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Algunos rasgos del hombre extremeño - Paseo Virtual por ...

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ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE<br />

EXTREMEÑO<br />

ACLARACIÓN Y DECLARACIÓN PREVIAS<br />

Repare el lector en que se dice, en título de este trabajo, «algu-<br />

nos <strong>rasgos</strong>». No pretende, pues, dar todos, y se conformaría con<br />

que los que da, fueran decisivos, o, al menos, no los menos im<strong>por</strong>-<br />

tantes. Y, además, el título alude al «<strong>hombre</strong>» <strong>extremeño</strong>, es decir,<br />

no a la geografía ni a la historia, sino al <strong>hombre</strong> esencia, según se<br />

manifiesta en su geografía y en su historia; sí, pero también, según<br />

se puede interpretar a través de sus artistas y poetas y pensadores<br />

y todos los que han pensado sobre Extremadura, sean o no extre-<br />

meños. No he de iniciar este estudio describiendo la situación geo-<br />

gráfica de Extremadura, su historia, su origen, sus vicisitudes, su<br />

filiación étnica ni su folklore, aunque con muchísima frecuencia se<br />

hagan alusiones a unos y otros, y aunque haga brevísimos resú-<br />

menes al paso de todos esos temas. Se trata <strong>del</strong> <strong>hombre</strong> <strong>extremeño</strong>,<br />

pero no en su antropología étnica, cultural o folklórica, sino en su<br />

humanidad, en su antropología filosófica o existencial; es una ten-<br />

tativa de caracterización, de psicología profunda; y al intentar<br />

ésta, me descargo de una deuda como una pesadumbre, con mi<br />

Extremadura. He temido morir sin pagar esta deuda leve para el<br />

acreedor y gravísima para el deudor. ¿Qué podría yo decir de su<br />

historia que no hayan dicho Ramón Mélida, o Floriano, Vicente<br />

Barrantes, Publio Hurtado, Vicente Paredes, López Prudencio,<br />

Elías de Tejada, Enrique Segura, Rodríguez-Moñino, Cascales Mu-<br />

ñoz, el Conde de Canilleros, Cados Callejo, Velo Nieto, S. Pare-


PEDRO CABA<br />

des, etc., etc., ni qué de su folklore, su refranero, su sabiduría co-<br />

lectivas que no hayan señalado e interpretado autorizadamente el<br />

Maestro Correas, Nieves Hoyos, García Matos, Plata de Osma,<br />

García Plata, R.-Moñino, Bonifacio Gil y tantos más? ¿Y sobre<br />

su geografía estando ahí los Hernández Pachecos?.<br />

No. Yo nada tengo que decir sobre todo eso. Ni sobre la tierra,<br />

ni sobre el clima ni sobre el paisaje, ni sobre la ganadería o los<br />

cereales; los viñedos, los ríos y los pantanos, sobre el Plan Badajoz<br />

o el Plan Cáceres. Y no <strong>por</strong>que todo ello no sea im<strong>por</strong>tantísimo,<br />

sino <strong>por</strong>que es mínima mi documentación sobre todo ello y<br />

<strong>por</strong>que sobre ello han hablado mentes más autorizadas que la mía<br />

y <strong>por</strong>que a mí, más que la fisica, me im<strong>por</strong>ta la metafísica de<br />

Extremadura.<br />

Yo quisiera hacer un retrato esencial <strong>del</strong> <strong>hombre</strong> <strong>extremeño</strong>,<br />

inspirándome en los retratos de sus pintores, en la biografía de<br />

sus artístas, poetas y políticos, pero sin ahincarme en una erudi-<br />

ción que no tengo ni en investigaciones que no he hecho ni pienso<br />

hacer. Esto es como una interpretación de enamorado, una especie<br />

de canción, pero de filósofo más que de poeta (que también la<br />

filosofía es una canción, la «eterna canción» <strong>del</strong> pensamiento); y<br />

cuando se habla con amor, al filosofar se nos vuelve también poe-<br />

sía. Al decir «amo la tierra extremeña», se entiende que no es la<br />

tierra física, sino una zona geográfica habitada <strong>por</strong> <strong>hombre</strong>s y cur-<br />

tida y cultivada de historia. Al fin la geografía, aun llamándose<br />

geografía física es siempre tierra humanizada. Comprende climas<br />

y vientos dominantes, vicisitudes hidrológicas y accidentes orográ-<br />

ticos, comunicaciones y cultivos, pero todo esto es referido al hom-<br />

bre que puede hacer cambiar, no ya los cultivos y las comunica-<br />

ciones (carreteras, telégrafos, cursos fluviales), sino .también modi-<br />

ficar el clima, la orografia, el régimen de lluvias, el paisaje todo.<br />

La geografia está hecha para el <strong>hombre</strong> pero corregida <strong>por</strong> él. No<br />

es sólo su marco natural, sino su ámbito, el campo de acción de<br />

su técnica, de sus actividades, de su poétíca y sus sueños de<br />

<strong>hombre</strong>; el cual es <strong>hombre</strong> y no mera zoología <strong>por</strong>que, tanto como<br />

ser natural, se siente ser preternatural y sobrenatural; y más que<br />

adaptarse a la naturaleza, la corrige y educa y adapta a sus desig-<br />

nios. Lo que llamamos ,adaptación <strong>del</strong> <strong>hombre</strong> a la naturaleza» es,<br />

sobre todo, astucia <strong>del</strong> <strong>hombre</strong> y táctica simulación. Finge esa


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

adaptación para hacer, con suavísima y solapada intención, que<br />

la naturaleza se adapte a él. Influye sin duda el medio natural en<br />

el <strong>hombre</strong>, pero lo poco que pueda significar esa influencia, queda<br />

sobrecompensado <strong>por</strong> lo muchísimo que el <strong>hombre</strong> influye sobre<br />

ese medio, <strong>del</strong> que hace habitación, herramienta, cultura, civiliza-<br />

ción e historia. El primer designio <strong>del</strong> <strong>hombre</strong> es des-naturalizar a<br />

la naturaleza, someterla y educada. Sin duda la tierra, el paisaje,<br />

con sus caligrafias y su estética, con la tectónica de sus montañas,<br />

con su luz, su altitud, su presión atmosférica, su higrometría, dan<br />

notas al carácter <strong>del</strong> <strong>hombre</strong> que la habita y vive. Pero es, en fin<br />

de cuentas, el <strong>hombre</strong> el que doma y domina a la tierra, convir-<br />

tiendo la geografía en historia, y la naturaleza en cultura.<br />

Por eso yo voy a acercarme al <strong>hombre</strong> <strong>extremeño</strong> y poner el<br />

oído a su pecho, para tratar de interpretar últimos rumores de sus<br />

resuellos y latidos, como el zahorí pone el oído a tierra para captar<br />

el pulso de las aguas subterráneas. Pero mi afán de auscultación e<br />

interpretación es afán amoroso, y quisiere ser una intelección de<br />

amor. Por eso, estas páginas son de un <strong>extremeño</strong> y para extre-<br />

meños. Como el conde Arnaldos <strong>del</strong> poema viejo «yo no digo mi<br />

cancion-sino a quien conmigo-va». Creo que puede hablarse de<br />

la humanidad <strong>del</strong> <strong>hombre</strong> <strong>extremeño</strong> <strong>por</strong>que se dan en él <strong>rasgos</strong><br />

típicos, diferenciales, que pueden ser <strong>del</strong>ineados y descritos hasta<br />

permitir un apunte de silueta espiritual. A primera vista parece<br />

que no, que es poco menos que imposible alcanzar esa silueta<br />

<strong>por</strong>que el <strong>extremeño</strong> presenta características de <strong>hombre</strong> de cruce<br />

entre el íbero, el lusitano, el tartesio aborigen y los injertos ará-<br />

bigo-moriscos. Sí. Pero ese cruzamiento y esa mestura dan un<br />

precipitado que cabe recoger y someter a reactivos <strong>del</strong> pensa-<br />

miento crítico, indagando así de qué últimas esencias se transe y<br />

se perfuma el alma <strong>del</strong> <strong>extremeño</strong> actual. Pero para ello, sólo una<br />

actitud poética y amorosa puede calar, radioactivamente, hasta el<br />

sutil arborismo <strong>del</strong> esqueleto espiritual <strong>del</strong> <strong>extremeño</strong>. Como<br />

siempre que se trata de entender lo humano en su profundidad, el<br />

instrumento ha de ser la intuición, el intelecto de amor, y el más<br />

adecuado medio de expresión, la metáíora y el simbolismo, el<br />

lenguaje poético. Ya veremos cómo en nuestros poetas se encuen-<br />

tran los más finos hallazgos sobre el alma <strong>del</strong> <strong>hombre</strong> <strong>extremeño</strong>.<br />

Es que el vate vaticina, profetiza a los demás, a fuerza de escuchar


PEDRO CABA<br />

en sí mismo los últimos rumores. Se es poeta en la medida en que<br />

se es <strong>hombre</strong> representativo de un pueblo, de una región o de una<br />

época de un tiempo histórico.<br />

Como respondiendo a una actitud lírica y amorosa la antropo-<br />

geografía de que voy a hablar es mínimamente obtenida con los<br />

rigores <strong>del</strong> científico y máximamente con los fervores poéticos <strong>del</strong><br />

amante. Y así como para el amante el balcón donde la amada<br />

urde en silencio encajes y sueños, tiene siempre resueños y<br />

fragancias de la voz y la presencia de ella; y así como la madre<br />

habla con la cuna vacía <strong>del</strong> hijo que murió, o el hijo encuentra<br />

rumores de espíritu en el sillón vacante <strong>del</strong> padre ausente, así para<br />

todo buen <strong>extremeño</strong>, la geografía de Extremadura tiene un alma<br />

que, en el lenguaje de la evocación o de la poesía, sabe decir algo<br />

inefable y hondo a quien lo sabe entender. Toda la cultura, la<br />

historia toda, es un film, una proyección poética <strong>del</strong> <strong>hombre</strong> sobre<br />

las cosas. A fuerza de inyectar sueños, anhelos, recuerdos, júbilos<br />

y angustias, incertidumbres y verdades vivas, nuestra geografía, el<br />

pedazo de naturaleza en que nos inscribimos, el perímetro de<br />

nuestro horizonte existencial, se impregna y colorea de nuestra<br />

humanidad. La historia, repito, es un lento proceso de humaniza<br />

ción de la naturaleza, de espiritualización <strong>del</strong> mundo inerte, Por<br />

eso hay siempre una misteriosa ecuación entre el <strong>hombre</strong> y su<br />

paisaje, entre los pueblos y su geografía, lo que ha hecho suponer<br />

a algunos que es el coeficiente geográfico lo que constituye la<br />

determinante de nuestra psicología espiritual, cuando es más bien<br />

la proyección poética de nuestro espíritu la que se instila bajo la<br />

piel de las cosas cambiándoles la fisonomía. Sin duda, también el<br />

<strong>hombre</strong>-como dije-se toma de los flujos cósmicos de su paisaje<br />

y éste .mo<strong>del</strong>a, según sutiles toques de su geografía, sus hábitos y<br />

costumbres, su habla y sus tradiciones. Pero esta labor de adapta-<br />

ción <strong>del</strong> <strong>hombre</strong> a su contorno físico es también un modo de<br />

proyección poética, pues consiste en un dejarse penetrar de esos<br />

efluvios para reaccionar más eficazmente sobre ese contorno y<br />

humanizarlo según el propio potencial de poesía humana.<br />

Estamos penetrados de los fluidos de la fierra ya humanizada<br />

<strong>por</strong> nuestros padres, <strong>por</strong> nuestros hijos, <strong>por</strong> nuestros amores y<br />

nuestros sueños de <strong>hombre</strong>s. Estamos transidos de hálitos indefi-<br />

nibles de la tierra, pero de la tierra hecha historia y tradición. Por


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

eso, a medida que en el tonelillo <strong>del</strong> corazón nos sube más el<br />

nivel de amor a la patria chica, también nos inclinamos más<br />

amorosamente a sus costumbres, a los giros de su habla, a sus<br />

leyendas y tradiciones. Y <strong>por</strong> eso, la nostalgia« la tristeza <strong>por</strong> la<br />

tierra ausente se satisface cuando, lejos de ella, se reúnen los pai-<br />

sanos y se entregan a la dulce evocación colectiva de canciones y<br />

ceremonias, y voces y giros vernáculos y costumbres locales tras-<br />

añejas. Y como el punto más alto de intensidad de la vida colectiva<br />

es la de la declinación <strong>del</strong> día con el véspero, llega la hora en que<br />

se acendra la vida colectiva de intimidad y se urden los mitos<br />

locales, y se transmiten y perpetúan los cancioneros, las tradicio-<br />

nes y las leyendas, todo lo que cifra y caracteriza el alma de cada<br />

pueblo, se comprende que sea también esa hora <strong>del</strong> anochecer<br />

cuando el <strong>hombre</strong> que se halla lejos de su tierra siente indecibles<br />

ternuras y finísimas melancolías que le suben <strong>por</strong> el tallo <strong>del</strong><br />

corazón arriba, traspasándole el ser con humedad de lágrimas. Es<br />

esa la hora en que se enjambran los recuerdos en torno al corazón<br />

como los vencejos de acero estremecido se enjambran, también al<br />

anochecer, en torno de las torres pensativas como frentes cargadas<br />

de pensamientos de siglos. Es una savia dulcísima que nos sube<br />

<strong>por</strong> el tronco <strong>del</strong> ser y nos da conciencia de que somos plantas<br />

jardineras, que sólo se transplantan bien cuando se acompañan de<br />

una adherencia terránea, como cofia o caperuza, a la raíz tem-<br />

blorosa que es nuestro corazón.<br />

Y <strong>por</strong> eso, lo que más y mejor evocamos, lo que más dulce y<br />

enérgicamente nos liga a la tierra, es nuestra infancia, la edad raíz<br />

de nuestra vida y aquella en que más intensa es la proyección<br />

poética sobre el contorno. Suele ocurrir que el <strong>hombre</strong> en su<br />

juventud se irradie desde la tierra en que vivió su infancia como<br />

desde una costa marina hacia el alta mar de su existencia, y se<br />

irradie bien abiertas y henchidas las velas <strong>del</strong> espíritu <strong>por</strong> el viento<br />

