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modulo de oratoria. - Fondemi

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el asalto <strong>de</strong>l fuerte. Sus <strong>de</strong>fensores le abandonaron a mis armas, que se apo<strong>de</strong>raron <strong>de</strong> él sin resistencia, cuando<br />

hubiera podido rechazar al mayor ejército. Cinco días marcados con victorias consecutivas, terminaron la guerra,<br />

y la provincia <strong>de</strong> Santa Marta fue ocupada <strong>de</strong>spués sin obstáculo alguno.<br />

Tan felices sucesos me hicieron obtener <strong>de</strong>l Gobierno <strong>de</strong> la Nueva Granada el mando <strong>de</strong> una expedición contra<br />

la provincia <strong>de</strong> Cúcuta y Pamplona. Nada pudo allí <strong>de</strong>tener el ímpetu <strong>de</strong> los soldados que mandaba. Vencieron y<br />

<strong>de</strong>spedazaron a los enemigos en don<strong>de</strong>quiera que los encontraban, y esta provincia fue libertada.<br />

En medio <strong>de</strong> estos triunfos, ansiaba solo aquellos que <strong>de</strong>bieran dar la libertad a Venezuela, constante mira <strong>de</strong><br />

todos mis conatos. Las dificulta<strong>de</strong>s no podían aterrarme: la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> la empresa excitaba mi ardor. Las ca<strong>de</strong>nas<br />

que arrastrabais, los ultrajes que recibíais, inflamaban más mi celo. Mis solicitu<strong>de</strong>s al fin obtuvieron algunos<br />

soldados, y el permiso <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hacer frente al po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Montever<strong>de</strong>. Marché entonces a la cabeza <strong>de</strong> ellos y<br />

mis primeros pasos me hubieran <strong>de</strong>salentado, si yo no hubiese preferido vuestra salud a la mía. La <strong>de</strong>serción fue<br />

continua, y mis tropas habían quedado reducidas a muy corto número, cuando obtuve los primeros triunfos en el<br />

territorio <strong>de</strong> Venezuela.<br />

Ejércitos gran<strong>de</strong>s oprimían la República, y visteis, compatriotas, un puñado <strong>de</strong> soldados libertadores volar <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

la Nueva Granada hasta esta capital venciéndolo todo, y restituyendo a Mérida, Trujillo, Barinas y Caracas a su<br />

primera dignidad política. Esta capital no necesitó <strong>de</strong> nuestras armas para ser libertada. Su patriotismo sublime<br />

no había <strong>de</strong>caído en un año <strong>de</strong> ca<strong>de</strong>nas y vejaciones. Las tropas españolas huyeron <strong>de</strong> un pueblo <strong>de</strong>sarmado,<br />

cuyo valor temían, y cuya venganza merecían. Gran<strong>de</strong> y noble en el seno mismo <strong>de</strong>l oprobio, se ha cubierto <strong>de</strong><br />

una mayor gloria en su nueva regeneración.<br />

Compatriotas, vosotros me honráis con el ilustre título <strong>de</strong> Libertador. Los oficiales, los soldados <strong>de</strong>l ejército,<br />

ved ahí a los libertadores: ved ahí a los que reclaman la gratitud nacional. Vosotros conocéis bien los autores <strong>de</strong><br />

vuestra restauración: esos valerosos soldados: esos jefes impertérritos. El general Ribas, cuyo valor vivirá siempre<br />

en la memoria americana, junto con las jornadas gloriosas <strong>de</strong> Niquitao, y Barquisimeto. El gran Girardot, el joven<br />

héroe que hizo aciaga con su pérdida la victoria <strong>de</strong> Bárbula: el mayor general Urdaneta, el más constante y sereno<br />

oficial <strong>de</strong>l ejército. El intrépido D’Elhuyar, vencedor <strong>de</strong> Montever<strong>de</strong> en Las Trincheras. El bravo comandante<br />

Campo Elías, pacificador <strong>de</strong>l Tuy, y libertador <strong>de</strong> Calabozo. El bizarro coronel Villapol que <strong>de</strong>sriscado en Virgirima,<br />

contuso y <strong>de</strong>sfallecido, no perdió nada <strong>de</strong> su valor que tanto contribuyó a la victoria <strong>de</strong> Araure. El coronel Palacios,<br />

que en una larga serie <strong>de</strong> encuentros terribles, soldado esforzado y jefe sereno, ha <strong>de</strong>fendido con firme carácter<br />

la libertad <strong>de</strong> su patria. El mayor Manrique, que <strong>de</strong>jando sus soldados tendidos en el campo, se abrió paso por en<br />

medio <strong>de</strong> las filas enemigas, con solo sus oficiales Planas, Monagas, Canelón, Luque, Fernán<strong>de</strong>z, Buroz, y pocos<br />

más, cuyos nombres no tengo presentes, y cuyo ímpetu y arrojo publican Niquitao, Barquisimeto, Bárbula, Las<br />

Trincheras y Araure.<br />

Compatriotas, yo no he venido a oprimiros con mis armas vencedoras: he venido a traeros el imperio <strong>de</strong> las<br />

leyes: he venido con el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> conservaros vuestros sagrados <strong>de</strong>rechos. No es el <strong>de</strong>spotismo militar el que<br />

pue<strong>de</strong> hacer la felicidad <strong>de</strong> un pueblo, ni el mando que obtengo pue<strong>de</strong> convenir jamás, sino temporariamente a<br />

la República. Un soldado feliz no adquiere ningún <strong>de</strong>recho para mandar a su patria. No es el árbitro <strong>de</strong> las leyes<br />

ni <strong>de</strong>l Gobierno; es el <strong>de</strong>fensor <strong>de</strong> su libertad. Sus glorias <strong>de</strong>ben confundirse con las <strong>de</strong> la República; y su ambición<br />

<strong>de</strong>be quedar satisfecha al hacer la felicidad <strong>de</strong> su país. He <strong>de</strong>fendido vigorosamente vuestros intereses en el<br />

campo <strong>de</strong>l honor, y os protesto los sostendré hasta el último período <strong>de</strong> mi vida. Vuestra dignidad, vuestras glorias<br />

serán siempre caras a mi corazón; mas el peso <strong>de</strong> la autoridad me agobia. Yo os suplico me eximáis <strong>de</strong> una carga<br />

superior a mis fuerzas. Elegid vuestros representantes, vuestros magistrados, un gobierno justo; y contad con que<br />

las armas que han salvado la República, protegerán siempre la libertad y la gloria nacional <strong>de</strong> Venezuela.<br />

El Libertador conviene en conservar el mando.<br />

Los oradores han hablado por el pueblo: el ciudadano Alzuru ha hablado por mí. Sus sentimientos <strong>de</strong>ben elevar<br />

todas las armas republicanas. ¡Ciudadanos!, en vano os esforzáis porque continúe ilimitadamente en ejercicio <strong>de</strong><br />

la autoridad que poseo. Las asambleas populares no pue<strong>de</strong>n reunirse en toda Venezuela sin peligro. Lo conozco,<br />

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