12.05.2013 Views

Las tragedias Virginia y Ataúlfo de Montiano

Las tragedias Virginia y Ataúlfo de Montiano

Las tragedias Virginia y Ataúlfo de Montiano

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

A partir <strong>de</strong> este esquema obtenemos las siguientes conclusiones:<br />

A) La tiranía <strong>de</strong> Claudio<br />

A.1. <strong>Las</strong> pasiones <strong>de</strong>senfrenadas Con respecto a la tragedia neoclásica española<br />

señalábamos que, a nuestro juicio, el ser arrastrado por una pasión incontenible es el principal<br />

<strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nante <strong>de</strong> todo el proceso <strong>de</strong> la culpa trágica. <strong>Virginia</strong> no es ajena a esta lógica discursiva,<br />

lo cual obliga a centrarnos en el comentario <strong>de</strong>l tirano Apio Claudio y, algo menos, en su cómplice<br />

Marco. Des<strong>de</strong> la primera escena <strong>de</strong> la tragedia, Claudio está dominado por el amor loco, por un<br />

impulsivo apetito sexual hacia <strong>Virginia</strong>, la cual censura su “torpeza, / <strong>de</strong> ligeros antojos producida, /<br />

<strong>de</strong> sensuales impulsos animada” (I, 1, vv. 32-34), y unos versos <strong>de</strong>spués emplea parecidos términos<br />

como “indiscreto arrojo” e “inclinación viciosa”. Sólo queda <strong>de</strong>cir que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este punto <strong>de</strong> vista el<br />

problema no resi<strong>de</strong> en sentir pasiones, sino en saber dominarlas. Para el racionalismo dieciochesco<br />

el mundo pasional <strong>de</strong>be estar guiado por la razón o, en su <strong>de</strong>fecto, subordinarse al bien común o a la<br />

virtud; en caso contrario se <strong>de</strong>rivan fatales consecuencias individuales y colectivas. Este imperativo<br />

afecta más que a nadie a los gobernantes, a los ilustres y se convierte, por consiguiente, en “razón<br />

<strong>de</strong> Estado” (en el recto sentido <strong>de</strong>l sintagma).<br />

Pero el <strong>de</strong>cenviro no muestra en ningún momento alguna <strong>de</strong> estas facetas exigibles a lo<br />

pasional cuando se aplica a un hombre <strong>de</strong> Estado: si el amor o apetito sexual es <strong>de</strong>finido por el<br />

mismo Claudio como un “ardor” en que se abrasa “propio” <strong>de</strong> un “incendio”, como un “per<strong>de</strong>r mis<br />

faculta<strong>de</strong>s, / [que] le da mayores fuerzas al <strong>de</strong>seo” (III, 1, vv. 991-997) 57 ; si las otras pasiones más<br />

“masculinas” (según dijo Pierre Corneille en el Discours <strong>de</strong> l’utilité et <strong>de</strong>s parties du poème<br />

dramatique) como la ambición, la crueldad o la venganza tampoco son controladas racionalmente ni<br />

reconducidas en aras <strong>de</strong>l bien común 58 ; entonces Apio Claudio, incapaz <strong>de</strong> gobernarse a sí mismo,<br />

es un personaje que no merece en absoluto el privilegio <strong>de</strong> regir los <strong>de</strong>stinos <strong>de</strong> Roma.<br />

Algo parecido, aunque en menor grado, suce<strong>de</strong> con Marco. Este consejero y cliente <strong>de</strong>l tirano<br />

muestra en todas sus intervenciones o parlamentos que está viciado por la ambición y la codicia –<br />

pero, a diferencia <strong>de</strong> Claudio, se comporta inmune a la pasión amorosa–. Basta con repasar la ya<br />

comentada segunda escena <strong>de</strong>l acto segundo para verlo convertido en un propagandista <strong>de</strong>l<br />

maquiavelismo más <strong>de</strong>scarnado o con revisar cómo está dispuesto a todo para medrar a costa <strong>de</strong> la<br />

lascivia <strong>de</strong> su señor (monólogo <strong>de</strong> IV, 2).<br />

Sin embargo, las pasiones <strong>de</strong>senfrenadas tienen un contrapunto también negativo, el <strong>de</strong>l<br />

disimulo ilícito o mentira, que Saavedra Fajardo en su I<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un príncipe político cristiano<br />

representada en cien empresas distingue claramente <strong>de</strong>l disimulo lícito o astucia. En virtud <strong>de</strong> esta<br />

distinción, una cosa es mentir o hacer creer a otro lo contrario <strong>de</strong> lo que en verdad suce<strong>de</strong>, y otra<br />

cosa diferente (véase los consejos <strong>de</strong> Numitor a Icilio en II, 6, v. 930 y ss.) ocultar las verda<strong>de</strong>ras<br />

intenciones, a fin <strong>de</strong> no ser <strong>de</strong>scubierto, mediante palabras equívocas o <strong>de</strong> doble sentido. Pero todo<br />

esto lo expresa <strong>Montiano</strong> mejor que nadie: al final <strong>de</strong> III, 4, Claudio, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sido<br />

rechazado y <strong>de</strong>spreciado por <strong>Virginia</strong> (III, 2), planea con Marco cómo consumar sus locos<br />

propósitos hacia la joven; en ese momento, se produce la siguiente situación:<br />

57 Anteriormente Marco explica con claridad el estado emocional <strong>de</strong>l tirano cuando le formula la siguiente pregunta:<br />

“¿mas tanto, Claudio, tanto impulso tiene / esa voraz pasión, que te impacienta, / que no cabe que diestro la corrijas, / o<br />

con resuelto ardor la satisfagas?” (II, 2, vv. 584-587).<br />

58 A fin <strong>de</strong> no exten<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong>masiado alegando citas textuales que ratifiquen nuestro comentario, sólo recordamos<br />

dos ejemplos. En primer lugar, las palabras <strong>de</strong> <strong>Virginia</strong> en la escena inicial <strong>de</strong> la tragedia: “¿No viste su ambición, su<br />

tiranía, / su odiosa crueldad contra la Patria? / ¡Pues cómo esperas, cómo, que mo<strong>de</strong>re / su error, o que sin freno le<br />

contenga! / Cuando no me persiga injusto amante; / por serlo yo <strong>de</strong> Icilio, ha <strong>de</strong> ofen<strong>de</strong>rme. / Ya le contó rival en la<br />

reñida / controversia a favor <strong>de</strong>l Tribunato: / y es forzoso me agravie; porque sigo / la libertad, y al que por ella clama”<br />

(I, 1, vv.77-93). Y en segundo lugar, el testimonio <strong>de</strong> Valerio y Horacio acerca <strong>de</strong> la cólera y crueldad <strong>de</strong>l tirano,: “En<br />

su altivez tan ciego se afianza, / que ni el menor enojo disimula. / Nuestras proposiciones saludables, / ni aun oírlas se<br />

rin<strong>de</strong> sin <strong>de</strong>specho. / Todo a rabia y a cólera le mueve; / cuenta como casual el fin <strong>de</strong> Sicio; / la indignación <strong>de</strong>l pueblo<br />

por mentida; / nuestra oficiosidad por maliciosa; / y en fin, según airado se propone, / sólo la regla <strong>de</strong> su gusto admite: /<br />

vida y honor están aventurados” (II, 5, vv. 829-839).<br />

36

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!