<strong>del</strong> futuro. Y suele creer entonces que la tierra de que se aleja<br />

ahora puede abandonada sin necesidad de gravitar más sobre<br />

ella. Pero se equivoca. A medida que avanza sobre su propio<br />

existir, el recuerdo y la mirada melancólica <strong>del</strong> recuerdo, húmedo<br />

de nostalgia, se vuelven al terrazgo de origen y, poco a poco, el<br />

corazón, maduro y sazonado como fruta, se va dorando y revi revi-<br />

niendo de azúcares que hacen más dulces aquellos recuerdos. El


PEDRO CABA<br />

cuerpo mismo empíeza a curvarse como si su tronco se inclinara<br />

para escuchar mejor, en el seno de su curva, la voz de sus raices.<br />

Y a la luz dorada <strong>del</strong> propio crepúsculo ponentino, el <strong>hombre</strong><br />

pone el oído sobre sí mismo, y, sobre la tierra, para escuchar el<br />

rumor de las aguas más hondas que le circulen <strong>por</strong> los arriates y<br />

gavias de su ser. Y así recordamos entonces nuestra tierra, nuestra<br />

infancia. Todo lo repasamos filmicamente, con luces y tornasoles<br />

de cinematografía, según va pasando <strong>por</strong> nuestro corazón la cinta<br />

de nuestro recuerdo, proyectándose <strong>por</strong> dentro de la pantalla de<br />

nuestra frente que se inclina con melancolía. Todo nos suena,<br />

entonces, vaga, poéticamente, con el trasfondo musical de nuestra<br />

propia poesía, pues los regatos de nuestra sangre toman, entonces,<br />

otro ritmo, sonándonos más puros los viejos acordes de nuestra<br />

vida: las canciones oídas en la infancia, los acentos <strong>del</strong> habla, la<br />

música de los vientos, el rumor de las costumbres que creíamos<br />

tras-cordadas en nosotros, traspuestas más allá de los sutiles hori-<br />

zontes, de las curvas y colinas de nuestro corazón.<br />

Decimos cuando envejecemos que la tierra nos llama <strong>por</strong>que<br />

oímos en el pasado la voz de nuestras raíces y esas raíces las iden-<br />

tificamos con la tierra en que cimentamos nuestra personalidad.<br />

Por eso sentimos y vemos la tierra como un símbolo vivo, y halla-<br />

mos una ecuación, una doble corriente entre el <strong>hombre</strong> y la tierra.<br />

En este sentido hablo yo de una antropogeografia <strong>del</strong> <strong>extremeño</strong>.


CAPITULO I<br />

ANTROPOGEOGRAFIA E HISTORIA DE EXTREMADURA<br />

Geográficamente el <strong>extremeño</strong> es el habitante de una zona<br />

inserta como un remiendo, como una cuña, entre Castilla, Anda-<br />

lucía y Portugal. Pero la geografía como la historia no admite<br />

remiendos ni cuñas en su texto, sino que todo en ellas es prolon-<br />

gación y continuidad. Sí puede señalarse el límite izquierdo de<br />

Extremadura diciendo, como dice el título de un bello libro de un<br />

gran escritor <strong>extremeño</strong> de nuestro tiempo, Pedro de Lorenzo, sí<br />

puede decirse «...y al Oeste, Portugal», es sólo tomando la realidad<br />

política actual, como una realidad geográfica y humana; y supo-<br />

niendo que <strong>por</strong> donde van las fronteras políticas van también las<br />

fronteras reales, o sea, dándose <strong>por</strong> cierto que las fronteras geo-<br />

gráficas, dan también una diferencia cierta, étnica v psicológica.<br />

No hay tal. Extremadura no tiene un alma mestiza, intermedia o<br />

poco definida. Más bien ocurre que las zonas que le son colin-<br />

dantes y a las que se les atribuye una psicología bien perfilada y<br />

definida, la tienen <strong>por</strong>que se toman y catan de la psicología nu-<br />

clear de lo <strong>extremeño</strong>. Extremadura es una región que se mete en<br />

el corazón de Portugal, y en Portugal, lo mismo entre Duero y<br />

Tajo, que entre Tajo y Guadiana, hay una extensa zona que,<br />

étnica y geográficamente, antropológica y lingüísticamente, puede<br />

ser determinada como una Extremadura <strong>por</strong>tuguesa.<br />

Pero nosotros ahora y aquí vamos a hablar solamente de la<br />

Extremadura y los <strong>extremeño</strong>s españoles y no <strong>por</strong>tugueses, olvi-<br />

dando que al otro lado <strong>del</strong> Atlántico saltó la semilla extremeña y<br />

quedó sembrada también, o mejor, injertada en otros troncos étni-<br />

cos, con lo que bien podríamos hablar de una Extremadura


PEDRO CABA<br />

americana con sólo seguir los itinerarios ciegos y en zig-zags que,<br />

en América siguieron, guiados <strong>por</strong> un impulso misterioso, los con-<br />

quistadores y colonizadores.<br />

Por otra parte, Extremadura se confunde al pronto (<strong>por</strong>que la<br />

frontera administrativa de provincia y regiones, nunca coincide ni<br />

puede coincidir con las fronteras psicológicas) con los castellanos<br />

de Avila y Salamanca; y se mezcla <strong>por</strong> la mano derecha <strong>del</strong> mapa<br />

con los manchegos de Toledo y Ciudad Real y con los andaluces<br />

de Córdoba y se prolonga al Sur con Sevilla y Huelva. Por algo<br />

Extremadura, las «extremaduras», era una denominación general<br />

de las tierras bajas y calientes a donde los rebaños iban a inver-<br />

nar, pues «<strong>extremeño</strong>s» se llamaban los terrazgos de invierno para<br />

pastar, designación que data, <strong>por</strong> lo meno s , <strong>del</strong> siglo XI, cuando<br />

ya se llamaban «extremaduras» a las tierras llanas comprendidas<br />

entre Toledo, Aranda de Duero y Alcántara. Luego se llamaron<br />

«extremos» a los terrenos calientes abundantes en pastos de in-<br />

vierno, según se puede comprobar en los privilegios concedidos<br />

<strong>por</strong> Alfonso el Sabio al «Concejo de la Mesta». Las «extremaduras»<br />

empezaron a ser denominadas en singular y con nombre propio de<br />

región bien determinadas en el ámbito de lo español a principios<br />

<strong>del</strong> siglo XVII. Ya antes venía distinguiéndose la Extremadura alta<br />

o zona geográfica comprendida entre los ríos Tiétar y el Tajo hasta<br />

TaIavera de la Reina <strong>por</strong> el Este; y otra, la baja Extremadura, que<br />

designaba a la geografía que se abre desde Talavera hasta lo que<br />

hoy es administrativamente Andalucía. La primera, la alta Extre-<br />

madura fué llamada primitivamente la «Extremadura de León». La<br />

segunda, fué llamada desde antaño «Extremadura andaluza». Pero<br />

sobre el nombre «Extremadura» volveré más a<strong>del</strong>ante.<br />

Por esa situación geográfica, es de esperar que en el habitante<br />

de Extremadura se hallen <strong>rasgos</strong> comunes con otros españoles y<br />

<strong>por</strong>tugueses y sobre todo, con los habitantes de las regiones colin-<br />

dantes. Y así es; en un primer avance hacia la síntesis de Extrema-<br />

dura y la psicología <strong>del</strong> <strong>extremeño</strong>, podemos ver..<br />

De Castilla, es decir <strong>del</strong> antiguo reino de León, tiene muchas<br />

voces y giros que aún se conservan, como tiene de común con el<br />

astur la terminación <strong>del</strong> diminutivo en ino: chiquino, bobino, ba-<br />

jino, etcétera; y tiene, el alto <strong>extremeño</strong>, sobre todo en su psicología,


ALGUNOS RASGOS DIaL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

<strong>rasgos</strong> evidentes que son comunes con el castellano-leonés, como<br />

los tiene con el manchego, comprendiendo en esta denominación<br />

al habitante no sólo de la provincia de Ciudad Real, sino también<br />

de algunas <strong>por</strong>ciones de las de Jaén y Toledo.<br />

Físicamente el <strong>extremeño</strong>-en particular el alto <strong>extremeño</strong>-no<br />

suele ser muy alto: Las estadísticas dan un promedio de talla en<br />

varones de 1'630 metros, pero en esas estadísticas entra la raza<br />

empobrecida de las Hurdes. Más bien de la estatura media; y<br />

es enjuto, magro, musculoso, de color moreno, pero un moreno<br />

curtido, un moreno de campo, no un moreno aceitunado de raza,<br />

aunque en la baja Extremadura, desde el Guadiana para abajo, se<br />

dá mucho el moreno pálido y el <strong>hombre</strong> elástico, mimbreño, que<br />

son características <strong>del</strong> <strong>hombre</strong> bético. Pero repito que el alto extre-<br />

meño es <strong>hombre</strong> carpetovetónico, macizo, soleado, no muy alto,<br />

con el gesto duro y seco, el ademán silencioso y lento, denotando<br />

una reciedumbre bien viscerada de concreta y cálida varonía. Es<br />

de pelo negro y fuerte, más bien áspero, pero no crespo, La lige-<br />

reza y elasticidad <strong>del</strong> cuerpo, la morenez <strong>del</strong> rostro,la locuacidad,<br />

la sobriedad en todo, la frugalidad en la mesa, la parsimonia de ges-<br />

tos y de palabras en su conversación se van andaluzando a me-<br />

dida que se avanza hacia el Sur, hasta resultar más cenceño, menos<br />

macizo, y más expresivo en un terremoto de gestos, ademanes y<br />

actitudes.<br />

En el mapa antropológico de Aranzadi señala una clara bra-<br />

quicefalía para el <strong>hombre</strong> <strong>extremeño</strong>, una braquicefalía análoga<br />

a la <strong>del</strong> <strong>hombre</strong> cántabro-astur-galaico y al andaluz neto, lo que<br />

hizo suponer a Olóriz que el elemento común, cohesor v trans-<br />

misor de toda la antropofísica española, lo constituyeron los ligu-<br />

res. Aranzadi se inclina más bien <strong>por</strong> un injerto de griegos y judíos<br />

sobre el tronco aborigen celtibérico y sus ramas más vivaces.<br />

La influencia de los astur-leoneses <strong>por</strong> arriba es evidente y así<br />

puede observarse, tanto en el habla cacereña, como en el indu-<br />

mento femenino de la parte alta de la provincia de Cáceres. La<br />

contaminación de túrdulos, turdetanos, tartesios y andaluces<br />

arábigo-moriscos en la humanidad extremeña, sobre todo <strong>del</strong> sur,<br />

no es menos evidente, según se ve en el habla, el refranero, los<br />

trajes y las costumbres desde Cáceres, Mérida y Badajoz, capital,<br />

para abajo.


