Amaro González de Mesa - Fundación Transición Española
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<strong>de</strong>cirlo, un enviado <strong>de</strong> Echeverría y actuase <strong>de</strong> acuerdo con López Portillo.<br />
Dada la experiencia que ya había adquirido en Méjico lo puse en duda, sin <strong>de</strong>círselo,<br />
por supuesto y así se lo comuniqué al ministro Oreja en la nota que le<br />
preparé sobre esta conversación. Por mi parte, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> alabar sus esfuerzos<br />
por el acercamiento entre nuestros países, le señalé que no veía ocasión para<br />
que un ministro o alto cargo español hablase <strong>de</strong> amnistía y <strong>de</strong> regreso <strong>de</strong> los<br />
exilados. La amnistía ya estaba concedida. Los más significativos exiliados<br />
en Méjico (Salazar y Salcedo <strong>de</strong>l P.S.O.E, Wenceslao Roces <strong>de</strong>l P.C.E. etc.) ya<br />
estaban en España. Le prometí que transmitiría cuanto me había dicho (como<br />
así hice) al ministro, pero que veía muy difícil dadas las fechas en que estábamos<br />
que hubiese tiempo para instrumentar toda esa operación. Lo que naturalmente<br />
no le dije es que iba a <strong>de</strong>saconsejarla. No le mentí, pero no le dije<br />
toda la verdad. Los diplomáticos no pue<strong>de</strong>n mentir, pero no están obligados a<br />
<strong>de</strong>cir toda la verdad.<br />
En la reunión la semana siguiente en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l ministro Oreja se aprobó<br />
la línea <strong>de</strong> conducta que yo había seguido y se acordó que siguiese en esa<br />
misma dirección. El ministro Oreja encontró razonable tener un gesto con el<br />
presi<strong>de</strong>nte Echeverría. Al mismo ministro se le ocurrió la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> concertar<br />
una entrevista en Nueva York con el canciller mejicano durante las sesiones <strong>de</strong><br />
la Asamblea General. Des<strong>de</strong> su mismo <strong>de</strong>spacho se lo transmití al señor<br />
Gómez Gordoa, quién se mostró muy satisfecho <strong>de</strong>l éxito <strong>de</strong> su gestión y<br />
quedó en darme una contestación a la mañana siguiente. Así lo hizo. Me dijo<br />
por teléfono que el presi<strong>de</strong>nte Echeverría no consi<strong>de</strong>raba útil esa entrevista<br />
porque los asuntos <strong>de</strong> España quedaban para su sucesor. Por mi propia experiencia<br />
y por la <strong>de</strong> los compañeros que como agentes oficiosos habían estado<br />
en Méjico, sabía que había que contrastar mucho las informaciones que llegaban<br />
por estos conductos, en las que con los nobles intentos <strong>de</strong> acercar nuestros<br />
países, siempre se mezclaban la fantasía, la oficiosidad o el afán <strong>de</strong><br />
protagonismo.<br />
A poco <strong>de</strong> mi regreso <strong>de</strong> Madrid, Guillermo Rubio (español que trabajaba<br />
como asesor en el Instituto Mexicano <strong>de</strong> Comercio Exterior) me transmitió la<br />
invitación <strong>de</strong> su director, Julio Faessler, a almorzar en su se<strong>de</strong>. Era la primera<br />
vez que recibía una invitación <strong>de</strong> un organismo oficial. Faessler, según me informó<br />
Guillermo Rubio, era un joven tecnócrata <strong>de</strong> brillante porvenir. Hasta<br />
se pronosticaba que era el tapado <strong>de</strong> López Portillo para ocupar la Cancille-