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Descargar Guía - Fundación IPADE

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administración del agua no toma en cuenta el concepto de cuenca hidrográfica. En 2004 se ha creado<br />

una institución temporal denominada Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), con el propósito de<br />

ordenar las acciones del Estado sobre el recurso hídrico. Su logro más importante ha sido la formulación<br />

de la Política Hídrica Gubernamental, aunque aún no hay coordinación de todos los actores que<br />

intervienen en la gestión del recurso hídrico. Por tanto, mientras la CONAGUA no sea un organismo<br />

competente, la gestión del agua se delega a los municipios que, apoyados en la ley, determinan sus<br />

políticas y normas en torno a este recurso de forma autárquica, generando ingobernabilidad en el<br />

sector agua (<strong>IPADE</strong> 2011).<br />

La ausencia de tal Ley es una de las causas del deficiente ordenamiento legal sobre el manejo sostenible<br />

del recurso hídrico. El reparto de las competencias en la gestión del agua a nivel municipal se realiza<br />

basándose en un marco legal como es: la Constitución, el Código de Salud, la Ley de Consejos de<br />

Desarrollo Rural y Urbano, el Código Municipal y la Ley de Descentralización (éstas tres de 2002) y<br />

otros cuerpos jurídicos como el Código Civil. Todos estos instrumentos responden a una política de<br />

descentralización desorganizada consecuencia de los Acuerdos de Paz, constatándose un solapamiento<br />

de competencias entre ellos. Esta descentralización de la GIRH fue orientada por el Banco Mundial y<br />

lleva a que todos los países adopten los Principios de Dublín (uno de ellos establece que “el desarrollo<br />

y el manejo del agua debe hacerse al nivel administrativo que corresponda”). Sin embargo, la<br />

descentralización de la gestión del agua en Guatemala ha generado descoordinación y falta de visión,<br />

especialmente al aprobarse la Ley de Consejos de Desarrollo. Ésta se dirige a las comunidades rurales<br />

y determina que la gestión del recurso recae en manos de sus entidades más representativas, como<br />

Comités Comunitarios de Desarrollo (COCODEs) o cualquier asociación que cuente con respaldo. En esta<br />

indefinición entran todos los clientelismos políticos y corrupciones que ahondan la ingobernabilidad<br />

del agua en el país. A estos comités (formados por voluntarios y no siempre representativos de toda<br />

la comunidad) se les cede la gestión del recurso, que debería ser a nivel nacional, pero sin dotarles<br />

de instrumentos normativos, financiación o formación (Vadillo 2009). En numerosas ocasiones, los<br />

gobiernos locales, aun mostrando interés en el tema, carecen de herramientas adecuadas para la<br />

gestión integral del agua y de fondos para llevarla a cabo, debido a una ineficacia en la aplicación de la<br />

Ley de Descentralización (también creada en 2002), que ha transmitido competencias a los gobiernos<br />

locales pero no siempre acompañadas de medios económicos ni humanos.<br />

Esta falta de liderazgo en el sector deriva en una carencia de instituciones sólidas y con recursos<br />

financieros para enfrentarse a esta problemática. Todo ello dificulta la viabilidad económica de la<br />

administración municipal y socava la credibilidad de ésta frente a la ciudadanía. Esta situación se<br />

traduce en clara dificultad para organizar la gestión pública local. Prueba de ello es que en todo el<br />

territorio de Guatemala, están surgiendo conflictos por el agua, tanto en zonas urbanas como en las<br />

áreas rurales.<br />

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