PEDRO CABA<br />

CELTIBEROS-TURDETANOS<br />

Todos están de acuerdo en que Extremadura, <strong>por</strong> el Norte<br />

sobre todo, tiene evidentes antecedentes célticos. G. Ramón Mé-<br />

lida, hizo estudios sobre los dólmenes en la provincia de Badajoz.<br />

Bastaría recordar los toponímicos terminados en ,briga», como<br />

Nertóbriga (Fregenal), Kotaióbriga (Gata), Augustóbriga (Talavera<br />

la Víeja) y otros más o menos latinizados después. Trujillo mismo<br />

fué primitivamente un castro celtíbero. Pero <strong>por</strong> el Sur hay no<br />

menos evidente influencia íbera, si es que los íberos son una rama<br />

de ligures norteafricanos, pues parece que el Ebro toma nombre<br />

de los íberos y no al revés, como se había creído. Antes que el<br />

Ebro fuera Ebro, el río Tinto se llamó Iberus o Hiberus. Obermaier,<br />

estudiando «El <strong>hombre</strong> fósil» en 1916, y Schulten, en su conocido<br />

libro sobre Tartessos, coinciden en que íberos, ligures y tartesios<br />

pasaron <strong>del</strong> Norte de Africa <strong>por</strong> el estrecho de Mesina, pero, sobre<br />

todo, <strong>por</strong> Gibraltar; una primera ola trajo a la península el <strong>hombre</strong><br />

neandertalense y el musteriese, pero en el segundo período <strong>del</strong><br />

paleolítico hubo nuevas olas de emigrantes africanos Y aún des-<br />

pués, otra, de cultura política hacia el 8000, antes de Cristo. Refi-<br />

riéndose a los monumentos megalíticos de España, dice Callejo<br />

que algunos lo identifican con el primer Imperio Tartesio, lo que<br />

él comparte, afirmando que ese imperio megalítico se extendió <strong>por</strong><br />

el Sur y el Oeste de la Península. De ahí la abundancia de estelas<br />

sepulcrales y estaciones megalíticas que se han hallado en Garro-<br />

villas, Villanueva de la Vera (estudiada <strong>por</strong> el Dr. Sayans Casta-<br />

ños), Valencia de Alcántara, San Vicente de Alcántara, Albur-<br />

querque, etc., etc. Y a ello hay que agregar los sensacionales des-<br />

cubrimientos de Lácara en Mérida, y Maltravieso en Cáceres, y las<br />

pinturas rupestres a medio estudiar de las Batuecas y las Hurdes.<br />

Antes vinieron los ligures, luego los íberos. Los que entraron<br />

<strong>por</strong> el Sur de Italia se extendieron <strong>por</strong> las Galias y aún llegaron<br />

acaso <strong>por</strong> el Norte español. De ahí la antigua creencia de que los<br />

íberos habían entrado <strong>por</strong> los Pirineos. Creo que fué Hubert<br />

Schmidt (y tras él L. Sirat, Bosch Gimpera y Obermaier), el primero<br />

en fundamentar el origen africano y sur-hispánico de la cultura<br />

occidental. Los tartesios, hacia el tercer milenio, 'entran <strong>por</strong> Cádiz,


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

fundan factorías e incluso un reino-el de Arganthonios-en<br />

Huelva y suben a Extremadura. La humanidad extremeña está,<br />

pues, influída en los orígenes <strong>por</strong> los celtas <strong>del</strong> Norte y <strong>por</strong> los<br />

íberos <strong>por</strong> el Sur. Es, en suma, de estirpe celtíbera, netamente<br />

española, ya desde la aurora de su historia. Hubo también dos<br />

oleadas celtas. Ambas, según Bosch Gimpera, dieron lugar a la<br />

formación de la Vetonia extremeña, aunque sobre la ubicación<br />

exacta de ésta no hay unanimidad. Ptolomeo dice que la Vetonia<br />

o Beturia (y también la denomina Vergonia) se limitaba <strong>por</strong> los<br />

lusitanos al Oeste, situándose entre Duero y Tajo y alguna zona<br />

entre Tajo y Guadiana. Pero Strabón mezcla a los vetones con<br />

vacceos y carpetones <strong>del</strong> Sur y galáicos célticos al Norte, pare-<br />

cida a la ubicación que da Plinio. Por su parte, Schulten fija a los<br />

vetones entre Gredos y Gata, zonas medias <strong>del</strong> Tajo, con lo que<br />

resultan más carpetanos que vetones: Según el P. Flórez y, tras él,<br />

e profesor Fernández González, los vetones tenían su centro en<br />

la capital actual de Cáceres, aproximadamente, entrelazándose<br />

con cántabros-astures y vacceos, y extendiéndose hacia el Oeste<br />

a la Beira Alta y Tras-os-Montes. Luis de Hoyos Sáinz, expuso,<br />

en la REVISTA DE ESTUDIOS EXTREMEÑOS, esta misma opinión. A<br />

nosotros nos basta con afirmar que los <strong>extremeño</strong>s de hoy son<br />

mezcla de celtas, íberos y tartesios con las variantes de vetones,<br />

carpetanos y lusitanos. Elías de Tejada dice que Extremadura es el<br />

límite Norteoccidental de los tartesios, pero que ni éstos eran tan<br />

dados a la molicie y a la indolencia como se ha dicho, ni los cel-<br />

tíberos <strong>del</strong> Norte eran tan bárbaros como se supone. Es verdad.<br />

En suma: La alta Extremadura (y hubo también túrdulos y<br />

vetones en Albur querque <strong>por</strong> lo menos) fué ocupada <strong>por</strong> los veto-<br />

nes hasta el Duero y el Guadiana, pero mezclándose con carpeta-<br />

nos de Avila y Toledo de hoy. Tanto los vetones como los lusita-<br />

nos <strong>del</strong> Oeste, eran enormemente indómitos y guerreros, culti-<br />

vando, como máxima virtud de varón, el arrojo, la independencia<br />

y la valentía personal. Es un primer rasgo que luego veremos apa-<br />

recer en conquistadores, aventureros y caballeros <strong>extremeño</strong>s.<br />

Los veturios y turdetanos-descendientes de tartesios-se hallaban<br />

más al Sur; eran andaluces de hoy. Pero también dieron no pocas<br />

pruebas de aguerridos e independientes. Más tarde, vetones con<br />

lusitanos formaron la Lusitania romana, sublevándose contra Roma


PEDRO CABA<br />

len 156. Otro gran gesto de guerrera independencia la tuvo Viriato<br />

que parece que no fué lusitana en la acepción moderna, sino en<br />

lo que Plinto llamaba «Lusitania», que alcanzaba a la región cace-<br />

reña de la Vera, cabeza de los vetones. Velo Nieto, en su exce-<br />

lente libro sobre Coda, dice en un apéndice, apoyándose en<br />

Azedo de Berrueza, que Viriato era natural de Guijo, una alde-<br />

huela próxima a Jarandilla, en la Vera, región que entonces perte-<br />

necía al convento territorial de Lusitania, señalado <strong>por</strong> Plinto. Los<br />

<strong>rasgos</strong> caracterológicos señalados <strong>por</strong> Azedo de Berrueza para<br />

Viriato son genuinamente los que luego hemos de ir <strong>del</strong>ineando<br />

en los <strong>extremeño</strong>s. «La comarca de los vetones-dice Velo Nieto-<br />

era de figura triangular, cuyo primer lado <strong>por</strong> la vuelta de Levante<br />

fué la raya de la Lusitania cuando pasaba desde el Duero hasta<br />

el Guadiana. Por el otro lado septentrional tenía un pedazo <strong>del</strong><br />

río Duero, dentro de la Lusitania Vieja hasta cinco leguas en bajo<br />

de Fermosel, pueblo bien conocido sobre las riberas <strong>del</strong> mismo<br />

Duero, dentro de la Lusitania Vieja, tomando 26 leguas o poco<br />

menos trecho. Venía el otro lado más occidental desde aquel<br />

punto sobredicho, <strong>por</strong> cerca de Ciudad Rodrigo. Después comen-<br />

zaba siempre a estrecharse la provincia cuanto más iba <strong>por</strong> medio-<br />

día atravesando el río Tajo, poco lejos de la venta de Caparra,<br />

tomándola dentro de sí hasta venir a juntarse con las primeras<br />

rayas o mojones orientales, donde salía la Lusitania sobre el río<br />

Guadiana; y conforme a esta demarcación, no es dudable la Veto-<br />

nia fuese lo que hoy es la parte de Extremadura oriental, desde<br />

Salamanca, etc. (Refiere estas noticias a la Historia de Ocampo,<br />

libro II, cap. X). Es, sin duda, la descripción más minuciosa que se<br />

ha hecho de la Vetonia extremeña.<br />

A. Sánchez Paredes, en colaboración con G. Sánchez Cepeda<br />

ha des«rito en el diario Extremadura, de Cáceres, en 1964, - 16 ins-<br />

cripciones latinas inéditas de la Vetonia». Son inscripciones halla-<br />

das en varios pueblos de la provincia de Cáceres (Coria, Calzadilla<br />

de'Cofia, Malpartida de Plasencia, etc. Sitúan en la «Nota previa»<br />

los hitos <strong>extremeño</strong>s de Vetonia (la escriben así) en el Tafo y el<br />

Dueto, y de Este a Oeste en Torralba de Oropesa y más o menos<br />

en la actual frontera <strong>por</strong>tuguesa. La Vetonia posterior, formando<br />

parte ya de la Lusitania, habría que prolongada hasta el Guadiana.<br />

A ello obliga también el área ocupada <strong>por</strong> las culturas zoomorfas,


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

-de carácter apotropaico-toros y verracos. No obstante, <strong>por</strong> el<br />

Norte, y en un momento ya histórico, su límite con los vacceos<br />

debió ser el Tormes, pueblo que también la <strong>del</strong>imitaba <strong>por</strong> el<br />

Noroeste. Al Sur y al Sureste estaban los carpetanos con los que<br />

al parecer guardaban los vetones una común ascendencia deri-<br />

vada de un tronco originario. Por el Occidente confinaba con los<br />

propios lusitanos, pueblo tal vez también emparentado.<br />

En suma, la zona de los vetones ,viene a coincidir casi exac-<br />

tamente con la actual provincia de Cáceres, si bien ciertos encla-<br />

ves se prolongaban <strong>por</strong> las de Badajoz, Salamanca y Avila. Lo<br />

mismo que los lusitanos estaban también un poco a caballo de la<br />

Cordillera Central entre la Sierra de Gata y el Puerto <strong>del</strong> Pico».<br />

Pero hacen al final esta reserva: ,Como los vettones son poco<br />

conocidos arqueológicamente, las explicaciones totales y satisfac-<br />

torias al problema de los vettones está inédita y enterrada en<br />

nuestros campos-. No obstante, ni ellos ni nadie dudan de la<br />

ascendencia céltica de los vetones, que mezclados con carpeta-<br />

nos,lusitanos y turdetanos y descendientes de tartesios, mezclados<br />

con fenicios dan el primer tejido étnico conocido de los extreme-<br />

ños. Ningún etnólogo de hoy admite el concepto de raza pura.<br />

Todos los pueblos presentan más o menos variada la mezcla en su<br />

texto racial. Lo que im<strong>por</strong>ta para un pueblo no es la mezcla y sus<br />

ingredientes, sino el resultado de la fusión. Y más que mezcla,<br />

im<strong>por</strong>ta que sea lo que en Química se llama ,combinación»: uni-<br />

dad resultante de diversas, nuevas y mejores propiedades que sus<br />

componentes. Ello certifica el potencial humano creador <strong>del</strong> pue-<br />

blo. Extremadura como resultante étnica ahí está y es lo que nos<br />

im<strong>por</strong>ta analizar e interpretar.<br />

Sin duda también hubo influjos nuevos de fenicios y de car-<br />

tagineses, llegados <strong>por</strong> el Sur. El Tesoro de Aliseda indica que la<br />

penetración púnica llegó muy alta en Extremadura, pero lo que<br />

es en verdad, extenso y profundo es el influjo romano. Cáceres,<br />

Alcántara, Coria, Plasencia, Trujillo, y, sobre todos, Mérida, bastan<br />

para probar el injerto romano en Extremadura visible y patente en<br />

sus monumentos, en sus inscripciones, en sus murallas, puentes,<br />

caminos, túmulos y estelas funerarias. También en esto, en la pro-<br />

funda huella románica, es Extremadura proto y arquetípicamente<br />

española. Extensa e intensamente romanas son Plasencia, Trujillo,


PEDRO CABA<br />

Alcántara, Coria, toda la provincia de Cáceres y toda la de Bada-<br />

joz en diverso grado de romanización. Pero son profundamente<br />

romanas Cáceres y no hay que decir, Mérida, la gran capital de<br />

la provincia románica Lusitania. En ambas provincias, la epigrafia<br />

y los monumentos más y mejor estudiados son los de la cultura<br />

romana, pues la visigótica y la arábigo-beréber dejaron menos<br />

huellas escritas y aún menos documentos monumentales epigrá-<br />

ficos, numismáticos, heráldicos, etc. El legado romano en Extre-<br />

madura es enorme, aún habiendo sido más largo, lento y popular<br />

el injerto arábigo-berberiscos, que se grabó extensa e intensamente<br />

en el habla, el carácter y las costumbres sobre todo al Sur <strong>del</strong><br />

Tajo y en toda la actual provincia de Badajoz. Desde Estrabón y<br />

Plinio pasando <strong>por</strong> Paulo, el Diácono de Santa Eulalia, Azedo de<br />

