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1 Partiendo del documento Vida Fraterna en Comunidad vamos a ...

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Dios, los esfuerzos de los hermanos para convivir <strong>en</strong> comunidad no darán fruto, y <strong>en</strong>tre ellos no<br />

podrá existir la unidad deseable de la caridad:<br />

La gracia de Dios es lo que hace que los hermanos habit<strong>en</strong> <strong>en</strong> unidad. No por sus fuerza, no<br />

por sus méritos, sino por su don, por su gracia, como rocío <strong>del</strong> cielo. (En. Ps. 132, 10).<br />

Si llega a faltar esta gracia de Dios, que prepare las voluntades de los hermanos para que se<br />

dispongan a cumplir lo que Dios espera de ellos (corrept. 17), qui<strong>en</strong>es viv<strong>en</strong> <strong>en</strong> comunidad no<br />

podrán ni vivir <strong>en</strong> unidad, ni cumplir lo que prometieron <strong>en</strong> la profesión, ni tampoco perseverar<br />

<strong>en</strong> su santo propósito. Qui<strong>en</strong> ha sido llamado a vivir <strong>en</strong> la concordia y unanimidad de la<br />

comunidad, necesita reconocer el don y la gratuidad que implica vivir unido <strong>en</strong> la caridad de<br />

Cristo. Y ya que la comunidad religiosa vive d<strong>en</strong>tro de la gran comunidad de la Iglesia, el don de<br />

Dios se recibe <strong>en</strong> la Iglesia y para la Iglesia, por eso san Agustín m<strong>en</strong>ciona <strong>en</strong> la <strong>en</strong>arratio al<br />

salmo 132 el Monte Sión, que será siempre <strong>en</strong> el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to agustiniano y <strong>en</strong> la interpretación<br />

exegética que hace de este nombre figura de la Iglesia:<br />

La luz elevada es Cristo. De él provi<strong>en</strong>e el rocío <strong>del</strong> Hermón, por lo que cuantos deseáis<br />

habitar <strong>en</strong> la unidad debéis desear este rocío y dejar que él os empape. De otro modo no podréis<br />

cumplir lo que habéis profesado, (…) ni podrés perseverar, al m<strong>en</strong>os que no os falte su alim<strong>en</strong>to.<br />

Su alim<strong>en</strong>to desci<strong>en</strong>de sobre los montes de Sión. (<strong>en</strong>. Ps. 132, 11).<br />

Sin embargo cuando esta gracia y don de Dios aparece <strong>en</strong> una comunidad y los hermanos<br />

dejan que esta gracia prepare sus voluntades (retr. 1, 10, 2) para cumplir el plan y los designos<br />

de Dios, los hermanos verdaderam<strong>en</strong>te pued<strong>en</strong> ser llamados monjes, <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido que el mismo<br />

san Agustín explica <strong>en</strong> esta <strong>en</strong>arratio al salmo 132. Son verdaderam<strong>en</strong>te monjes, no porque<br />

vivan <strong>en</strong> solitario y cada uno por su parte. Son monjes porque son una sola cosa, una sola<br />

realidad, unidos por la caridad de Cristo, formando también un solo cuerpo d<strong>en</strong>tro <strong>del</strong> mismo<br />

Cuerpo de Cristo que es la Iglesia:<br />

Qui<strong>en</strong>es viv<strong>en</strong> así <strong>en</strong> la unidad, constituy<strong>en</strong> un solo hombre y <strong>en</strong> ellos se verifica lo que está<br />

escrito ‘una alma y un corazón’; son muchos cuerpos, pero no muchas almas; son muchos<br />

cuerpos pero no muchos corazones. Son correctam<strong>en</strong>te llamados monós, es decir, uno solo. (<strong>en</strong>.<br />

Ps. 136, 6).<br />

b) Es preciso construir la comunidad<br />

San Agustín es consci<strong>en</strong>te <strong>del</strong> don que se recibe de parte de Dios para poder vivir <strong>en</strong> la<br />

unidad y <strong>en</strong> la concordia de la comunidad, pero sabe también que qui<strong>en</strong>es forman parte de la<br />

comunidad, deb<strong>en</strong> poner todo de su parte cada día para perseverar <strong>en</strong> el santo propósito y<br />

colaborar con la gracia recibida (<strong>en</strong>. Ps. 126, 2). Y la comunidad se comi<strong>en</strong>za a construir <strong>en</strong> el<br />

sil<strong>en</strong>cio de la propia oración y <strong>en</strong> la intimidad <strong>del</strong> <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con Cristo. El religioso, cada día al<br />

<strong>en</strong>trar <strong>en</strong> lo más íntimo de su propia intimidad (conf. 3, 11) para abrazar con amor a Dios y<br />

abrazar el amor de Dios (trin. 8, 12), se une profundam<strong>en</strong>te a Cristo y se prepara para formar <strong>en</strong><br />

su propia comunidad, el cuerpo de Cristo y el Templo de Dios.<br />

En este s<strong>en</strong>tido debe ser leído el capítulo primero de la Regla de san Agustín, pues cuando<br />

dice “Vivid <strong>en</strong> unanimidad y concordia y honrad mutuam<strong>en</strong>te a Dios de qui<strong>en</strong> habéis llegado a<br />

ser templo”, no se debe leer sólo <strong>en</strong> un s<strong>en</strong>tido individual y particular, sino que esta frase ti<strong>en</strong>e,<br />

ante todo, una lectura comunitaria: toda la comunidad es el templo de Dios, es el lugar <strong>en</strong> donde<br />

Cristo habita. Un templo y una casa de Dios que se edifica con la propia viv<strong>en</strong>cia espiritual, pues<br />

<strong>del</strong> <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con Cristo <strong>en</strong> la intimidad <strong>del</strong> corazón es preciso pasar al reconocimi<strong>en</strong>to de Cristo<br />

<strong>en</strong> cada uno de los hermanos y <strong>en</strong> cada una de las situaciones y circunstancias que pueda<br />

atravesar la comunidad. Sólo cuando Cristo habita <strong>en</strong> el corazón de cada religioso, éste puede<br />

habitar el <strong>en</strong> corazón de toda la comunidad. San Agustín lo expresa de esta manera:<br />

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