o vagos <strong>en</strong> sí; y, sin embargo, esa visión íntima del<br />
pasado no llevaría pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te toda su carga emocional. Los hechos allí están:<br />
son el esqueleto del pasado. Pero aquello que convierte mágicam<strong>en</strong>te los hechos<br />
<strong>en</strong> nuestro "ayer", el recuerdo de lo que ya no volverá y por eso nos conmueve<br />
tanto, es el bi<strong>en</strong> más inefable de todos, y se esconde <strong>en</strong> la música.<br />
En aquellos, tiempos (<strong>en</strong> Tacna también por aquello que ti<strong>en</strong>e la moda<br />
siempre de contagiosa aunque, felizm<strong>en</strong>te, sin la rapidez y la prisa que han<br />
g<strong>en</strong>erado el servicio de los aviones y la propagación de la radio y el televisor)<br />
las mujeres preferían como colores favoritos el malva, el violeta, el rosa; y no se<br />
consideraba (la qué época tan distinta pert<strong>en</strong>ecemos!) cosa elegante la<br />
delgadez o la flacura. Los vestidos fem<strong>en</strong>inos, muy largos, debían ser usados<br />
con guantes también largos.