Berrueza o el P. Flórez hasta Ramón Mélida, Publio, Hurtado,<br />

Vicente Barrantes, Cascales Muñoz, López Prudencio, Antonio<br />

Floriano, Ortí Belmonte, Clodoaldo Naranjo, Conde de Canilleros,<br />

Velo Nieto, etc., etc: se ha venido investigando con amor entu-<br />

siasmado el espléndido legado romano en Extremadura. Desde mi<br />

profanidad recogeré y resumiré lo más im<strong>por</strong>tante sobre todo esto,<br />

hasta donde llegan mis escasísimos saberes en historia. Los erro-<br />

res que haya en la interpretación de los hechos y los datos, serán<br />

muy probablemente míos.<br />

LO ROMANO EN EXTREMADURA, CÁCERES<br />

La gran personalidad de Cáceres, capital, sin duda una de las<br />

ciudades de más carácter que hay en España, se ve amanecer<br />

durante la dominación romana, aunque como poblado empieza a<br />

ser conocido desde el Paleolítico, y el descubrimiento de la Cueva<br />

de Maltravieso puede ser el principio de una gran aventura en la<br />

prehistoria de Extremadura. (También se han hallado restos pre-<br />

históricos cerca de Badajoz, capital). Entre los «tres enigmas de la<br />

historia de Cáceres», que enuncia Carlos Callejo Serrano en su<br />

libro El origen y el nombre de Cáceres, el prehistórico ha quedado<br />

bien documentado con el descubrimiento y el estudio meticuloso<br />

de la Cueva de Maltravieso, no lejos de Cáceres, y debidos a él.<br />

Cáceres data, según él, <strong>del</strong> Paleolitico superior, lo que le permite


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

afirmar: «Nuestra ciudad podemos decir en justicia que es tan<br />

antigua como la más antigua <strong>del</strong> mundo». Y a partir de ese primer<br />

estudio, estudia Calleja con emoción y perspicacia los indicios,<br />

grados y eslabones, así arqueológicos como antropológicos que va<br />

encontrando. No es este el único gran hallazgo prehistórico de<br />

Extremadura, pues ya en 1875 fué hallado el dólmen de Lácara,<br />

cerca de Mérida, «uno de los más raras y notables monumentos<br />

de la Edad de Piedra,, según Vicente Barrantes, Ese dólmen fué<br />

estudiado <strong>por</strong> Ramón Mélida, y <strong>por</strong> los geólogos extreme-<br />

ñas I. Rosa de Luna y F. Hernández Pacheco, habiendo merecido<br />

un concienzudo análisis y científica exploración de Martín Alma-<br />

gro, como puede verse en el tomo II de la REVISTA DE ESTUDIOS<br />

EXTREMEÑOS, de 1959. Hay otras muchas estaciones prehistóricas<br />

en Cáceres y Badajoz: Alburquerque, Brozas, Ibahernando, Torre-<br />

jón el Rubio, más las sepulturas eneolíticas de Trasquilón en Cá-<br />

«eres, pero ninguna tiene la im<strong>por</strong>tancia de la de Maltravieso, que<br />

Calleja califica de sí la más im<strong>por</strong>tante de Extremadura «y que ya<br />

se ha incor<strong>por</strong>ado a la Historia Universal». A esta opinión, el pro-<br />

pio Martín Almagro ha dado su refrendo, como puede verse en<br />

Revista de Archivos y Bibliotecas de 1960 en que Almagro adjudica<br />

a la Cueva de Maltravieso más de 30.000 años de antigüedad.<br />

En cuanto al nombre de Cáceres hay que arrancar de su época<br />

romana de fundación. No hay <strong>por</strong> qué ni para qué ligar su nom-<br />

bre a Ceres ni a otros dioses mayores o menores, pues Extrema-<br />

dura irá labrando a lo largo de su historia y con su propia tierra<br />

campesina y su propio barro humano, sus héroes y sus dioses, que<br />

luego, en realidades y en leyendas, pondrá al servicio <strong>del</strong> Dios<br />

único ante quien el gran varón <strong>extremeño</strong> rinde su heroico poderío<br />

y su grandeza. El nombre de Cáceres tiene raíces romanas, pero<br />

humanas y no divina». Y aunque ese nombre tiene vinculación<br />

etimológica con Cazires, a través <strong>del</strong> nombre arábigo Cázrix o<br />

Qácris, este último, a su vez, se apoya en otros antecedentes nada<br />

arábigos, sino romanos. Calleja cree, como Floriano, como Cani-<br />

lleros y otros, que los arábige-beréberes no hicieron sino arabizar<br />

el nombre latino que ya tenía Cáceres. Norba, con el que ésta era<br />

designada, era ya nombre usado para colonias, de una parte, y<br />

para ciudades, de otra. Una colonia de los volscos se llamaba<br />

Norba. Plinio denomina «norba-nenses», a los habitantes de una


PEDRO CABA<br />

ciudad de Calabria, y designa a Alcántara como «colonia norben-<br />

sis». Toda una vieja estirpe romana, al menos una de las ramas, la<br />

gens Julia, usaba el cognomen de -Norbanus-, aludiendo al anti-<br />

guo solar romano de la estirpe, y a ella debe Badajoz el nombre<br />

de Pax Julia. Y así, hubo un Junio Norbano Flaco que fue cónsul<br />

y partidario de Mario en la guerra civil de éste contra Sila. Mario<br />

era tío de César y quien nombró a éste sacerdote de Júpiter.<br />

Mario y su sobrino César eran también «norbanii», norbanos.<br />

Quizás sirva esto para justificar <strong>por</strong> qué Cáceres, tras la derrota de<br />

Pompeyo en Munda, fué denominada «Norba Cesarina». Soldados<br />

victoriosos de César, que lucharon al mando de Balbo el Mayor<br />

(como señala Floriano) en la Lusitania, dieron quizás el nombre de<br />

Norba, <strong>por</strong> el linaje de César, y Cesarina <strong>por</strong> el nombre de éste.<br />

Pero la Colonia Norba Cesárea es fundada <strong>por</strong> César (<strong>por</strong> Balbo<br />

en su nombre) después <strong>del</strong> Campamento de Metelo, fundado<br />

el 79 antes de Cristo durante la guerra con Sertorio. Así lo afirma<br />

también Schulten.<br />

Porque además los romanos llamaban «castrum» en singular,<br />

a la plaza fuerte, al castillo o la fortaleza, y llamaban «casta», en<br />

plural, a los campamentos de tropas que servían luego de poblado<br />

a los habitantes; así, según el erudito Cortés, Castuera fué Cas-<br />

truera, perdiendo luego una -r-, pues fué castro o campamento. Y<br />

Cáceres parece que antes de ser nombrada «Norba Cesarina»,<br />

tuvo campamentos y poblados militares, que se pusieron bajo la<br />

advocación de Cecilio Metelo (el fundador de Me<strong>del</strong>lín), partidario<br />

de Pompeyo (era su yerno) y enemigo, <strong>por</strong> tanto, de César. Hay<br />

que suponer que estos campamentos existieron antes que Balbo,<br />

en nombre de César, fundara la ciudad de Norba Cesarina. Por<br />

eso, creo yo, resume Callejo así: «El Cáceres actual es, pues;<br />

heredero de Norba Cesarina, y de Castra Ce«lila (o Servilia). De la<br />

primera, tiene el recuerdo fuerte y la prosapia noble militar. De la<br />

segunda, ha heredado el nombre». También Antonio C Floriano,<br />

en el tomo I de su libro Estudios sobre la historia de Cáceres, apunta<br />

a esa distinción que no es sutileza, aunque sin determinarla bien,<br />

pero afirma que la admiración de los Balbos hacia César es la<br />

causa <strong>del</strong> nombre «Norba Cesarina, dado a Cáceres y no cree<br />

que el nombre actual venga <strong>del</strong> árabe -qaçiris-, que Pedro de"<br />

Alcántara transcríbe «Cácres-. Pero Ortí Belmonte da todos estos


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

nombres para la ciudad: Cazzeris, Cazzeres, Cazires, Canceres,<br />

Cancres y Cáceres. Creo que fué Floriano el primero que demostró<br />

en 1930, a la vista de una inscripción hallada en las murallas de la<br />

ciudad, que ésta fué fundada en el año 28, antes de Cristo» con el<br />

nombre de «Norba Cesarina,, aludiendo ya a que Norba es la<br />

ciudad y Castra Cecilia el poblado próximo a ella. Y aunque esa<br />

muralla fué destruída y rehecha más de una vez (<strong>por</strong> ejemplo en<br />

la época visigótica <strong>por</strong> defender los cacereños a Hermenegildo<br />

frente a su padre Leovigildo, y ello contribuye á la escasa docu-<br />

mentación que se ha conservado de la Cáceres visigoda), siguió<br />

siendo plaza fuerte, con sólidas murallas, rehechas sobre sillares<br />

romanos, e incluso, mucho más tarde, multiplicó sus castillos, sus<br />

palacios, sus casas fuertes y solariegas, hasta adquirir la bellísima<br />

estructura actual.<br />

Toda Extremadura está transida de lo romano y de ello hablan<br />

con voz de historia viva en Castuera y Me<strong>del</strong>lín, Fregenal y Bada-<br />

joz, Cofia y Alcántara, Plasencia y Trujillo, en Salvatierra de<br />

Santiago en que unas veces la cultura y otras las guerras civiles<br />

de Roma, contra Sertorio, o entre Mario y Sila o entre César y<br />

Pompeyo, dejan tras de sí cicatrices y monumentos. Monumentos<br />

que a veces son ruinas y cicatrices, y ruinas y cicatrices que, a<br />

veces, son gloriosos monumentos. Yo no puedo detenerme en la<br />

historia <strong>por</strong>menorizada de lo romano en Extremadura, <strong>por</strong>que no<br />

soy voz autorizada para ello, y <strong>por</strong>que ello no se engarzaría bien<br />

en el sentido y la finalidad de estas páginas sobre el <strong>hombre</strong> ex-<br />

tremeño. Además esa historia está prácticamente escrita (aunque<br />

no acabada, claro) para quien quiera enterarse con detalles sobre<br />

castillos, puentes, calzadas, murallas, sepulcros, vasos, esculturas,<br />

en Mérida y Mé<strong>del</strong>lín, Castuera o Fregenal, Alcántara o Coria, Pla-<br />

sencia o Trujillo. Y los nombres de Barrantes, Ramón Mélida, Bláz-<br />

quez, Cortés Cascales, López Prudencio, Sáenz de Buruaga, Flo-<br />

riano, Conde de Canilleros, Publio Hurtado y tantos y tantos, son<br />

certificado de eso que digo. Y aún me faltan nombres. Velo Nieto<br />

ha estudiado enamoradamente la Coria romana (y también el cas-<br />

tillo de Trevejo, sobre un castro romano, y el de Monfragüe y de<br />

Peñafiel, cerca de Zarza la Mayor, ambos sobre sillares romanos<br />

subyacentes). Carlos Callejo ha investigado sobre Trujillo, el Tur-<br />

galium o Turcalion romano, como ha estudiado las inscripciones


latinas de Campo Lugar, en una llamada lápida de Cátulo-, des-<br />

cubierta <strong>por</strong> el sacerdote S. Buenadicha, Sánchez Paredes, Sánchez<br />

Loro, Fernández Serrano, han estudiado las inscripciones y los<br />

antecedentes latinos de Plasencia (la ciudad gozosa y placentera<br />

en su alma y su paisaje y que fué investigado en parte <strong>por</strong> Bena-<br />

vides Checa en sus ,Prelados placentinos»), como se ha estudiado<br />

la romana Capárraga, y la fortaleza arábiga de Ambroz, el'Amrú<br />

de los árabes, junto a Plasencia.<br />

MÉRIDA Y BADAJOZ<br />

Y en el centro y en 1ó alto de todo "1o romano <strong>extremeño</strong>,<br />

Mérida, a la que ha llamado el gran poeta emeritense, Delgado<br />

Valhondo, -la ciudad de la luz», y otro poeta, Antonio Zoido,<br />

«canción que avanza de Extremadura hasta las altas cumbres».<br />

Mérida, en efecto, es foco y cumbre de lo romano en Extremadura.<br />

Más que visigótica y tanto como arábiga, Mérida es romana, des-<br />

de que es fundada el año 25 antes de Cristo <strong>por</strong> los eméritos o<br />

veteranos de las legiones romanas, como Me<strong>del</strong>lín <strong>por</strong> los vete-<br />

ranos vencedores de Metelo. También la IX legión romana de<br />

Augusto, cuando llega la paz. sirve para la fundación de Badajoz,<br />

la Pax Augusta. Es im<strong>por</strong>tante el hecho de que toda Extremadura<br />

esté fundada, ordenada e inspirada <strong>por</strong> un sentido militar, cas-<br />

tramental, que se entrelaza con el estilo castrense de ascetismo y<br />

sobriedad, pero que sirve bien, sobre todo, al sentido profundo de<br />

la valentía y al sentido bélico y aventurero <strong>del</strong> <strong>extremeño</strong>. Desde<br />

los vetones, desde Viriato, desde la batalla en que vence ívence Scipión<br />

a los lusitanos en Zalamea, hasta la de Albuera, pasando <strong>por</strong> la<br />

de Zalaca, y toda biografía de conquistadores y aventureros, la<br />

historia de Extremadura es la de gente ardiente, recia, belicosa,<br />

que cuando no puede reñir con los demás (y sale a buscarlos para<br />

reñir), combate entre ella misma; y si no hay ocasión para más,<br />

discute. Forner o Bartolomé Gallardo son tan representativos a su<br />

modo, como Pizarro, Cortés o Valdivia. Y Mérida, como Cáceres,<br />

<strong>por</strong> romana y <strong>por</strong> extremeña, es centro, foco y cumbre de luchas,<br />

no sólo cuando es capital de la Lusitania, sino también cuando lo<br />

es de la Marca musulmana. Mérida y Cáceres, más que en parale-


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

lismo de su historia y de su vida, viven entrelazadas como en<br />

fecundo abrazo. De todas las calzadas romanas que se irradiaban<br />

desde Mérida (la de Talavera de la Reina <strong>por</strong> Trujillo, la de Toledo<br />

<strong>por</strong> Me<strong>del</strong>lín y las tres de Mérida a Lisboa) la más im<strong>por</strong>tante y<br />

transitada era la llamada de la Plata- que iba a Cáceres, y de<br />

ésta, partía otra que iba a Coimbra <strong>por</strong> el Puente de Alcántara.<br />

Este enlace es como un símbolo de amor entre ambas ciudades.<br />

Y otro, es la fundación de la silla episcopal de Mérida <strong>por</strong> la<br />

• t<br />

Orden de Santiago, de mucho abolengo en Cáceres, junto a la de<br />

Alcántara. Y de Cáceres, en fin, partió Santa Eulalia para ir a<br />

Mérida, huyendo de Cálpurnano, <strong>por</strong> consejo de su padre Ponciano,<br />

que era cacereño. A ello alude Aurelio Prudencio al contar<br />

el martirio de Eulalia. Repito que no está en mi plan un estudio<br />

histórico de todo lo romano que alberga Mérida, incalculable de<br />

tesoros. Nada puedo decir que no se haya dicho de su circo, de<br />

su teatro, de su anfiteatro, de sus puentes y sus termas y hasta<br />

de su dique, aún conservado, <strong>del</strong> puerto fluvial que tuvo. Y nada<br />

he de decir de lo romano en Badajoz, de su catedra, que, antes<br />

que gótica fué romana, ni de los pilares romanos de su puente<br />

viejo.<br />

LO VISIGÓTICO<br />

No ha sido muy investigada-o no ha dado resultado si lo ha<br />

sido-la huella visigótica en Extremadura, así en el Norte de ella,<br />

donde fué muy extensa, como en el Sur-Mérida sobre todo-en<br />

que fué muy intensa. Ya Ramón Mélida echaba de menos la<br />

necesaria documentación de los visigodos en Extremadura, lo<br />

mismo que el P. Flórez en su España Sagrada. E. Camps Cazorla,<br />

subraya la escasez de monumentos visigóticos en toda España,<br />

salvando Córdoba, Mérida, y sobre todo, Toledo. Pero aún en<br />

Mérida, reconoce que son escasos los monumentos visigóticos<br />

conservados. Y alude a la basílica de Santa Eulalia. Puede añadirse<br />

la necrópolis visigoda descubierta en Zarza de Granadilla. Gómez<br />

Moreno y Sánchez Albornoz, el uno en lo monumental y arqueo-<br />

lógico, y el otro en lo literario, han hecho patente esa relativa<br />

escasez. Y Velo Nieto, en su libro sobre Coria, dice: «Es lamenta-


58 PEDRO CABA<br />

ble la carencia casi total de-testimonios referentes a la dominación<br />

visigoda en la provincia de Cáceres, y de manera especial, en la<br />

parte septentrional, donde se hallaba enclavada la ciudad de Coria.<br />

Hay silenciosos incomprensibles. Por ejemplo.. Paulo, el Diácono<br />

(seudodiácono, dicen algunos) de Santa Eulalia, escribe su<br />

Vida de los padres cristianos de Mérida, y silencia el nombre de San<br />

Hermenegildo, en lucha frente a su padre, Leovig ildo. Y sin embargo,<br />

éste atacó a Mérida dos veces, como a Cáceres, <strong>por</strong> haberse<br />

pronunciado a favor de Hermenegildo. Es otro signo <strong>del</strong> paralelismo<br />

simbólico fraterno entre Cáceres y Mérida. Los testimonios<br />

visigóticos en Mérida son im<strong>por</strong>tantes, los únicos im<strong>por</strong>tantes de<br />

Extremadura. Hay naturalmente leyendas no documentadas ni<br />

certificadas; <strong>por</strong> ejemplo, que D. Rodrigo se hallaba en Mérida<br />

cuando ésta fué tomada <strong>por</strong> los musulmanes. Tampoco parece<br />

cierto que el apóstol Santiago estuviera en Mérida como no lo es<br />

que San Pablo fundara Trujillo. Pero las leyendas en historia son<br />

la sal excitante para el investigador, como la metáfora en literatura<br />

y la parábola en el ejemplo: curvas de luz que abrazan e iluminan<br />

hechos y conceptos distantes entre sí. El mismo martirio de Santa<br />

Eulalia, contado <strong>por</strong> Prudencio, tiene la fragancia de la leyenda<br />

poética perfumando historia. Pero hay datos sin leyenda que dicen<br />

que los alanos en Lusitania llegaron más allá de Mérida. Rechila,<br />

que tuvo su corte en Cáceres, murió en Mérida, sin que tengamos<br />

documentos fehacientes. Y allí le sucedió su hijo Rechiario. Mérida<br />

es tomada <strong>por</strong> los alanos en 409. Diez años después es ocupada<br />

<strong>por</strong> Walia, y <strong>por</strong> los suevos en 439. Teodorico se apodera de<br />

Mérida en 456, y Eurico en 468, restaurando <strong>por</strong> cierto el puente<br />

romano. Don Rodrigo, el último rey godo vencido en Guadalete,<br />

parece que vivió mucho tiempo después en tierras extremeñas,<br />

emeritenses, y más tarde en zonas alto-extremeñas. Como ya dije<br />

antes, se ha llegado a afirmar que se hallaba en Mérida cuando<br />

esta ciudad fué tomada <strong>por</strong> los arabo-beréberes en su invasión,<br />

pues allí había organizado Rodrigo la resistencia con unos centenares<br />

de partidarios. Pero nada de esto está bien documentado<br />

<strong>por</strong> los historiadores. Y aún la propia muerte de D. Rodrigo, en<br />

Víseo, según un sepulcro con inscripción bien expresiva encontrado<br />

en tiempos de Alfonso III, no parece <strong>del</strong> todo fehaciente,<br />

aunque historiadores como Levi-Provencal o Sánchez Albornoz


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

no lo nieguen de modo expreso Se limitan a fruncir el ceño y<br />

ladear los labios en un mohín de duda.<br />

LO ARÁBIGO BEREBER<br />

No me es posible-diré una vez más-entrar a fondo y <strong>por</strong><br />

extenso en la historia musulmana <strong>del</strong> Sur de Extremadura, como<br />

no me es posible exponer con detalles el gran legado que le deja-<br />

ron romanos y visigodos. Mérida fué la capital de la Lusitania<br />

romana, como fué centro y capital <strong>del</strong> mundo visigótico. Con los<br />

musulmanes, Mérida empezó siendo capital de la Marca meridio-<br />

nal, y Badajoz nace a la vida de la historia con esplendor y vigor<br />

hasta llegar un momento en que, <strong>por</strong> decadencia político-militar<br />

en Mérida, fué Badajoz el primer foco durante el Califato, y luego<br />

en los reinos de taifas, centro musulmán muy representativo.<br />

Resumamos, apretando las ideas y pisando el acelerador.<br />

En 711 llegan a la Península, <strong>por</strong> el Sur, los árabe-beréberes, y<br />

no sólo árabes ni sólo berberiscos como se usa decir, demasiado<br />

frecuentemente; pues árabes puros vinieron pocos, pero fueron<br />

los rectores y los inspiradores. Desde la victoria de Guadalete, se<br />

irradian y derraman <strong>por</strong> España en poco años, ante los españoles<br />

sorprendidos y los visigodos derrotados y desconcertados. Avan-<br />

zaban hacia el centro y el Norte de la península, principalmente<br />

<strong>por</strong> el flanco occidental, aunque <strong>por</strong> Almería, Murcia y Játiva<br />

subían también en movimiento envolvente y en convergencia<br />

hacia el Norte. ,El alud árabe se echó encima de los pueblos con-<br />

quistados con vertiginosa rapidez de meteoro», dice Emilio García<br />

Gómez. Toledo, la gran corte visigótica, quedaba envuelta y<br />

desbordada. «Las circunstancias que hicieron posible esta con-<br />

quista relámpago, su espectacular carácter de -razzia- gigantesca<br />

ha desconcertado siempre un poco a los historiadores de la Edad<br />

Media--dice Lévi-Provencal. Los árabes acababan de conquis-<br />

tar Marruecos y con los beréberes, reclutados sobre la marcha,<br />

saltan a España. El capitán es Musa ben Nusayr «el moro Muza,<br />

de nuestra historia popular, que dejó en Tánger, como gobernador<br />

a su lugarteniente o -maula,, Tarik ben Ziyad. Pero a la hora de<br />

saltar sobre España, el mando recayó sobre un beréber, Tarif (no


PEDRO CABA<br />

Tarik) ben Malluk, que dió nombre a Tarifa. Pero pronto el «maula»<br />

o gobernador de Tánger, Tarik, antiguo esclavo de Musa ben<br />

Nusayr, liberado ya, reforzó la invasión y en el río Barbate (o<br />

Guadalete quizás), venció a los visigodos. Era el año 711. Y tras la<br />

toma de Medina Sidonia, Carmona, Alcalá de Guadaira y Sevilla.<br />

Musa cae sobre Mérida en que los partidarios de Rodrigo se habían<br />

reunido para resistir. Y allí resistieron durante más de un año de<br />

asedio. Probablemente allí no estaba Rodrigo, sino sus partidarios<br />

nada más, pues él andaba organizando la resistencia <strong>por</strong> el Norte<br />

de la provincia de Cáceres donde le buscaban los invasores <strong>por</strong><br />

Almaraz y Segoyuela. En Talavera de la Reina se encuentran<br />

Musa y Tarik, y parece que decidieron buscar los restor <strong>del</strong> ejér-<br />

cito visigodo que Rodrigo trataba de reorganizar. Musa se dirigió<br />

hacia Zaragoza, y Tarik hacia tierras de Salamanca: así lo dice<br />

Eduardo Saavedra, el arabista <strong>por</strong> afición. Pero aparece un hijo de<br />

Musa, Ab<strong>del</strong>azis (Abd-al'Aziz) que se dirigió a Portugal tomando<br />

Evora, Santarén, Coimbra y, tal vez, Cofia y Cáceres. A la muerte<br />

de Ab<strong>del</strong>azis, en 716, su padre Musa, muere en Siria (en el mismo<br />

año quizás).<br />

Dos años después, Pelayo asume en Covadonga la jefatura de<br />

la resistencia antimusulmana. Pero según Sánchez Albornoz, la<br />

batalla y el triunfo de Covadonga no ocurrió, sino hacia 721.<br />

Pelayo muere en 737, en Cangas de Onís, pero no se sabe nada<br />

de su vida posterior a Covadonga ni de otras victorias. Tampoco<br />

se sabe mucho de su hijo Favila o Fafila; lo de que fué devorado<br />

<strong>por</strong> un oso puede ser cierto, pero nada lo documenta. La verda-<br />

dera historia de la Reconquista (¿Puede llamarse Reconquista<br />

-pregunta Ortega y Gasset-a una operación guerrera de más de<br />

setecientos años?) empieza con Alfonso I. Entre las muchas tierras<br />

y ciudades que éste toma, están no pocas tierras extremeñas, aun-<br />

que todavía no ciudades; <strong>por</strong> ejemplo Gata, y quizás Plasencia,<br />

que entonces no sería una aldehuela Amroz pues Plasencia no<br />

amanece históricamente sino con Alfonso VIII. Nada es claro en<br />

esta época de Alfonso I <strong>por</strong>que en su tiempo empezaba a estable-<br />

cerse entre cristianos y musulmanes lo que llamaron luego las<br />

Marcas (en árabe -thugur»). es decir, zonas confusas de soberanía<br />

y dependencia, tierras de nadie, donde imperaba un carácter polí-<br />

tico muy fluido imposible de definir y deslindar, siendo precisa-


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

mente su fluidez y su indeterminación lo que la caracterizaba<br />

como frontera. Luego, ya en lengua romance se llamó a estas tierras<br />

«extremos», y cuando en la época <strong>del</strong> Cid era el Duero, la parte<br />

alta <strong>del</strong> Duero, lo que más representaba al mundo militar cristiano,<br />

se habló de «tierras extremas al otro lado <strong>del</strong> Duero y a partir de<br />

él», y esas regiones fueron las extremaduras.<br />

El hecho es que ya en 753 lo que podríamos llamar «frente<br />

musulmán», o en términos más políticos la Marca primitiva o fron-<br />

tera, corría <strong>por</strong> Talavera, Almaraz, Gata, Coria y tierras de Plasen-<br />

cia y Guadalupe. Según Lévi-Provencal, al llegar Abderramán I<br />

(es decir, hacia 756). la Marca o línea fronteriza de los cristianos<br />

pasaba de Oeste a Este, siguiendo el curso <strong>del</strong> Duero, y <strong>por</strong> el<br />

lado musulmán ,debía pasar un poco al Norte de Coimbra, Coria,<br />

Talavera y Toledo...» Estos territorios, recuperados desde el reinado<br />

de Alfonso I y repoblados más tarde poco a poco <strong>por</strong> sus sucesores,<br />

van a constituir en lo sucesivo la presa que han de disputarse en<br />

encarnizadas luchas, los cristianos y los musulmanes de España,<br />

durante el siglo que precedió a las ofensivas <strong>del</strong> califato cordobés<br />

y de la dictadura «amirí». (La España musulmana en Historia de Es-<br />

paña, de Calpe, tomo IV, pág. 44.)<br />

La Marca Hispánica o «Limes Hispanicus» (fundada <strong>por</strong> Luis<br />

de Aquitania como enclave para defensa <strong>del</strong> Pirineo) estaba ante-<br />

riormente dividida en tres Marcas o regiones político-militares; la<br />

Marca superior con capital en Zaragoza; la Marca media, en To-<br />

ledo, y la Marca interior, con capital en Mérida. (Más tarde, la<br />

capitalidad de la Marca media pasó a Medinaceli.) La historia de<br />

Extremadura se hace centro e intensifica en Mérida y luego, en<br />

Badajoz. La que fué capital de Lusitania con los romanos, y luego<br />

un gran centro visigótico, posteriormente con los árabes pasa a<br />

ser la capital de la Marca meridional, la más representativa de<br />

AI-Andalus. Sólo le gana en esplendor, en esta época, Badajoz,<br />

cuando Mérida cayó en desgracia bajo el Califato, <strong>por</strong> las revuel-<br />

tas y luchas intestinas en que Mérida busca su propia ruina. Con<br />

la conquista musulmana, dice Lévi-Provencal,la ciudad de Mérida,<br />

una de las principales de la península durante la dominación de<br />

los romanos y de los visigodos, perdió casi toda su anterior im<strong>por</strong>-<br />

tancia, absorbida en gran parte <strong>por</strong> la nueva ciudad de Badajoz,<br />

emplazada en situación defensiva más favorable. En el suelo de


PEDRO CABA<br />

Mérida, pródigo en restos de las dos civilizaciones aludidas, faltan<br />

casi <strong>por</strong> completo los de la islámica, si prescindimos de la alca-<br />

zaba. (Tomo V, pág. 379 de la Historia de España, de Calpe.) Sin<br />

duda, el influjo político-cultural y militar de Al-Andalus es tam-<br />

bién patente en el habla, en las costumbres, en el indumento, en<br />

las edificaciones de la provincia de Cáceres, sobre todo desde la<br />

capital hacia el Sur, pero nunca tuvo el auge, el poderío y el sig-<br />

nificado que tuvo la provincia de Badajoz.<br />

La historia de Mérida empieza con una leyenda, la de una<br />

reina de ese mismo nombre que dió el suyo a la ciudad. No pasa<br />

de ser otra cosa que leyenda mítica, de origen quizás griego, a<br />

juzgar <strong>por</strong> los nombres de personas que figuran en la misma. La<br />

historia documentada y cierta de Mérida musulmana va unida a<br />

los Benimeruanes. Codera, el abuelo maestro de los arabistas espa-<br />

ñoles, hizo un estudio acabado de ellos en un libro de ese mismo<br />

título. Y Lévi-Provencal, en sus Inscripciones árabes d'Espagne, hace<br />

arrancar su estudio desde que en 713 fué Mérida tomada <strong>por</strong> los<br />

musulmanes, cuando Musa ben Nusayr, el -moro Muza», decide<br />

buscar en la toma de esta ciudad los restos <strong>del</strong> ejército de don<br />

Rodrigo, encontrando resistencia más fuerte de la que esperaba.<br />

Recordemos entre los Benimeruanes a Ibn Marwuan al Chilliqi,<br />

precisamente descendiente de un especialista de incursiones con-<br />

tra la Marca Hispánica, Abu Marwan'Ubayd Allah, hijo de Abd<br />

Allah al Balansí, que llegó a poner sitio a Barcelona y Gerona. A<br />

ese Ibn Marwan cal Chilliqí., le suelen denominar los historiado-<br />

res musulmanes lbn Marwen, <strong>por</strong> considerarle el más representa-<br />

tivo de toda la dinastía familiar, que no fué escasa, pero el pueblo<br />

le denominaba <strong>por</strong> su mote o cognomen -el Chilliqí», es decir,<br />

«el hijo <strong>del</strong> gallego», <strong>por</strong> ser todos ellos descendientes de una<br />

familia de Galicia. Su padre, gobernador de Mérida, representando<br />

al emir Abderramán II, que fué asesinado en 828, en una revuelta<br />

y tal vez a manos de sus enemigos los partidarios de Ibn Takit.<br />

Hubo rebeliones de tal im<strong>por</strong>tancia y gravedad que en 835<br />

hubo de ser reedificada, según lápida con inscripción árabe que<br />

se halla en el Museo Arqueológico de la ciudad. Se rebeló «el<br />

hijo <strong>del</strong> Gallego- contra el rey Omeya, y éste lo sometió y obligó<br />

a residir en Córdoba, -incor<strong>por</strong>ado al ejército». Pero «el Chilliqí»<br />

retornó más tarde a Mérida, o mejor al castillo de Alange, donde


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

volvió a rebelarse, y nuevamente vencido, pasó a Badajoz, des-<br />

pués de unirse a otro muladí (cristiano convertido al Islamismo)<br />

rebelde en el castillo de Monsalud. Desde este castillo, nueva-<br />

mente vencido o perseguido, pasa a refugiarse a Esparragosa, y,<br />

no se sabe si es de la Serena (término de Castuera) o de los Lares,<br />

cerca de Puebla de Alcocer; Lévi Provencal cree que esta última,<br />

Y de Esparragosa pasa a instalarse en Badaioz, en calidad de<br />

gobernador o wali. He aquí lo que dice Lévi-Provencal: «Aunque<br />

no se debió a iniciativa <strong>del</strong> emir cordobés, la intervención de éste<br />

parece haber sido de gran im<strong>por</strong>tancia en la construcción de la<br />

ciudad de Badajoz, decaída la antigua metrópoli de Mérida, tan<br />

floreciente en la época imperial romana y en la visigoda, desman-<br />

telada <strong>por</strong> Muhammad I, tras conquistarla en 868. Ya en los últi-<br />

mos años <strong>del</strong> reinado de ese emir, Abd-al Rahman ben Marwan,<br />

llamado Ibn al Chilliqí (tel hijo <strong>del</strong> gallego»), jefe de los muladíes<br />

de Occidente, rebelde unas veces contra el gobierno cordobés,<br />

sometido otras, solicitó construir una ciudad en el Baxarnal, frente<br />

a Badajoz, -a la otra parte <strong>del</strong> río». Se la autorizó a fortificar Bada-<br />

joz y a la parte de acá <strong>del</strong> río, para que de esta manera estuviese<br />

a la defensa de los musulmanes, según se le había puesto <strong>por</strong><br />

condición.-Esta versión de un historiador arábigo es rectificada<br />

<strong>por</strong> la de otro, -mejor informado» a juicio de Lévi Provencal y ese<br />

otro dice que (fué el emir Abd Allah el que autorizó, más tarde, al<br />

«hijo <strong>del</strong> gallego» a fundar Badajoz, enviándole para ello albañiles<br />

y recursos, (Historia de España, pág. 416.) Edificó Ibn Marwan, no<br />

sólo la mezquita mayor, sino también «otras mezquitas», entre<br />

ellas una en el interior de la alcazaba, y unos baños situados cerca<br />

de la puerta de la ciudad.» -Con razón, dice el mismo Lévi-Pro-<br />

vencal que ,al Chilliqí» hizo de Badaioz una hermosa ciudad con<br />

palacios y jardines.»<br />

Y antes de él Badajóz era poco más que una aldea, llamada<br />

Batalyaus», Bated-Aixa y Basangos, hasta que «el hijo <strong>del</strong> gallego»<br />

se puso a gobernarla a fines <strong>del</strong> siglo IV, tomándola y transformando<br />

la en fortaleza. Luego, en el siglo x, francamente protegida <strong>por</strong> los<br />

capitanes que Córdoba le enviaba, se fué haciendo más comercial,<br />

rica y populosa. En suma, con el Califato pierde im<strong>por</strong>tancia polí-<br />

tica Mérida, y se beneficia Badajoz. En 929, Abderramán III quiere<br />

dar unidad e imponer orden y disciplina en AI-Andalus y toma la


PEDRO CABA<br />

ciudad de Badajoz. M. R. Martinez ha estudiado muy bien todas<br />

estas incidencias en su Historia <strong>del</strong> reino árabe de Badajoz durante<br />

la dominación musulmana, aunque en el momento de su publica-<br />

ción (1905) faltaban datos im<strong>por</strong>tantes que posteriormente se han<br />

adquirido. Córdoba temía un resurgimiento de Mérida sus revuel-<br />

tas y sus banderías, y dándose a uno de los Meruanes. -El hijo<br />

<strong>del</strong> gallego» le autoriza a ir a Badajoz y fundar allí un centro polí-<br />

tico y militar muy poderoso. Y cuando cae el Califato, uno de los<br />

más im<strong>por</strong>tantes reinos de Taifás es precisamente Badajoz. La fun-<br />

dación y engrandecimiento de esta ciudad se debió a la estrategia<br />

política, más que a la militar, <strong>del</strong> Califato Cordobés. Pero en el<br />

siglo XI, Badajoz se hace reino independiente, teniendo como rey<br />

a Abur-el-Amir, fundador de la dinastía de los Aftásidas. Y Mé-<br />

rida queda sometida a Badajoz hasta que en 1094, Abu-Moham-<br />

mad, el rey pacense, es derribado con la toma de la ciudad <strong>por</strong> los<br />

almorávides. Badajoz cae más tarde bajo el rey de Portugal, Alfonso<br />

Enríquez, para volver, poco después, al dominio musulmán hasta<br />

que Alfonso IX le otorga el fuero y le incor<strong>por</strong>a a la corona .de<br />

León. Posteriormente, ante las desavenencias de Alfonso X con su<br />

hijo Sancho, Badajoz estuvo fuertemente agitado <strong>por</strong> los dos<br />

bandos, «bejaranos» y ,<strong>por</strong>tugaleses», lo que contribuyó a acele-<br />

rar su decadencia política, Pino entretanto, y en el campo cristiano,<br />

Badajoz logra, <strong>por</strong> mediación <strong>del</strong> obispo Gelmírez y <strong>por</strong> la Orden<br />

de Santiago, una silla episcopal y unos fueros que Mérida nunca<br />

logró tener.<br />

INFLUENCIA HEBREA.-HEBREOS EN EXTREMADURA<br />

Hemos visto que en los <strong>extremeño</strong>s, a los vetones, tartesios y<br />

turdetanos primigenios, prescindiendo de lo más remoto prehis-<br />

tórico, se injertan luego los romanos, los visigodos y los arabigo-<br />

beréberes. Queda aún un último injerto: el hebreo.<br />

Es posible que con los primeros norteafricanos (figures o tarte-<br />

sios) que llegaron a España vinieron también elementos hebreos.<br />

Y mucho más verosímil que vinieran elementos hebreos con los<br />

arabo-beréberes. Pero estos últimos ya llegan tarde, y en cambio,<br />

aquéllos, es muy dudoso que llegaran con los primeros norteafri-


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

canos, pues la cronología misma de hebreos en época tartesia es<br />

muy oscura. En cambio está bien documentada la existencia de<br />

hebreos en época romana. Y no digamos en época visigótica, pues<br />

bien conocidas son leyes dictadas desde Sisebuto obligando a los<br />

judíos a su conversión, prueba de que <strong>por</strong> el número de ellos se<br />

hacía necesaria una disposición de caracter general. Y aunque<br />

Suintila o Chintila la deroga, Sisenando en el IV Concilio toledano<br />

vuelve a inyectarle vigor, si bien no obligando a bautizarse, pero<br />

obligando a las prácticas cristianas, una vez bautizados. Y el tema<br />

de los judíos se trata en otros Concilios: el VI, VIII, IX, X, XII,<br />

XVI y XVII, culminando en tiempos de Egica<br />

Es que ya los judíos eran muy numerosos en España. Y en<br />

Extremadura concretamente, pues desde Vespasiano sabemos que<br />

fueron enviados a Mérida y su región más de 10.000 judíos pro-<br />

cedentes de Jerusalén, tomada <strong>por</strong> Tiro, los cuales se extendieron<br />

<strong>por</strong> la Lusitania, donde es muy probable que ya los hubiera de<br />

tiempos anteriores. Durante la invasión musulmana, el número de<br />

hebreos creció en toda España y también en Extremadura, pues<br />

con los musulmanes vinieron no pocos a la península, y es bien<br />

conocida la convivencia (y las disidencias y divergencias)que<br />

siempre hubo y hay entre musulmanes y judíos. Basta visitar hoy<br />

mismo ciudades como Tetuán, Tánger, Xauen o Casablanca. Ya<br />

desde el siglo VIII las comunidades judías más im<strong>por</strong>tantes son<br />

las de Sevilla, Córdoba, Toledo y Mérida. Los árabes luchaban y<br />

gobernaban, pero basta leer la polémica de Américo Castro, con<br />

España en su Historia», y Sánchez Albornoz, para advertir que<br />

si los musulmanes guerreaban y gobemaban, los hebreos, inters-<br />

ticialmente situados entre ellos, gobemaban y dirigían a los musul-<br />

manes. Y esto a "ambos lados de las Marcas fronterizas, lo mismo<br />

en la España cristiana que en la musulmana. El influjo de los<br />

hebreos era económico, político, cultural (recordemos la Escuela<br />

de Traductores de Toledo) y hasta religioso. Bien sabido es que<br />

hubo insignes arzobispos de origen judío, como hubo ilustres re-<br />

presentantes de sangre hebrea en la literatura (Fernando de Rojas,<br />

autor de la La Celestina, <strong>por</strong> ejemplo), o en el pensamiento<br />

filosófico (Luis Vives, verlei gratia). Y de sospechas de ese tipo no<br />

se libran ni Cervantes, ni Góngora, ni el Rey Católico. Vinieran o<br />

no con los fenicios o con los norteafricanos primigenios, la verdad


PEDRO CABA<br />

es que el hebreo está profundamente mezclado con la sangre his-<br />

pánica. Y hasta parece que trabajaron contra los visigodos españo-<br />

les y <strong>por</strong> supuesto también entre la gente extremeña, como si la<br />

oposición racial entre germánicos y semitas datara de épocas muy<br />

antiguas, pues Levi-Provencal dice, hablando de la toma de Ecija<br />

<strong>por</strong> Tari, que a su ejército se incor<strong>por</strong>aron los judíos descontentos<br />

con el régimen de los godos: «Por su parte, los judíos <strong>del</strong> Sur de<br />

España le ofrecieron desde este momento todo su concurso» (Es-<br />

paña Musulmana, volumen I, página 15).<br />

Y en Extremadura su presencia y su influencia es innegable, des-<br />

de su Norte al Sur, pues en el Casar de Palomero, en las Hurdes, hay<br />

una referencia que recoge Vicente Barrantes en el tomo I de su<br />

Aparato bibliográfico de la Historia de Extremadura. También Rodrí-<br />

guez-Moñino en REVISTA DE ESTUDIOS EXTREMEÑOS, II-III, de 1961, y<br />

Velo Nieto, en su librito Historia, romances y leyenda de la Transierra,<br />

relativa a que los judíos <strong>del</strong> lugar apedrearon la Cruz en un Jueves<br />

Santo, junto a la villa, y ello nos indica, <strong>por</strong> la resonancia <strong>del</strong><br />

hecho, que el número de ellos debía ser muy im<strong>por</strong>tante, relativa-<br />

mente a la población. Velo Nieto, que transcribe los romances de<br />

La Bella Raquel y la «traición <strong>del</strong> judío Mostar», su padre, cree que<br />

era im<strong>por</strong>tante el núcleo judío en Las Hurdes, desde el siglo ir,<br />

poseyendo una «pequeña y linda sinagoga», según se dice en un<br />

manuscrito que se conserva en el Monasterio de Guadalupe. Y<br />

transcribe la leyenda de amor y tragedia entre Raquel y el berbe-<br />

risco Nassir. Y como dije antes, nos narra el episodio sacrílego <strong>del</strong><br />

Jueves Santos. Rodríguez-Moñino a su vez nos remite a más<br />

amplia bibliografía sobre los hechos. El mismo erudito <strong>extremeño</strong>,<br />

de todos conocido, nos ha hablado <strong>del</strong> «famoso aventurero»<br />

David Reubein, conocido <strong>por</strong> ,el judío <strong>del</strong> zapato», que logró un<br />

im<strong>por</strong>tante cargo público después de haber sido uno de los con-<br />

denados como pertenecientes a la secta de los «iluminados de<br />

Llerena». En el mismo estudio, Moñino nos dió algunas notas<br />

sobre la Sinagoga de Badajoz a partir <strong>del</strong> siglo XIll, y «lamentaba<br />

la penuria documental sobre minoría étnica, motivada <strong>por</strong> los<br />

incendios ocurridos en el archivo municipal en los siglos XVII<br />

y XVIII «Había en Badajoz, según R.-Moñino, <strong>por</strong> lo menos 47<br />

familias de judíos, con un total de 231 individuos, cuyos nombres<br />

exhuma y nos da Velo Nieto, en un interesantísimo estudio


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

publicado en una revista que publicó «La Casa de Extremadura»,<br />

me parece, pues me falta el dato, pero cuyo texto tengo a la vista,<br />

nos da -relación incompleta <strong>del</strong> número de hebreos que habitaban<br />

en determinadas zonas de las diócesis de Plasencia y Coria<br />

en 1474». En ella nos da un total de 47.400, correspondiendo a la<br />

Aljama de Me<strong>del</strong>lín 6.100; 2.300 a Cofia con Villanueva de la<br />

Sierra y Santa Cruz de Paniagua; 5.000 a la Aljama de Plasencia<br />

con Galisteo y Aldeanueva <strong>del</strong> Camino; 8.200,a la Aljama de<br />

Cáceres, incluyendo los de AIcántara y Arroyo de la Luz, dando<br />

el número de 800 para este último pueblo, y para la AIjama de<br />

Trujillo, con Jaraicejo y Montánchez, el número de 7.500. Con la<br />

Aljama de Béjar <strong>del</strong> Castañar se cita a Hervás con 7.000 judíos<br />

solo. Y Hervás y su zona debió tener un im<strong>por</strong>tante número de<br />

hebreos, pues aún existe el barrio de la Judería, y el Rabilero o<br />

Rabinero, la Sinagoga. Y hay muchos nombres de lugares y de<br />

personas que son resonancia de la presencia judía. Muchos de los<br />

judíos de Hervás fueron conocidos <strong>por</strong> hacer préstamos a magna-<br />

tes y aún reyes: Tabi Samuel, Bellida la Rica, los hermanos<br />

Cohen, etc., etc. Y hay frases populares que aluden a esa condi-<br />

ción de los vecinos de Hervás y sus pueblos próximos: «Los de<br />

Hervás, judíos los más. Los de Baños, judíos y tacaños. Los de<br />

Aldeanueva, la judiá entera. En Béjar, hasta las tejas». Respecto<br />

a mi pueblo natal, Arroyo de la Luz, he de aducir este recuerdo<br />

personal.. En la escuela nos enseñaban a designar la decimonona<br />

letra <strong>del</strong> alfabeto como ,vau» (su nombre hebreo) y no «uve»; <strong>del</strong><br />

mismo modo decíamos ,alefato» y no «alfabeto», aunque ya esto<br />

lo mismo puede ser influencia hebrea que árabe. En fin, todo el<br />

perímetro Garrovillas, Navas .<strong>del</strong> Madroño, Casar de Cáceres,<br />

Cáceres, Malpartida y Arroyo de la Luz, era im<strong>por</strong>tante zona<br />

judía, según Amador de los Ríos. Muchas costumbres y tradiciones<br />

en esos pueblos deberían estudiarse en sus antecedentes judíos;<br />

de estos antecedentes se han olvidado los investigadores, obsesio-<br />

nados <strong>por</strong> lo arábigo.<br />

Y en toda Extremadura, la alta y la baja, hay un fermento<br />

étnico también disuelto, el de la sangre judía, cosa que, <strong>por</strong> otra<br />

parte, puede decirse de toda la antropofísica peninsular. En el<br />

siglo XIII había en España, con una población total de diez millo-<br />

nes, cerca de un millón de hebreos. De ellos, en el reino de León


PEDRO CABA<br />

vivían unos doscientos mil (Amador de las Ríos, da ciento ochenta<br />

mil) y de esa totalidad correspondían sesenta mil judíos a<br />

Extremadura, teniendo una población total inferior al millón.<br />

No deben ser estos cálculos disparatados, pues, en los extreme-<br />

ños, se percibe la presencia <strong>del</strong> israelita, lo que se nota en leyen-<br />

das, costumbres y hasta en los <strong>rasgos</strong> fisicos. Abunda la nariz<br />

hebrea, entendiendo que lo es, no solamente la corvina y la agui-<br />

leña o aquilina, sino también la nariz grande, gorda, esponjosa y<br />

granulenta, como alcachofada. Hay pueblos, en cierto modo islo-<br />

tes, como Arroyo de la Luz, donde el tipo hebreo se da en la<br />

estampa física de sus mujeres, con tal vigor y fi<strong>del</strong>idad, que algu-<br />

nas de ellas, vistas en su <strong>por</strong>te y en su andadura, en torno a la<br />

fuente o el pozo, o con el cántaro al costado, y más aún cuando<br />

lo llevan vertical sobre la cabeza, parecen arrancadas de un texto<br />

bíblico. Su belleza morena, su silueta esbelta y limpia, su elegan-<br />

cia rítmica en el andar, la mirada abierta, asombrada y tímida de<br />

sus ojos anchos y negros, y la cadencia o deje musical en el hablar<br />

nos dan la impresión indeterminada de una mujer oriental, preci-<br />

samente hebrea.<br />

EL NOMBRE DE EXTREMADURA<br />

Ni el <strong>hombre</strong> <strong>extremeño</strong> es extremado en nada, ni Extrema-<br />

duro se llama así <strong>por</strong>que sea extremosa o se encuentre en ningún<br />

cabo o extremo. Se han dado las más cómodas etimologías a este<br />

vocablo. Ya el maestro Correas, <strong>extremeño</strong>, decía.- «Extremadura<br />

se llama lo que está aquende el río Duero, dicho así de los que<br />

vivían allende, corrompiendo el vocablo latino ,Extremun Durias-,<br />

o el romance, Extremo <strong>del</strong> Duero». También D. Fermín Caballero<br />

decía en su nomenclatura: «Se llama Extremadura todo lo que los<br />

burgaleses miraban de acá <strong>del</strong> Duero (extra Dúriam), de suerte que,<br />

en pasando el puente de Aranda, viniendo desde Burgos, ya se<br />

estaba en el Extremadura o <strong>del</strong> otro lacio el Duero », (Cit. de R.-Mo-<br />

ñino, REVISTA DE ESTUDIOS EXTREMEÑOS de 1960). Y la expresión<br />

-Soria pura, cabeza de Extremadura», parecía confirmar todo esto.<br />

Pero no. Notemos en primer término que se solía decir y se<br />

dice aún, «las extremaduras, como diciendo las extremidades o


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

extremos, y que ello dejó de tener significado cuando el límite o<br />

frontera o zona de fricción con los musulmanes retrocedió hacia<br />

Andalucía de hoy. Extremadura era una denominación genérica y<br />

no referente a la Extremadura actual, como creía aún D. Vicente<br />

Barrantes. Era genérica, pero no indicaba ninguna extremosidad<br />

de índole o carácter, sino extremos, límites, fronteras. Todavía hay<br />

en Portugal poblaciones que se denominan Extremoz y Salvatierra<br />

«do Extremo»-sin estar en ninguno,-como en Andalucía hay<br />

pueblos como Jerez, Arcos, Veger, etc., que se llaman de «la Fron-<br />

tera», sin que <strong>por</strong> eso se busque la denominación unitaria y geo-<br />

gráfica a una región determinada. Extremadura designaba a toda<br />

la zona <strong>del</strong> reinado de León que limitaba o era zona de fricción<br />

con los musulmanes, y musulmanes dominaban en Badajoz y en<br />

Mérida, aunque también en no pocas plazas de los antiguos veto-<br />

nes. Pero era zona confusa y fronteriza. Tampoco la Marca hispá-<br />

nica es una zona geográfica; de ahí ha venido comarca. Por eso<br />

Soria era «pura», es decir, limpia de límites y sospechas y contac-<br />

tos. No hay inconveniente en admitir que el nombre se escogió y<br />

perduró, <strong>por</strong> eso de referirse a zonas geográficas próximas al<br />

Dueto, hasta cierto punto, pero entonces la zona de fricción era<br />

Molina, Sigüenza, Atienza, y lo que podemos llamar, para abre-<br />

viar, la geografia cidiana próxima a Soria. Pero nada de esta región<br />

ha seguido llamándose Extremadura, <strong>por</strong>que pronto dejó de serio<br />

en el sentido verdadero de marca o frontera. Tampoco es alusión<br />

a zonas más calientes de rebaños para sus pastos, aunque los<br />

trashumantes bajaran y sigan bajando a «las extremaduras», pero<br />

no manteniéndose entre Duero y Tajo y sin llegar al Guadiana.<br />

Nunca llegó a ser «extremadura» en la nueva acepción el territo-<br />

rio más allá <strong>del</strong> Guadiana dominado <strong>por</strong> los arábigo-moriscos. Se<br />

llamaron, pues, «extremos» en la época cidiana e inmediatamente<br />

antecidiana a lo que luego hemos llamado límite, confín, frontera.<br />

Pero el hecho de que «extremo- pasara a ser «extremadura», con<br />

esa terminación, hace pensar que fué el Duero la línea de referen-<br />

cia para designar regiones «extremas» más allá de ese río, visto<br />

desde el Norte. Y la referencia tomó como centro a Soria, la tierra<br />

<strong>del</strong> Cid, la cabeza <strong>del</strong> Duero, su manantío y nacimiento, su «ex-<br />

tramo», ahora tomado el término de punta, cabo o principio, de<br />

modo que se mezcló en denominación ambigua lo de «extremo»


PEDRO CABA<br />

y lo de Duero. Por esto no hemos de hacer demasiados ascos a la<br />

etimología que liga el nombre de Extremadura con el Duero.<br />

Toda la línea fronteriza de Calatayud, Daroca, Atienza, Alma-<br />

zán, Sigüenza, y así en línea continua <strong>por</strong> Guadalajara y Toledo,<br />

hasta Alcántara y Tras-os-Montes, se va llenando de castillos,<br />

como antes una línea o marca más alta, constituyendo la primera<br />

línea de combate, frente a una «tierra de nadie», entre cristianos<br />

y arabo-beréberes, más caracterizados ahora <strong>por</strong> su carácter no<br />

étnico ni geográfico, sino religioso, <strong>por</strong> lo que hemos de designar-<br />

los como musulmanes. La orden de Alcántara escogió este nombre<br />

y este título, <strong>por</strong> el carácter de plaza fuerte y excéntrica, adecuada<br />

para colaborar entusiasmadamente en la Reconquista. Por eso hay<br />

una tradición legendaria, sin documentación alguna, que liga al<br />

pueblo de Alcántara nada menos que al de Pelayo, el héroe ini-<br />

cial de la Reconquista.<br />

Y no son solamente castillos los que van <strong>del</strong>ineando y escri-<br />

biendo sobre la geografía esa marca fronteriza de la «Extremadura»,<br />

sino también las casas fuertes, las fortalezas de que son tantos y<br />

buenos ejemplos: Cáceres, Trujillo, Plasencia, Guadalupe, Mon-<br />

tánchez, Coria, Alburquerque, Badajoz, Mérida, Me<strong>del</strong>lín, Zafra,<br />

Olivenza, etc., etc. Y otra prueba indirecta, pero obvia, es la<br />

abundancia de aljibes o cisternas, en castillos y plazas fuertes; así,<br />

como hay otra menos evidente a la consideración superficial; las<br />

charcas y lagunas (no lagos naturales ni lo que hoy llamamos<br />

pantanos con misión hidroeléctrica y de regadío), es decir, agua<br />

artificialmente estancada y recogida, para defensa de los habitan-<br />

tes contra el hambre, contra la sed y contra la sequía.<br />

Queda así enlazada la cuestión-siquiera en rápida alusión-a<br />

la virilidad y el sentido de independencia y belicismo <strong>del</strong> extreño,<br />

pero también, <strong>por</strong> referencia, a la sequedad frecuente de su geo-<br />

grafía, la justificación de tantas toponimias alusivas a ellas, como<br />

se nota en nombres de pueblos que se llaman «arroyos», «navas»,<br />

«riberas», .gargantas», ,puertos», «jara», «brozas», etc., etc. El<br />

mismo nombre de Extremadura tiene en su geografía y en su his-<br />

toria un significado o alusión a lo mesopotámico, a tierra entre-ríos,<br />

entre Tajo y Guadiana, y más allá de éste, marcando fronteras y<br />

diferencias; pero también zonas unidas <strong>por</strong> esos ríos y <strong>por</strong> ellos<br />

configuradas, determinando así una zona geográfica fluida e inde-


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

terminada geográficamente, que corresponde también a la indeter-<br />

minación étnica y cultural de toda la Extremadura. Su unidad de<br />

acción histórica queda definida como unidad entre las cuencas <strong>del</strong><br />

Tajo y el Guadiana, aunque Extremadura como entidad real des-<br />

borde más arriba, hacia Avila o Salamanca, y más bajo <strong>del</strong> Gua-<br />

diana hacia Andalucia, que al fin también los turdetanos y tarte-<br />

sios también fueron primeros <strong>extremeño</strong>s. Y lo mismo podríamos<br />

decir <strong>por</strong> el Oeste con Portugal, y <strong>por</strong> el Este con la Mancha tole-<br />

dana, pues también ahí se pierden los c onfines de una configura-<br />

ción geométrica de contorno. Al fin nada humano se ajusta a la<br />

geometría, y la historia toda es lo menos geométrico <strong>del</strong> mundo.<br />

Y esto es así en lo físico y en lo geográfico como en lo psíquico y<br />

cultural, pues no es fácil distinguir caracterológicamente a los<br />

toledanos de los habitantes de Guadalupe o la ,Siberia Extremeña»,<br />

o a los de la Vera de los castellanos de Avila; o los <strong>del</strong> Valle<br />

cacereño, o pueblos <strong>del</strong> Norte de Cáceres, con los de Salamanca.<br />

Dice el Conde de Canilleros, en su espléndido libro Extremadura:<br />

Si se tratara de encontrar peculiaridades, habría que ir a otras<br />

divisiones (es decir, otra <strong>del</strong>imitación geográfica), <strong>por</strong>que arriba <strong>del</strong><br />

Tajo está la zona de influencia de la cultura leonesa, como al Sur<br />

<strong>del</strong> Guadiana la de más independiente personalidad, sin que<br />

queramos decir con ello que existieran diferencias fundamentales,<br />

ni que los geógrafos las consideren comarcas con rigor científico,<br />

pues en este caso sería precisa la fragmentación de unos peque-<br />

ños y numerosos sectores». (Preliminares).<br />

Si, ni el Valle, ni la Vera, ni la Serena, ni los Barros, quedarían<br />

entonces dentro de Extremadura. Y sin embargo, son extremeñísi-<br />

mas zonas. Porque el extremeñismo, como todo patriotismo noble,<br />

no es cuestión de tierra común, ni siquiera de interés común,<br />

sino de un pasado común y sobre todo de un quehacer, de unos<br />

proyectos comunes que ata a sus <strong>hombre</strong>s <strong>por</strong> la cintura, dándoles<br />

un mismo entusiasmo a la altura <strong>del</strong> corazón. Todos los que viven<br />

en Extremadura y se llaman <strong>extremeño</strong>s, viven hoy ese sentimiento<br />

común que debemos llamar extremeñidad. Pensemos que<br />

ya hace tiempo que hemos salido juntos y decididos a extreme-<br />

ñear <strong>por</strong> el mundo, sólo que llevando <strong>por</strong> <strong>del</strong>ante el nombre y el<br />

timbre y el título de españoles, que <strong>por</strong> algo el <strong>extremeño</strong> no ha<br />

pedido nunca autonomías ni estatutos segregadores. Por ser muy


PEDRO CABA<br />

<strong>extremeño</strong>s nos sentimos muy españoles y viceversa. «Queda así,<br />

pues, el Tajo-dice Canilleros-, como un viejo Dios tutelar de la<br />

Alta Extremadura, que, si con su mano diestra, ofrece frutos con<br />

la izquierda y con su pecho, brinda energía-. «También como<br />

Dios tutelar, el Guadiana ofrenda a la Baja Extremadura su in-<br />

menso valle, la mayor reserva de fertilidad y riqueza que tiene<br />

España» (páginas 15-16). Parece que el abrazo de Cáceres y Bada-<br />

joz es antiguo y profundo, no sólo <strong>por</strong> haber vivido una historia<br />

común y unas marcas o extremaduras íronterizas y oscilantes,<br />

pero compartidas, sino también <strong>por</strong>que desde mucho antes nos<br />

encontramos con el hecho de que en el Plioceno parece que el<br />

Guadiana desembocaba <strong>por</strong> los puertos <strong>del</strong> Rey y de San Vicente,<br />

entrelazando sus aguas como sangres. Es un abrazo antiguo y<br />

profundo como nupcial. Por eso las dos provincias mantienen un<br />

diálogo íntimo, confidencial, abierto y noble, entre fraterno y con-<br />

yugal. Es unidad viva y profunda la de las dos provincias, <strong>por</strong><br />

debajo de sus diferencias superficiales. Ya veremos que hay en<br />

todos los <strong>extremeño</strong>s unidad de carácter profundo y decisivo, y<br />

unidad de sentido existencial e histórico, <strong>por</strong>que hay, <strong>por</strong> debajo<br />

de todos ellos, una común actitud fundamental ante el mundo.<br />

Es étnica e históricamente pueblo muy mezclado, pero no <strong>por</strong><br />

ello es un pueblo gris y sin personalidad ni carácter, aunque se<br />

haya dicho que su alma es parda como su tierra. Precisamente lo<br />

decisivo en él es su carácter y personalidad que, como la tierra,<br />

sólo es pardo gris, a distancia y vista en masas extensas y sin<br />

matizar ni graduar. El gris no es un color, sino un compromiso de<br />

matices, pero sólo parece color uniforme visto a lo lejos. Así el<br />

alma extremeña, De cerca y a fondo, en la intimidad <strong>del</strong> extre-<br />

meño, éste tiene siempre riquezas y ternuras guadiánicas con sus<br />

abruptas apariencias de Tajo, de río muy recogido pero rumoroso<br />

y hondo y muy atado, y dulce a la vez de aguas. Buscad al extre-<br />

meño bajo su costra, bajo su tierra, y hallaréis su gran riqueza<br />

humana. Hay contrastes en ellos hasta la contradicción, pero no<br />

es <strong>hombre</strong> agónico en lucha dentro de sí, sino que en sus aden-<br />

tros, discurre manso, dulce y hondo, aunque busque fuera de sí<br />

a un contrincante para luchar con él. Y eso, en todos los extre-<br />

meños de estirpe y no sólo de costumbre o de adopción. Y así se<br />

certifica su unidad de actitud profunda. La misma actitud y dispo-


ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO<br />

sición que ante la aventura de América tuvieron los <strong>del</strong> Norte y<br />

los <strong>del</strong> Sur de Extremadura, es la misma que mantienen ante la<br />

tierra y los campos, ante la mujer, ante la cultura y ante lo<br />

religioso.<br />

Al <strong>extremeño</strong> se le desconoce mucho y se le reconoce a la<br />

vez. Rodriguez-Moñino ha recogido estas expresiones antiextre-<br />

meñas:<br />

Al andaluz, muéstrale la cruz. Al <strong>extremeño</strong>, el leño.<br />

Fariseo y <strong>extremeño</strong>, es lo mesmo.<br />

Los de Extremadura, barriga llena y mala catadura.<br />

A Alcántara me llevan<br />

<strong>por</strong> mi <strong>del</strong>eite.<br />

No veo cosa buena,<br />

si no es el Puente.<br />

Puedo contraponer otras expresiones halladas <strong>por</strong> mi:<br />

Extremeño, más corazón que leño.<br />

Extremadura dura, pero también ternura.<br />

Tierra bruta o tierra llana, en el fondo Guadiana.<br />

Extremadura, sin dulzura si no la apuras. Y extremahonda si<br />

en ella ahondas. (1)<br />

'<br />

PEDRO CABA<br />

(1) Pedro Caba, filósofo <strong>extremeño</strong>, de la escuela orteguiana, <strong>por</strong> sus emociones<br />

poéticas, honra hoy las páginas de nuestra REVISTA con el primer capítulo de<br />

los que compondrá otros en números sucesivos, todos ellos a descubrir con amorosa<br />

unción interesantísimos <strong>rasgos</strong> psicológicos <strong>del</strong> «Hombre Extremeño*.<br />

E.S.

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